León Trotski formuló la teoría de la Revolución Permanente con la tesis de atribuirle al proletariado la función de encabezar la revolución socialista, cuya sobrevivencia y permanencia dependía de su internacionalización. Según el teórico y líder evolucionario ruso la burguesía (clase media) era incapaz de realizarla por su dependencia de los hombres del dinero.

No existe ni simetría ni paralelismo entre esa referencia con los cambios de la CuartaT en México, pero la asociación acude a la mente por la actitud y comportamiento del presidente López Obrador quien, una vez ganada la presidencia, parece no haber asumido el carácter y las responsabilidades de un gobernante, pues persiste en su actitud de candidato y sus postulados, su retórica, y su permanente embestida contra los hombres del capital recuerdan la “lucha de clases” en aquellas pandémicas discusiones de uso común en la década de los sesenta del siglo pasado.

Adicionalmente, a propósito de la internacionalización del Movimiento, campea en el escenario latinoamericano el ascenso al poder de un mayor número de gobiernos izquierdistas: Cuba, Nicaragua, Argentina, Venezuela, Bolivia, Perú, a los cuales podrían agregarse próximamente Chile y Brasil. No es ociosa la asociación aludida; sin embargo, la geopolítica nos recuerda que México no es Venezuela ni Cuba, y que allende el Bravo un mundo nos vigila.