¿Qué otra explicación pudiéramos encontrarle a la idea de reactivar el caso del asesinato de Donaldo Colosio a manos de Mario Aburto, hace 27 años, que no sea la de distraer la atención pública? Con expedientes abiertos sin resolver y una actitud pasiva y hasta de indiferencia frente a casos verdaderamente preocupantes como los feminicidios, los desaparecidos, la prostitución infantil, entre otros, la Comisión Nacional de Derechos Humanos recomienda a la FG realizar nueva investigación sobre aquel asunto, dando voz al asesino confeso quien alega tortura en su contra, cuando está ya está a punto de cumplir su sentencia carcelaria. Pero aparece el peine cuando en la mañanera se escucha: «si tiene algo que aportar» sobre su proceso y «que signifique otra versión sobre los hechos», y más: «Si él (Mario Aburto) puede expresar, probar, que fue torturado, que está amenazado y que por eso ha guardado silencio, si es que existe otra versión, el Estado lo protegería…”. Pero, como si se tratara de medir el grado de interés público sobre el asunto es solo un testerear el tema, si pega, adelante, porque el personaje central sería “el innombrable”.