Si nos atenemos al resultado obtenido por MORENA en los procesos electorales en los cuales ha participado, a partir de su creación en 2014, el balance sin duda es exitoso, destacados triunfos, incluida la presidencia de la república en 2018. Esos triunfos encuentran su explicación en las deficiencias de los contrarios, en cuyas acciones está la raíz de las circunstancias sociales que acondicionaron el triunfo de MORENA. Este partido, en solo siete años acumula la experiencia de gobernar al país en el orden federal y en más de la mitad de las entidades federativas; adicionalmente, pudiera cerrar el círculo de gobernanzas estatales en 2022 ganando Hidalgo y Oaxaca, y en 2023 Coahuila y el Estado de México, carro completo para enfilarse a la elección presidencial de 2024. Pero, en el entorno de MORENA no todo es miel sobre hojuelas, pues es posible advertir signos que pudieran alterar la correlación de fuerzas a su interior generando inestabilidad. Gibrán Ramírez, uno de sus más agudos analistas, pone el dedo en la llaga: “MORENA es el partido político más autoritario”, pues las elecciones internas son “a puro dedazo”, dice Gibrán en un desplante critico inusual. Por otro lado, cinco senadores desean integrar una nueva bancada, ajena a los partidos existentes: dos senadores del PAN, uno de MORENA y dos del PT emigran de sus bancadas para conformar otra aparte. Esos movimientos son acomodos propios de tiempos políticamente inestables, que agitan las aguas cuando estamos a dos años y meses de la definición del futuro de MORENA: se va, o se queda.