Por Edgar Hernández*

 

¡Extraño karma los lleva al cadalso o a Pacho!

 

La actividad del periodista siempre ha sido incómoda para los hombres de poder. Prefieren comprarlos, someternos, reprimirlos o asesinarlos antes que permitirles el ejercicio de sus libertades.

 

Hoy en Veracruz –ayer y antier también- quienes dedican sus esfuerzos a tan noble tarea de comunicar, han sido objeto de censuras, palizas y muerte de cara a un reclamo oficial que no va más allá de una inservible condena mediática.

 

Así, cuando ilusamente los comunicadores pensaban que tan solo eran coletazos de ominosos pasados priistas, digamos de estilos tercos y corruptos de gobernar como fueron los casos de Fidel Herrera y Javier Duarte, la desagradable sorpresa es que para el presente la sorna apunta que estábamos mejor cuando estábamos peor.

Para el gobierno bianual –que consume sus primeros nueve meses- y su despierta e intocable policía, no solo han continuado las masacres a periodistas, sino que la estadística crece.

Con los dos últimos asesinatos suman ya 24 los periodistas y fotógrafos asesinados en los últimos 11 años. Ricardo Monluí y Armando Arrieta son los últimos caídos… y contando.

 

A la par, al momento de hacer esta reflexión, se llevan contabilizadas 49 agresiones considerando la sufrida el sábado anterior a la periodista Verónica Huerta Aburto durante un desalojo policial en la autopista Nautla, a la altura de Casitas, en el municipio de Tecolutla, que de manera por demás inexplicable fue desmentida por el propio gobernador Miguel Angel Yunes, a pesar de los videos y denuncia ante la Fiscalía 117/2017 PC, oficio 587/2017.

 

Y si en el pasado reciente, el gobierno represor de Javier Duarte fue a perseguir y asesinar hasta la ciudad de México al fotoperiodista Rubén Espinosa (1 de agosto 2015), el éxodo por amenazas no ha parado.

Siguen migrando los periodistas veracruzanos a la ciudad de México en busca de un refugio seguro ante el clima de inseguridad, la ausencia de garantías gubernamentales y el acoso del crimen organizado.

 

Exigen al Congreso de la Unión una representación que permita canalizar ante el gobierno federal las peticiones de apoyo y de respeto a sus labores de libertad de expresión.

 

La situación se complica ante el desdén oficial que poco se ocupa y preocupa incluso por sus comunicadores oficiales, los de casa pues. A los jefes de prensa de las últimas tres décadas le ha ido como en feria… y todo, todo por servir a sus jefes.

 

Con el aperturismo de los setenta empezó el vía crucis.

Desfiles de jefes de prensa a nivel nacional o estatal terminaban mal o un karma los perseguía por el resto de sus vidas.

 

Y aunque no fue el denominador común, sí denotaba una cierta maldición, un embrujo, un destino manifiesto que en la mayor de las veces era la cárcel.

 

En Veracruz hace no más de tres décadas empezó a registrarse la maldición catemaqueña contra quienes aspiraban o eran obligados a ocupar la portentosa Coordinación General de Comunicación Social, con cientos de colaboradores bajo su mando, incluida la televisora estatal, en ese entonces Canal 4+.

 

Tras la salida de Fernando Gutiérrez Barrios no trascurrieron más de seis semanas antes de que Dante Delgado ordenara darle cuello a Roberto Villarreal, un verdadero profesional del periodismo a la par que atleta a quien el gobernador por sus calzones “enfermó” y obligó a renunciar para llamar a Orlando García, quien luego de poco más de un año dejaría el cargo para dar paso a Juan Antonio Nemi, hoy prófugo de la justicia por presuntos vínculos con empresas fachadas y alianza de negocios con otra jefa de prensa, Gina Domínguez.

 

Con Chirinos el destino manifiesto se cernió sobre el respetado periodista Miguel López Azuara luego de una disputa –según relata Raúl Torres- con un funcionario de alto rango, el mismo que hoy es gobernador, Miguel Angel Yunes.

 

A Alfredo Gándara no lo persiguió ningún karma salvo el hecho de haber sido considerado el jefe de prensa más corrupto de los últimos años. El manto protector de Fidel lo cubrió.

 

No así a Gina.

De sobra conocida la historia y leyendas de la poderosa Gina Domínguez Colío, quien sale huyendo de Quintana Roo por irregularidades en asuntos de prensa y termina en Pacho Viejo por asuntos torcidos durante el mandato de Javier Duarte.

 

Quien lo sucedió, luego de cuatro años de reinado de Gina, sería Alberto Silva Ramos, vituperado de manera sustantiva por editores y periodistas a quienes ayudó y llenó los bolsillos de dinero y por ese afanoso empeño del actual gobierno por enchiquerar al mejor amigo de Duarte.

 

Silva está marcado por haber combatido a Yunes Linares con quien entabló una guerra vía frases célebres frases por twiter que llegaron a lastimarlo de manera seria en su imagen.

 

A Alberto Silva, hoy diputado federal, buscan arrinconarlo por la vía del desafuero y llevarlo a Pacho para que acompañe a los charalillos allí recluidos. Silva ya se amparó y en breve presentará, según ha dicho a sus cercanos, documentos reveladores contra los traidores de Duarte.

Irma Chesty, también está en la lista del purgatorio yunista.

 

Está acusada de lavado de dinero y hacer negocios con “Empresas fantasma”. La efímera jefa de prensa del despreciable golpeador de ancianos, el interino Flavino Ríos, quien también fue huésped de Pacho, ya se amparó.

 

Al actual jefe de prensa del gobierno de Yunes -cuyo nombre este desinformado columnista ignora- quizás no le pase nada. Quizá no vaya a Pacho… sólo quizás porque en política no te encarcelan por ratero, sino por desleal o por ser enemigo del aparato en turno.

Tiempo al tiempo.

 

*Premio Nacional de Periodismo