Agustín Contreras Stein

¿SABÍA USTED, amigo lector, que la mayoría de los protagonistas de los grandes movimientos revolucionarios, fueron hombres del campo?

Pues sí, efectivamente, pero a través de los años, tanto en el movimiento de independencia, como en el de la Revolución Mexicana, a quienes se recuerda permanentemente es a los que encabezaron dichos movimientos, pero a quienes, en verdad, se la jugaron, pocas veces tienen una mención en la serie de discursos que se emiten en la mayoría de los actos republicanos.

Las mismas generaciones de mexicanos, que se forman en las escuelas primarias, en las de educación media y superior, no tienen conocimiento de las acciones de la gente anónima que dio su vida por una mejor nación, mejores instituciones y en general, para vivir una vida más digna, porque nadie se ha preocupado por hacerles justicia, es decir,  a los campesinos y a todos aquellos sectores de la población que se lanzaron a la lucha de liberación.

Los movimientos armadas no se hicieron, solamente, con los personajes que la historia recuerda. No, estas luchas de fortalecieron con la gente que en estos tiempos padecía la injusticias generadas por una clase gobernante que además no era ni siquiera mexicana.

Así es que las ideas surgieron, tal vez, de aquellos hombres que se formaron en algunas de las instituciones avanzadas en su tiempo, pero los que hicieron la guerra fueron gente pobre, sin preparación alguna, gente esclavizada, marginada y sin privilegio alguno.

Por eso, ahora que han pasado las fiestas patrias, que se escucharon, nuevamente, en voces de los nuevos patriotas de nuestro país, los gritos de independencia, evocando aquél llamado del Padre Miguel Hidalgo y Costilla, justo es recordar que también hay miles de seres anónimos, mexicanos que dieron su vida para que México, goce ahora de mejores condiciones de desarrollo y hacerles el mejor de los reconocimientos a que tienen derecho, porque si fuéramos justos, ya habría, por lo menos, un monumento a todos ellos, pero lo más importante de todo esto es que ya en estas fechas no hubiera mexicanos de primera, de segunda, de tercera y cuarta o quinta condición económica. Que ya no hubiera pobres en el país, ni tampoco hombres del campo que se pasaran toda su vida suplicando a los gobernantes en turno, una oportunidad para poder vivir mejor.

Hemos comentado, en diversas ocasiones, como es que en estas fechas, a doscientos siete años de haberse iniciado el movimiento revolucionario, para desaparecer los trescientos años, por lo menos, de injusticias, del yugo extranjero al que estaba sometido el país, todavía no haya una plena reivindicación de los hombres del campo, pues así como se evoca, cada quince de septiembre, el grito de independencia, bien pudiera, también, reconocerse la participación de los campesinos mexicanos y a través de acciones que el mismo gobierno federal, estatal y municipal, debiera llevar a cabo para cumplir con el sueño de liberación que tuvieron aquellos hombres del campo que lucharon por la patria.

En la actualidad, prácticamente, se desprecia a los campesinos de México, porque no calzan los mejores zapatos, porque no visten las mejores ropas, porque no tienen los recursos para atenderse medicamente, porque no gozan de un hogar adecuado y no tienen la misma alimentación que el resto de privilegiados mexicanos.

Se les ofende dejándolos esperar en las audiencias con los responsables de las acciones gubernamentales para atender sus problemas, se les roba lo poco que se les asigna para el cultivo de sus tierras y se les aprovecha, además, para las campañas políticas, donde son llevados para llenar todos los huecos de un mitin o cualquier reunión similar.

En México, prácticamente, no hay justicia para los hombres del campo.

No hay quien los recuerde por un instante, ni siquiera un gobernante que mire hacia ellos y se compadezca de su condición.

Son pobres, que no tienen nada.

Son seres que el gobierno, en sus tres esferas, les niega su derecho a llamarse mexicanos y a disfrutar de lo que México tiene, porque, sencillamente, permanecen olvidados.

LA SEDESOL FEDERAL, hace su parte.

La delegada federal de esta institución, Anilú Ingram Vallines, se ha dedicado a recorrer las zonas marginadas del Estado. Se trata de llevar a los que menos tienen, los recursos que les hacen falta, la esperanza que en algún momento, les anima y la voluntad plena de hacer cumplir los programas de apoyo para la gente del campo.

Pero aun así, México, sigue siendo uno de los países del mundo, que más debe a los hombres del campo, a todos los mexicanos que viven cultivando los alimentos y que no tienen, en determinado momento, el apoyo suficiente, necesario, para poder aspirar a una mejor condición de vida.

Los programas sociales, surgieron recientemente a base de tanto insistir entre las autoridades mexicanas, para poder paliar las necesidades de la gente marginada, pero es la fecha en que también, no se ha cumplido, como debiera ser, con el enorme compromiso contraído con la historia, con el pueblo, con quienes fueron parte de la lucha del pasado y que ahora siguen siendo cotidianos revolucionarios por ser parte del mismo desarrollo del país.

Justo es que instituciones emanadas del gobierno de la República, tengan la responsabilidad de cumplir con la gente más desprotegida, pero falta más, mucho más para poder dignificar la vida marginada, la del campo, la que sigue esperando pacientemente que un día, los verdaderos gobernantes del país, se acuerden de ellos y que sean llamados a ser parte, como lo son desde siempre, del llamado desarrollo nacional.

Nada cuesta, de verdad, reivindicar a los campesinos de México.

Solo falta voluntad.

LA SEMANA PASADA FUE de graves acontecimientos en la vida pública de Veracruz.

En la capital del Estado, hubo muertos tirados en la calle, muestra palpable de la permanente inseguridad que viven los veracruzanos, en lo general.

Hubo también consecuencias del Huracán Katia, como también aquellas que se dieron por el movimiento telúrico que sacudió días antes a esta misma entidad, como parte del territorio estatal.

Nos referimos al huracán político que generó diversas reacciones, es decir, a la entrega de apoyos, supuestamente, no autorizados por el gobernador de Veracruz, y que pusieron en evidencia un adelantado proceso de campaña electoral.

Y en esto, la petición que todavía subsiste de parte de legisladores y dirigentes del partido tricolor.

Todos exigen ahora, un castigo ejemplar, para quien manda en Veracruz, porque dicen los priistas, no puede, el ejecutivo estatal, argumentar ignorancia en estos hechos.

Todo esto, constituye un verdadero huracán político que tiene que enfrentar el gobernador del Estado. Así son las cosas.

Y MAÑANA, aquí nos encontraremos, si otra cosa no sucede.

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