El que Jorge Alcocer, titular de la Secretaría de Salud, haya aceptado que existe desabasto de medicinas oncológicas no resuelve gran cosa para quienes las requieren para aplacar su enfermedad, pero es un avance para al menos no seguir escuchando las evasivas derivando culpas hacia las farmacéuticas y a la pandemia. En realidad, el desabasto es la resultante de una combinación de ineficiencias y caprichos intentando doblar a las farmacéuticas abastecedoras imputándoles actos de corrupción. Completa esa ecuación el deseo de ahorrar en una malentendida austeridad cuyas consecuencias caro han pagado los enfermos de cáncer y sus familiares. Por si no bastara, con las prisas y las urgencias se han realizado compras a sobreprecio y aun no encuentran la fórmula para resolver el problema de la distribución, su “talón de Aquiles”, según reconoce Jorge Alcocer. Al Secretario le cuestionaron la desaparición del Seguro Popular, pero evadió el asunto con el sofisma de que “no aseguraba el abasto de medicamentos, ni la atención hospitalaria, ni el beneficio de una salud universal, esto no estaba dentro de sus propuestas”. Y tiene razón, porque el Seguro Popular era un modelo perfectible de financiamiento de gastos catastróficos, no una panacea universal que justificara su desaparición. Ahora, ni eso tenemos, solo el INSABI que aún no demuestra para qué sirve.