Cada día se torna más difícil distraer la atención pública para desviarla de los temas centrales de nuestros tiempos: la nueva embestida del Covid-19 con sus variantes; el avance indetenible de la delincuencia apoderándose cada vez de más territorios arrebatados al Estado; el muy sensible declive de las inversiones en el país que alejan la posibilidad de un repunte económico; la esperada reacción del gobierno de Biden a las no veladas alusiones por parte del gobierno mexicano, etc.

Pero lo más inmediato es el repunte pandémico, porque, si bien la famosa curva jamás ha sido “aplanada” en nuestro país, desde julio pasado el paulatino aumento de contagios vaticinaba la nueva embestida: el 1 de julio México llegó a 233 mil 248 defunciones por Covid-19, o sea, 201 muertes más que el día anterior y el reporte de contagios fue de 6 mil 81 nuevos casos, entonces se destacaba el descenso en la mortalidad; sin embargo, la variante Delta ya empezaba ya a causar estragos. Dos días más tarde, el día 3 de julio, se informó de 155 nuevas muertes, cuando Gatell advirtió en una mañanera sobre un incremento de contagios, el presidente lo calificó como “un ligero rebrote”. Julio transcurrió con incesantes avisos, no era menor el problema porque en ese mes el promedio del número de fallecidos en México fue de 136%, lamentablemente, para agosto los pronósticos no lucen halagüeños.