México, 2 de septiembre.- Hasta 2015, 11 millones de adolescentes de 14 a 18 años se encontraban en conflicto con la ley, y de ellos, 3 mil estaban privados de su libertad, pero… ¿qué orilla a los jóvenes a cometer delitos? y ¿cuáles son las causas por las que pierden su libertad hasta por cinco años?

“Existen diversas teorías que intentan explicar las conductas criminales de los jóvenes y hay una que trata sobre el desistimiento que voltea la pregunta, es decir, ¿qué hace que la mayoría de las personas no cometan delitos? y la respuesta es el control social pero éste no es dado por las instituciones de justicia o del Estado, sino que el control social se inicia desde la infancia en la familia al poner ciertas reglas o límites”, explicó la antropóloga y psicoanalista Elena Azaola.

Lo que disuade a las personas de cometer un delito es el qué dirán o los lazos de afecto que los unen a una persona o una comunidad. “¿Qué se puede esperar si 60 por ciento de estos jóvenes tienen familiares que han estado en prisión?”, cuestionó la especialista durante la conferencia “Violencia en adolescentes” que se realizó el jueves pasado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

La respuesta no es tan sencilla, continuó, porque no hay una explicación sino muchas. Las más recientes investigaciones planteadas desde el campo de las neurociencias que ciertas áreas del cerebro no terminan de madurar hasta después de los 20 años, descubrimientos por los que se han modificado los sistemas de justicia al percatarse que la violación de las normas es una característica propia de un periodo transitorio de la vida en los adolescentes.

“Muchos adolescentes abandonarán las conductas delictivas con la maduración, solo con eso, pues el proceso de desistimiento criminal es el resultado de la maduración psicosocial. Aunque yo agregaría la importancia de tener una intervención positiva”, añadió la investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS).

El Diagnóstico de las y los adolescentes que cometen delitos graves en México —estudio realizado en 2015 por la doctora Azaola— revela que los adolescentes en conflicto con la ley fueron expuestos a descuidos en la familia durante su infancia y este alto grado de vulnerabilidad incitó a los infantes a la delincuencia y al crimen organizado.

El estudio abarcó 17 entidades del país y 730 entrevistas a adolescentes (20 por ciento de los jóvenes en conflicto con la ley). En la muestra se clasificaron tres tipos de delitos: 35 por ciento estaban en el crimen organizado, 27 por ciento en una pandilla y 38 por ciento en conflictos personales.

Los datos no solo hablan de abandono familiar sino también escolar. El 4 por ciento no fue a la escuela y un 53 por ciento dijo que no le gustaba ir. “Esto indica un fallo en el sistema educativo, son niños que abandonan la escuela, expulsados bajo cualquier pretexto porque desde pequeños han sido problemáticos”.

La propensión al crimen organizado se debe a un abandono del Estado. Estos niños nunca han sido parte de una política pública, para ellos no existen los derechos humanos ni los derechos infantiles, sistema que orilla a trabajar al 89 por ciento de estos adolescentes desde la infancia y 37 por ciento lo hizo antes de los 12 años en condiciones precarias y con bajos salarios, imitando el esquema de trabajo de sus padres, explicó la doctora Azaola.

“Lo que ven en el crimen organizado es a una comunidad que remplaza el ideal de familia, una disciplina que a muchos de los niños les gusta porque les da claridad y orden (además de que muchos confiesan que son entrenados por cuerpos policiales, militares o marinos y desean al salir de prisión, ser uno de ellos). Además, para estos jóvenes los carteles son un poder paralelo que sustituye el poder del Estado que los ha abandonado. Hace décadas se hablaba de marginación, después de exclusión, ahora se habla de muerte social”, comentó.

Así, la vulnerabilidad en la infancia detona su pertenencia al crimen organizado. “Al recoger sus distintas narrativas se observa que la mayoría de ellos, al salir, quiere formar una familia, trabajar, es decir, realizar actividades para reintegrarse a la sociedad productivamente. El internamiento solo produce daño y las largas condenas bajo el concepto de escarmiento solo escala más la violencia”, planteó la antropóloga en la conferencia impartida en la UNAM, institución que forma parte de la mesa directiva del Foro Consultivo Científico y Tecnológico.