El presidente López Obrador, desde Chihuahua para toda la república formuló el audaz pronóstico: de no resolver el grave problema de la violencia no será reconocido como buen gobernante. No eludió la complejidad de otros grandes expedientes, significados en el decrecimiento económico, el pírrico avance en el bienestar social y el fracaso en materia de Salud tras la desaparición del Seguro popular.

Esa es una tercia de cumplimiento impostergable, sin descuidar cumplir con el desafío “de garantizar la paz y la tranquilidad en nuestro país”. Fuerte loza se ha echado encima el presidente, porque como van las cosas en materia de inseguridad, con números rojos en permanente acrecentamiento el panorama se antoja de seria dificultad para ser resueltos con la incomprensible y abstracta estrategia del “abrazos y no balazos”, con resultados en acentuado y progresivo déficit.

En tres años de ejercicio ya se avizora como una utopía el ofrecimiento de elevar al Sector Salud mexicano al nivel de los vigentes en “Canadá y en los Países Bajos”, tras el evidente fracaso de la Secretaría de Bienestar, cuyos méritos no alcanzan ni remotamente a compararse con los beneficios que proporcionaba el desaparecido Seguro popular.

Tres años restan aún de ejercicio a la denominada CuartaT, ningún mexicano bien nacido y por defensa propia querría su fracaso, pero al parecer el anillo de la pandemia erró al no caer en el dedo adecuado.