Río de Janeiro, 11 de septiembre.- Unos 10 indígenas pobladores de zonas aisladas de Brasil habrían sido ultimados por gambusinos en una remota región del oeste del Amazonas brasileño, cerca de la frontera con Perú, dijeron hoy autoridades, en un nuevo incidente que cuestiona la protección de la zona.

Los indios, miembros de una tribu, habrían sido asesinados por disparos cuando recolectaban huevos de tortuga en las orillas del río Jandiatuba, en la región denominada Vale do Javarí, una de las más preservadas del Amazonas brasileño y donde viven varias etnias aisladas, sin acceso a bienes industrializados.

La Fundación Nacional del Indio (Funai), organismo en Brasil encargado de las políticas con los pueblos indígenas, señaló en una nota que está “investigando desde agosto” los relatos de la masacre, sin que tenga confirmación del incidente ni se conozca en detalle cuándo habría sucedido.

“Hay dos posibilidades sobre lo sucedido: que realmente pasara o que fuera todo invención de buscadores de oro fanfarrones, ya que en esa región, por trágico que parezca, está de alguna forma bien visto matar indios”, explicó  la antropóloga Leila Silvia Burger Sotto, coordinadora de indios aislados en la Funai.

“Sea lo que sea, lo cierto es que la situación en la región es grave, y las invasiones son numerosas de madereros ilegales y buscadores de oro que extraen recursos naturales en lanchas”, agregó la fuente.

La fiscalía y la policía federal están al mando de las investigaciones en la región para intentar esclarecer lo ocurrido, y están interrogando a mineros que supuestamente habrían participado en las muertes, cuyos motivos son desconocidos.

El gobierno federal brasileño realizó en agosto una operación en la región con la ayuda del Ejército y del órgano ambiental (Ibama) en la que desmanteló cuatro campamentos de extracción de oro.

Brasil tiene la política de evitar el contacto con tribus aisladas para reducir el riesgo para su supervivencia, ya que muchos mueren por enfermedades para las que no tienen anticuerpos, como la gripe o el sarampión, ni afectar su modo de vida.

Existe el registro de por lo menos 107 grupos sin contacto permanente en el Amazonas.

Sin embargo, los profundos cortes en el presupuesto de los órganos de protección al indio y al medio ambiente dispuestos por el gobierno del presidente Michel Temer han provocado un aumento de los conflictos, según denuncian organizaciones como Survival International.

“La masacre de indios en Brasil es histórica, sobre todo de indios aislados”, explicó a Notimex el indigenista Sydney Possuelo, uno de los mayores expertos en el Amazonas y profundo conocedor del Vale do Javarí.

“Un país enorme como este, desigual y lleno de problemas sociales, entrar y robar madera y oro de tierras indígenas es lo más normal, ya que da la posibilidad de ganar mucho dinero. La impunidad es otro factor fundamental: incluso cuando se sabe quién es no se encarcela”, agregó.

Grupos ecologistas y de la sociedad civil acusan al gobierno de Temer de aliarse con los grupos agroindustriales para reducir las áreas de protección de la selva, con el objetivo de expandir las actividades económicas, lo que impacta a los pueblos nativos de Brasil.

En agosto, el Ejecutivo aprobó un decreto que eliminaba las restricciones a la minería en la amazónica Reserva Nacional del Cobre y Asociados (Renca, en sus siglas en portugués), de un tamaño de 46 mil kilómetros cuadrados, una extensión superior al estado mexicano de Quintana Roo.

La decisión provocó el rechazo de organizaciones ecologistas brasileñas e internacionales, y al final el gobierno dio marcha atrás en su decisión.

A pesar de los esfuerzos por reducir la deforestación en comparación con la década de 1990, cuando las áreas arrasadas sumaron en un año 23 mil kilómetros cuadrados, Brasil no se comprometió aún a erradicar la deforestación ilegal.

El año pasado. el área deforestada aumentó 29 por ciento, hasta los ocho mil kilómetros cuadrados, aunque datos preliminares indican que en 2017 esa tendencia fue frenada.

La mayor selva tropical del planeta, que ocupa más del 50 por ciento del territorio brasileño, ha sufrido en los últimos 30 años los efectos de esta tala acelerada y corte raso, que va sucedida muchas veces por la quema de los rema del bosque, para abrir áreas de pasto para el ganado bovino o la producción agrícola.