Por Sergio González Levet

 

Piso en el tema con una anécdota:

Una persona en Xalapa, como cada día es más común, recibió en su domicilio la visita de unos amigos… ¡de lo ajeno!

En el recuento de los daños, me contó, perdió una laptop, una computadora de escritorio, dos pantallas de Alta Definición de más de 40 pulgadas, algo de ropa, algunos adornos de cristal cortado y porcelana que tenía en la sala, varios electrodomésticos y una colección de ocho navajas suizas de diferentes tamaños.

Tuvo la fortuna de que las joyas de su esposa no se las robaron. Y no lo hicieron porque las tenía muy bien guardadas.

—¿Acaso tienes una caja fuerte muy buena? —le pregunté.

—No, para nada, y si la hubiera tenido, seguro la habría vendido antes al mejor postor. Ya ves cómo están de difíciles las cosas económicas en Veracruz —me contestó.

—Entonces, ¿las tenías escondidas en un lugar muy discreto e inaccesible? —aventuré una posible modalidad.

—No, para nada —me contestó con una sonrisa que más parecía rictus—. Las joyas de mi esposa las tengo a buen resguardo desde hace varios meses, ¡pero en el Monte de Piedad! Ahí me hacen el favor de cuidármelas, y si no me descuido, algún día que mejore mi condición económica las podré rescatar.

Cierto: el Monte de Piedad ha sido una alternativa a nuestras miserias y nuestras necesidades desde hace, umm, 241 años, pues fue en 1776 cuando lo fundó en México un comerciante criollo de nombre Pedro Romero de Terreros, conde de Santa María de Regla, quien puso 300 mil pesos en oro de su propio bolsillo, lo que en aquellos tiempos de la Colonia era una verdadera fortuna.

Empezó y aparenta seguir siendo una institución benéfica de asistencia privada, con personalidad jurídica propia y sin fines de lucro. Y es toda una referencia histórica en México porque, como los que no están libres de culpa en los evangelios, de una manera u otra todos, todos, todos los mexicanos hemos caído alguna vez en la necesidad de solicitar sus utilísimos servicios de préstamo inmediato a cambio de dejar alguna joya o algún otro artículo de valor.

Sí, el Montepío ha discurrido en la historia de México como una institución que ha salvado a muchos connacionales jodidos -permanentemente o por un momento- de sus apuros económicos. Y la tradición dice también que el Monte es garantía de honestidad porque presta a intereses bajos.

Lo cual no es cierto.

A ver: el Monte de Piedad presta al 3% mensual, es decir, al 36 por ciento anual. Cierto que es más bajo que el casi 58% que cobran en promedio las tarjetas de crédito, pero es muchísimo menor que el 7% de interés que tiene fijado el Banco de México y también muy alto en relación con lo que pagan los bancos cuando alguien invierte su dinero en ellos, pues el más alto ofrece solamente 8.7% anual.

Y como los préstamos del Monte son a cambio de un bien, tiene garantizado el pago sin la necesidad de andar poniendo un peso en gastos de cobranza.

Y encima, el benéfico Monte de Piedad acaba de sacar una modalidad de préstamo personal, ya no a cambio de alguna joya, que andan promoviendo personas prácticamente casa por casa, que va del 3.7% al 4.9% mensual. Es decir, que el Monte llega a cobrar de intereses hasta 58.8% anual, mayor que el promedio de las tarjetas de crédito.

¿Qué a eso no se le llama usura, y puede ser considerado un delito en nuestro país?

Sería bueno saber quién le autorizó al Montepío, tan lleno de piedad, que cobrara esos excesivos intereses.

Porque alguien debió hacerlo…

 

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