Ayer, una vez más, el presidente López Obrador arremetió contra el Instituto Nacional Electoral, esta vez no para defender las causas de MORENA sino de Movimiento Ciudadano y quien será gobernador de Nuevo León por Movimiento Ciudadano, Samuel García, a quien el Instituto electoral aplicó multa millonaria por gastos de campaña no reportados en los mensajes de su esposa, Mariana Rodríguez. ¡Cómo no lo va a poyar si es su esposa!, arguye López Obrador y afirma su desconfianza en “estas decisiones”.

Pero son determinaciones fundamentadas en la normatividad vigente, no las diseñó el INE, institución autónoma con obligación de aplicar la ley a cualquiera de los actores que la infrinjan. De cualquier manera, no es buena señal esa actitud de López Obrador, porque es el presidente de México y sus decisiones son de gran carga política, y al calificar de “politiqueras” los acuerdos del órgano electoral del país vulnera su autonomía.

El Instituto Federal Electoral fue una conquista ganada a pulso por la oposición política en México (PAN-PRD) durante la época de la transición a la democracia durante el decenio de los años noventa, devenido en INE (también por propuestas de la oposición) a partir de 2014, ha ganado credibilidad y confianza ¿para qué o por qué vulnerarlo si es un fuerte baluarte hacia la democracia participativa? El poder del INE reside en la confianza ciudadana ganada a pulso, ojalá salga avante por el bien de nuestra evolución política, ahora sí, Arriba y Adelante.