Si no se tratara de un asunto de vital importancia, lo dicho por el “estratega de la pandemia”, Hugo López Gatell, sería patéticamente cómica:, pues reduce la advertencia de la OMS: «mejor fiesta cancelada que vida terminada» a Europa, porque, según su criterio, se descontextualiza al extenderla a todo el mundo. No es el primer desliz de este científico enfundado en litigios político-ideológicos, de su rico expediente y el aislamiento de desaciertos todo México está enterado, nada de importancia si no tuviera la delicada encomienda de conducir en México lo relativo a la defensa contra el Covid-19 y sus variantes. Porque los mexicanos ya estamos cansados del encierro, o porque desde la cúpula del poder nos inducen a pensar o a sentir que ya estamos saliendo de la pandemia, hemos abandonado las precauciones y la disciplina se ha relajado en todos los órdenes. Basta observar cómo en los hoteles, restaurantes, bares, cantinas, centros comerciales, salones de fiesta, etc., se han olvidado de imponer las medidas de control. En Xalapa, quizás intentando recuperarse en este periodo de asueto y fiestas de las pérdidas ocasionadas por el largo encierro, los restaurantes evaden las recomendaciones de rigor en cuanto al aforo permitido, la prudente distancia ya no se respeta y el cubrebocas cada vez se usa menos. Bill Gates, acaso hasta “catastrofista”, advierte: “Justo cuando parecía que la vida volvería a la normalidad, podríamos estar entrando en la peor parte de la pandemia. Omicron llegará a casa para todos nosotros. Mis amigos cercanos ahora lo tienen y he cancelado la mayoría de mis planes de vacaciones”. Son dos posiciones distintas y distantes la de López Gatell y la de Gates, que cada quien en el juego de “sálvese quien pueda” escoja a cuál seguir.