Por Alfredo Bielma Villanueva

 

 

Semejante a las peleas de box, en el escenario de la política mexicana ya es posible ver que una de las esquinas está ocupada con partido y candidato, tal cual es Movimiento de Regeneración Nacional con su adalid Andrés Manuel López Obrador. Lo acompañan, entre otros elementos sociales, el enojo que priva en la sociedad mexicana, la pobreza de más de la mitad de la población, la incertidumbre provocada por la inseguridad pública, el desencanto generado por una corrupción imbatible, al parecer porque quienes la combaten adolecen de esa enfermedad, y desesperanza por no ver reflejada en la microeconomía las linduras que se hablan de la macroeconomía.

 

La causa del porque Morena ya está en condiciones de competir es explicable, pues en Morena no se produce el antagonismo que hierve en el PRI o el PAN, en donde las múltiples corrientes de opinión forcejean por prevalecer unas sobre otras. El control monolítico que ejerce López Obrador en Morena evita discrepancias disolventes, y así seguirá mientras el Peje tenga preminencia y controle voluntades acríticamente interesadas; pero en el supuesto de lo imprevisto, a cambio de esa ventaja actual, es de pronóstico reservado el escenario de una eventual o definitiva ausencia de López Obrador pues se desataría una lucha intestina difícil de controlar; cuando falta el mesías la anarquía no está lejos, según ocurre en organizaciones acostumbrados a un liderazgo vertical y  único.

 

Las esquinas de enfrente del imaginario cuadrilátero político están desocupadas porque el PRI y el PAN obedecen a calendarios propios, adicionalmente enfrentan pugnas internas para la definición de sus respectivos candidatos a la presidencia de la república, incluso al menos en el PAN aun no acuerdan el método de selección, tal circunstancia los coloca en desventaja pues en ese trance les pudieran sobrevenir severas divisiones. De originarse rompimientos, estos partidos perderán competitividad frente a la unidad monolítica que mantiene López Obrador en su organismo político.

 

Tras su XXII Asamblea el PRI avanza en la lógica de sus reformas estatutarias que le pavimentan el camino para la postulación de su candidato, pero respecto del PAN no es difícil pronosticar un proceso de selección de candidato con rayos y centellas en donde doña Margarita Zavala empieza a evocar la candidatura independiente.

 

El PRI es el partido en el poder federal, del que estuvo ausente doce años y en el que se reinstaló en 2012, ha acumulado una enorme experiencia para el cabildeo y las prácticas electorales, no en balde su larga existencia que data de 1946. Aunque si nos atenemos a fechas convencionales forjadas para vestir al régimen político mexicano y al mismo PRI haciéndolo parecer como fruto de la Revolución Mexicana datando su nacimiento en 1929 sería una organización casi centenaria; no obstante nos apartaríamos de la ortodoxia historicista si así lo aceptamos, porque no es el Partido Nacional Revolucionario (PNR 1929), ni el Partido de la Revolución Mexicana (PRM 1938), ni los hombres de uno fueron los mismos del otro, antes bien adoptaron posiciones encontradas entre sí. Lo cierto es que la experiencia histórica la recogieron los hombres del PRI-Sistema en un acervo que les ha servido para salir de atolladeros, ¿hasta cuándo les alcanzará? Eso lo comprobaremos en 2018, pues si bien en lo inmediato demostraron sapiencia para superar nubarrones cernidos sobre su XXII Asamblea, en los hechos la lucha no será ya interna sino un enfrentamiento en el que intervienen factores exógenos bastante opuestos.

 

Bien que el PRI haya disuelto esa artimaña caduca de los llamados “candados”, pues eran elementos estatutarios establecidos para favorecer a unos y complicarles el paso a otros. Esos “candados” reflejaban un anacronismo, como camisa de fuerza para un partido cuya prioridad radica en abrirse a la sociedad, caminar con ella, mensajearle que realmente desea un cambio y que no es rehén de una nomenclatura cuyo único designio es conservar el poder para usufructo de unos cuantos. También satisface eliminar el chapulinismo por la vía plurinominal, pues fue el cauce utilizado por una clase política para reciclar su permanencia en la nómina legislativa, trastornando la permeabilidad política. Pero todo eso no basta para competir en un universo social en que participan otros factores de poder: La Iglesia, el Capital, la sociedad misma, son poderes fácticos que aportarán su influencia en el rumbo de los acontecimientos, hacia dónde se inclinarán es la incógnita que resolverá la elección de 2018.

 

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