Ha sido el propio presidente quien “soltó” el tema de la sucesión presidencial luego de mencionar a quienes podrían sucederlo en el cargo y el encargo, después de ganar la elección cono candidatos de Morena. En ese “descorche” de la inclusión de “corcholatas”, entre las cuales dos son destacables, la exclusión también lleva boleto. Sheinbaum y Marcelo, por un lado, y Ricardo Monreal por otro, teniendo como denominador común a MORENA, o sea a AMLO.

De inicio se escuchaba fuerte el estruendoso apoyo de “presidenta” cada vez que Claudia aparecía, voces prudentes habrán recomendado apagarlas, al menos posponerlas. Pero, mientras el presidente despliega su estrategia de “ablandar” al adversario disminuyéndolo o confundiéndolo, aparece en el escenario un elemento “lógico” y seguramente previsto por AMLO: la comunión estratégica entre Ebrard y Monreal, el primero sabe que no es el preferido, el segundo no está en el ánimo de quien arma su sucesión; pero ambos con trayectoria y peso político específico. Son, sin embargo, vulnerables, pero también duros de roer.

Queda a quien dirige la orquesta decidir el momento de resolver esa ecuación, porque en estos casos los tiempos cuentan: ¿prescindir de Ebrard en Relaciones exteriores y de Monreal en la Jucopo para ponerlos enfrente? O ¿seguir la estrategia de “al adversario es mejor tenerlo cerca? En esa jugada de ajedrez la siguiente movida le corresponde al director de la orquesta.