Por Nora Guerrero
El profesor Rafael Martínez Morales, nació justo al llegar a su primer tercio el siglo XX, en el municipio de Ixhuacán, Veracruz -ahora llamado, Ixhuacán de los Reyes-. Es protagonista de una interesante vida que se desarrolló gran parte en su pueblo, hasta que hace unas décadas vino con Rosita, su esposa, e hijos a radicar a la bella capital veracruzana. Dato curioso es que cuando se trasladaron, trajeron sus plantas desde Ixhuacán, y crearon magníficos jardines. Desde entonces, sus plantas han recibido el mismo amor y cuidados que los demás miembros de la familia y como los hijos, han crecido y se han reproducido.
En el año 2009, el profesor Rafael publicó la primera parte de su libro “Mis recuerdos” y, en 2013, la segunda parte. Él dice que escribe “movido por mis recuerdos, por mis sentimientos, por mi amor a la vida y a la naturaleza y, porque para mí, no existe lugar más hermoso y querido que la tierra que me vio nacer”.
Tuve la fortuna de conocer a la familia de Rosita y el maestro Rafael durante el Concurso de Fachadas y Balcones Floridos de Xalapa, participaron varios años y ganaron premios y reconocimientos. Como ya lo hice en anteriores ocasiones, quiero compartir con usted algunos textos de este sensible escritor que dice que no pretende hacer literatura, sino que hace apuntes para sus hijos y nietos:
“He caminado por veredas solitarias bajo la sombra fresca de los árboles, donde huele a monte, donde no se hiere al oído con ruidos estridentes, sino por el contrario, se le deleita con la música silenciosa de la naturaleza, con el martilleo de los pájaros carpinteros, o con las voces quejumbrosas de la tórtola.
Veredas cubiertas con basura, pero no de esa basura desagradable que afea y contamina, sino de la que alfombra con la hojarasca que sueltan las encinas. En verdad que siente uno estar en un mundo diferente.
Me he extasiado contemplando como brota un pequeño chorro de agua que corre por un túnel cavado por un grillo, en algún cantil a la orilla del camino.
He disfrutado de los variados colores de las florecillas del campo.
He transitado por lugares que ofrecen hermosos paisajes a la vista.
He subido a las montañas.
He recorrido barrancos.
He visitado cavernas, refugios de nuestros antepasados.
He gozado contemplando nuestro cielo, que, nublado, despejado o amenazador, siempre me ha parecido hermoso.
He caminado bajo la lluvia; con los rayos del sol; por la noche oscura o iluminada por la luna y las estrellas, y a veces, por los relámpagos o por el brillo intermitente de las luciérnagas.
He visto amaneceres y atardeceres con horizontes grises, dorados o plateados.
He disfrutado del canto de gorriones, primaveras, calandrias, trigueros y clarines.
A cada una de esas circunstancias, he robado parte de la felicidad con que he vivido; felicidad que no me fue necesario buscar lejos porque la he encontrado en mi propio pueblo y sus contornos; tampoco he pagado por tomarla, sólo he necesitado conocerla y valorarla”.
Que inspirador me parece este texto que nos habla de las cosas sencillas de la vida cotidiana, de los fenómenos de la naturaleza, de las actividades diarias, a las que dándoles sentido cobran valor, un
A través de sus breves narraciones que la mayoría de las veces no ocupan más de una cuartilla, conocemos el alma sincera de un veracruzano, de un mexicano que tuvo la fortuna de crearse en el campo y abrevar de la tierra y la naturaleza toda, la sabiduría necesaria para un buen vivir y una vida feliz.
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