Como Movimiento, MORENA debe abrevar en las valiosas experiencias acumuladas desde cuando sus los inicios del Partido de la Revolución Democrática en 1989, y adoptó la estrategia de “intransigencia democrática” para abstenerse de establecer diálogos con el gobierno salinista y la mira puesta en desaparecer del escenario nacional al PRI.

Efectivamente, pese a no haber ganado la elección de 1988 insistieron durante todo aquel sexenio en la estrategia de no transigir con el gobierno, lo cual no rindió buenos frutos pues en la elección intermedia de1991 el PRD no ganó uno solo de los 300 distritos electorales.

Después, en la elección presidencial de 1994, otra vez Cárdenas candidato, el PRD obtuvo la mitad de votos que en 1988; en el balance se advirtió que proseguir con el cuento del fraude electoral incluso antes de cada elección tampoco había rendido frutos.

El PRD cambió de estrategia a partir de 1995, cuando hizo a un lado las protestas del “fraude electoral” y transitó de la intransigencia a la disensión, previo a reconocer su calidad de oposición “leal”. Así las cosas, aceptó dialogar con Zedillo, y a partir de 1996, ya con López Obrador en la dirigencia nacional el PRD, realineó sus objetivos, abrió sus puertas a candidaturas externas, recibió a cuanto priista resentido emigró, y en 1997 ganó la jefatura del Distrito Federal y un buen número de curules, colocándose como segunda fuerza política.

Atendiendo ese bagaje de experiencias históricas, ¿MORENA hará viraje en su actual estrategia de permanente confrontación? No son pocos quienes piensan que ya es hora de empezar a gobernar y abonar el terreno para 2024.