No hacía ni una semana de que el nuevo gobernador de Michoacán presumía que la Guardia Nacional y las fuerzas armadas habían tranquilizado esa entidad, cuando, el lunes, en el municipio de Tangamandapio fueron encontrados los cadáveres de 11 hombres ultimados a balazos. El acontecimiento, con toda su sanguinaria expresión ha llegado a ser un lugar común en esa entidad, igual que en Zacatecas y Guanajuato, asolados por los cruentos enfrentamientos entre bandas del crimen organizado. Pero ese escenario forma parte del día a día en el acontecer nacional, porque con diferentes matices pocas entidades federativas escapan a matanzas colectivas del tipo en comento. Las estadísticas son cruel testigo de esa narrativa: en 2019 se contabilizaron 34 mil 689 asesinatos, y en 2020, 34 mil 558. No existirá mucha diferencia con el año en curso, porque así lo expresa la información estadística para 2021. Ya inició la segunda mitad del actual gobierno (recordemos que concluye en septiembre de 2024), lamentablemente no se avizoran signos de cambios en las estrategias contra la delincuencia, y de confirmarse tal percepción ¿quién podrá salvarnos?