“La ineptitud también es corrupción”, dicen quienes postulan la tesis acerca de que un servidor público no apto para desempeñar la función bajo su encargo se mantiene en ella, y solo obtiene magros resultados, pero recibe sus emolumentos, prestaciones y canonjías a las cuales es difícil renunciar. Si se acepta ese postulado entonces tendríamos que concluir que la corrupción en la administración pública mexicana sigue siendo un factor de permanencia voluntaria. Sin embargo, esa es solo una de las facetas de la patología, porque, como lo acaba de reconocer el titular del INSABI, en el Sector Salud persiste el robo de medicinas, y lo confirma el presidente López Obrador cuando exhorta a los trabajadores y dirigentes sindicales del sector salud para evitar “… la transa mediante la cual los medicamentos entraban por una puerta y salían por otra en los nosocomios…”. Amplia es la gama por donde gravita la corrupción, pues lleva inherente la conducta del servidor público, que cuando miente para engañar solo para allegarse adeptos a la causa política también incurre en corrupción.