• El Golfo es el origen de la escritura mesoamericana, destacó Antonio García de León, a manera de ilustrar que “encierra un montón de características que hay que seguir estudiando” 

 

Participantes en la mesa virtual “El Golfo y sus caracteres culturales”

Participantes en la mesa virtual “El Golfo y sus caracteres culturales”

 

Karina de la Paz Reyes Díaz 

Xalapa, Ver.- El Golfo de México debe ser pensado más en términos geográficos, que en culturales y lingüísticos, plantearon especialistas reunidos por la Coordinación Nacional de Antropología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en la mesa académica de discusión “El Golfo y sus caracteres culturales”. 

Participaron Rubén Morante López, de la Universidad Veracruzana (UV); María Eugenia Maldonado Vite, del Centro INAH-Veracruz, y Antonio García de León, investigador Emérito del INAH. El ejercicio fue coordinado por Amalia Attolini Lecón, titular de la Dirección de Etnohistoria del mismo instituto. 

Bajo el nombre “culturas del Golfo de México” se han agrupado distintos grupos étnicos de los estados de Veracruz, sur de Tamaulipas y norte de Tabasco, entre el 1600 a.C. y hasta la actualidad; el término se ha usado como marco geográfico, sin mayor reflexión, tanto en trabajos de investigación a nivel internacional, como en museos y exposiciones, la interrogante surge en relación a las características y fronteras geográficas de esta región, planteó Rubén Morante. 

Dos fueron las propuestas que desarrolló en su intervención el académico de la UV, luego de una minuciosa presentación que abarcó asuntos geográficos y lingüísticos, entre otros aspectos. 

Si Paul Kirchhoff (cuya aportación más significativa y utilizada es el concepto Mesoamérica) nombró a las culturas del centro y occidente de México siguiendo un criterio basado en los puntos cardinales, Morante propuso que a las del Golfo se les llame “culturas orientales de México”, o simplemente oriente de México. 

La segunda propuesta es subdividirla en cuatro subregiones: norte (Huasteca), centro-norte (Totonaca), centro-sur (Náhuatl) y sur (Zoque-Olmeca). 

“Tal vez, en el futuro, algunos colegas se ven interesados en seguir adelante aportando desde diversas disciplinas trabajos que nos ayuden a integrar estudios más amplios y profundos acerca de un espacio que recibe el nombre del mar de México, donde la historia geológica y humana han construido un panorama cuya diversidad se refleja en la riqueza de la tierra que nos da identidad”, dijo.

Amajac
María Eugenia Maldonado retomó lo propuesto por su antecesor, sobre el cambio de nomenclatura, para citar que ella empieza a entender qué pasó entre huastecos y totonacos, y por qué hay una división que tiene trasfondo cultural. 

“El problema es que arqueológicamente no tenemos todavía todos los datos para documentar estas interacciones regionales por todo el tiempo en que Mesoamérica se conforma. Geográficamente es una muy buena propuesta y acabaría un poco con esta problemática étnico-cultural.” 

Ella expuso “La escultura Huasteca de Hidalgo de Amajac y sus relaciones culturales”, lo que contempló una explicación sobre la hidrología del sur y centro de la Huasteca, la costa del Golfo norte a finales del clásico tardío e inicios del posclásico, así como de los atavíos de mujeres gobernantes huastecas con tocado semicircular sin contexto arqueológico, mientras la de Amajac (cuyo hallazgo es reciente) posee un contexto arqueológico no perturbado. 

A decir de la académica, las representaciones de los gobernantes en la costa del Golfo cambiaron por completo del clásico al posclásico, así como algunas de las prácticas rituales, pero mantienen muchos de los símbolos del poder. La representación de las mujeres gobernantes adoptó la postura de las diosas Teem, para legitimar su poder creador, fertilizador y la posición política, asemejando a estas diosas madres y de la fertilidad huasteca. 

Además, dijo, no todas debieron pertenecer al linaje huasteco, pues se conoce el caso de una mujer con escarificaciones y representaciones de una banda con la cabeza doble del monstruo celeste y banda de elementos “venusinos”, la Señora de Tempoal. 

Algunos elementos, añadió, como el oyohualli, cuyo símbolo parece caracterizar el poder de creación, fertilización y de la clase gobernante, parece haber pasado al altiplano con un estilo diferente al costeño. 

Es decir, éste (que simbolizaba el baile, gozo y hasta la lujuria) fue un elemento huasteco apropiado y reinterpretado, que pone en evidencia el papel preponderante de la cosmogonía y simbología huasteca en la gestación de una nueva ideología y religión azteca.

El Golfo es más extenso de lo que se dice
Antonio García habló de aspectos generales de lo que piensa que son rasgos de larga duración en el Golfo, como la vocación mercantil, muy anterior a la conquista europea. “Es un espacio de tráfico de mercancías, productos, ideas, con una densidad de acumulaciones culturales de por lo menos 35 o 40 siglos de vida civilizada. Esto es importantísimo porque eso va aparecer, incluso, mil 500 años después del esplendor de San Lorenzo, en el sur de Veracruz, o varios siglos después del de Tajín”. 

Retomó el tema de los límites geográficos y consideró que el Golfo es más extenso, no termina en el río Tonalá, entre Veracruz y Tabasco, más bien el río Tortuguero “es exactamente el límite” con el mundo maya. 

También mencionó el límite norte, que generalmente se dice que es el río Pánuco, cuando Tamaulipas también formaría parte de las llamadas culturas del Golfo, incluso con rasgos mesoamericanos. 

“Pienso que la región del Golfo tiene que ser pensada, más que en términos geográficos, en culturales y lingüísticos”, dijo. “En general, es considerada el tlalocan (el paraíso regido por Tláloc).” 

Además, abundó en la interrelación, rasgos comunes y préstamos mutuos de grupos lingüísticos: “Podemos decir que hubo, desde poco antes del clásico, una especie de trasiego de pueblos enlazando el área maya con la huasteca. Hay que tomar en cuenta que el tének es una lengua maya, la única que está fuera geográficamente del área maya. Entonces, en algún momento tuvo que haber continuidad y esa seguramente se estableció por el Golfo, porque es donde quedaron enorme cantidad de préstamos mayas y protomayas, tanto al mixe-zoque como al náhuatl”. 

Además de las lenguas, otro aspecto más del que habló detalladamente fue el de una escritura anterior a la maya. Para ésta partió de la lápida El Cascajal (encontrada en la zona del hoy municipio de Jáltipan, Veracruz), que él ve como una “nómina de tributos”, los cuales son muy parecidos a los de los naturales de esa misma zona pero ya en el siglo XVI. 

“Lo que tenemos es una historia muy interesante en el Golfo: el Golfo como origen de la primera escritura mesoamericana, con esos antecedentes, como El Cascajal, una representación que no es glífica, sino parecida al Códice Mendocino, de objetos que se tributan.” 

Para concluir, dijo que el Golfo de México “encierra un montón de características que hay que seguir estudiando”. 

Este ejercicio se desarrolló el 8 de junio, con transmisión en línea y puede verse en: https://www.youtube.com/watch?v=9nCsaKF6MhQ