Xalapa, Ver., 13 de agosto.- Disfruta este domingo de nuestra sección Di-Versos Con-Sentidos, donde encontrarás poemas de Daniel Jiménez, Tetrástrofo Monorrimo Alejandrino; la reseña cultural sobre Roberto Picciotto; el arte visual de Chek y Josafat Santos y el cuento de Ricardo Paredes Prior. Esperamos que sea de tu agrado.
≈Poesía≈
≈Reseña≈
Roberto Picciotto, una rara mariposa en el jardín de la poesía
Por Williams Paul
En un ámbito literario como el actual (le llaman posmodernidad, pero quién sabe), con voces repetidas hasta el hartazgo y clonaciones de estilo y poetas y escritores que parecen hechos en número de serie, pues no se distingue dónde empieza uno y donde termina el otro, la obra de Roberto Picciotto resulta una rareza de difícil clasificación. Los raros traen las novedades, pero la mayoría no los comprende, pues están en un canal que los raros no manejan, y como no los entienden los desechan. Sin embargo, la rareza, como reza un proverbio chino, hace de la mariposa el único límite del jardín. Roberto Piccioto es un poeta indispensable, un incomprendido, de los que ya no existen, que ha logrado lo que Eliot y Rilke exigían a los nuevos poetas: una voz propia. Aquí le recomendamos ampliamente su poemario Escabeche de Vizcacha, un pequeño librito que redimensiona la poesía y su forma de leerse. Como decía Ezra Pound, un aspirante a poeta o escritor debe leer las obras en sus originales, aunque no entienda el cien por ciento de las imágenes e ideas ahí plasmadas, porque al menos entenderá el ritmo y la cadencia que son esenciales en la escritura. Cadencia ritmo y respiración que en la obra de Roberto Piccioto son indispensables. Las figuras retóricas y las imágenes presentes en sus poemas resultan muchas veces inconcebibles para los gustos comunes, sin embargo la respiración, el ritmo y la cadencia son como su título lo sugiere, deliciosos, únicos. Aquí el significado vuela a ras de pasto o se deja caer sin paracaídas desde la estratósfera, el lenguaje es asimétrico y las asociaciones parecieran imposibles y difíciles de alcanzar; uno se queda perplejo, por no decir pen…jo en esas encrucijadas donde las cosas siempre están a punto de ser pero que no llegan a serlo o que desembocan en callejones sin salida. En fin, es su librito una explosión del lenguaje, una pirotecnia de los sentidos no apto para cualquier paladar, o al menos no para los paladares educados en la mainstream, amantes de las voces repetidas y de las citas. Aquí lo que prevalece es el acto de decir y respirar, el acto de vivir el cambio de sin sentidos, su rico arsenal discursivo atenta contra toda intención de síntesis. Como dice el Hijo del vulgo, Piccioto “es un escándalo para los sentidos y el buen gusto”… Para muestra basta un botón:
“Parpadeando desde la cama, el ojo registró estrías de luz en la persiana y moroso como un agente de bolsa en fin de juerga el aire se vistió de gris:
Este recuerdo matinal, como cualquier otro puede servir de explicación a la existencia del café y a la prosodia pausada entre sorbo y sorbo de una cosmogonía –
Tendenciosa la letra marca la página como una fila de hormigas discursivas en busca de alguna astilla de azúcar perdida detrás de la lacena.
Para eso sirve, para eso cae
De la lengua al mundo, para eso…”
≈Arte Visual≈
≈Cuento≈
La espera
Por: Ricardo Paredes Prior René lo supo por casualidad. Lo escuchó en la radio un día que viajaba en autobús. Caso raro, pues por lo regular, él tiene una manía estilo Virginia Wolf, hacer su vida al interior de una habitación y no salir, salvo en los momentos imprescindibles, cuando necesita arreglar algún papel que solicita expresamente su firma de puño y letra; además de fechas especiales y eventos de su predilección. Se mantiene haciendo trabajos como freelancer. Tras diez años, y con la esperanza de que ocurriera, la novedosa noticia del próximo estreno de la séptima entrega de Star Wars llegó a sus oídos. En tres meses habrá de estar lista, decía el spot. De inmediato, concluyó que en dos meses saldrían a la venta los boletos de la premier. Al llegar a su apartamento, le marcó por teléfono a Laura, su novia de toda la vida, para platicarle su felicidad. Ella no es tan fanática, le da igual. Es muy distraída, jamás llega a tiempo a sus citas porque siempre se le atraviesa un imprevisto o recuerda a última hora que debía estar en tal lugar. Por tal razón, ella sabía que en los próximos días, y por culpa de las obsesiones de René, iba a estar bajo una presión ridícula y estresante de recordatorios, comentarios aislados y hasta pasivo-agresivos. Llegó la fecha, se puso en marcha la venta de tickets para el día del estreno. Desde que René se enteró de la fecha, su obsesión lo llevó a estar cada cinco minutos revisando la página del Ticket Master. Cuando vio que la venta dio inicio, estuvo pegado a la computadora por más de dos días, hasta que por fin logró comprarlos. Presto descolgó el auricular, llamó a Laura. Ella no contestó, así que le marcó a su celular. Suena el celular, Laura checa el identificador y suspira al ver que se trata de René. Piensa que una vez más la atosigará con datos cultos e inútiles sobre una película de la que únicamente le gustan los ewoks. Ella levanta el auricular con más resignación qué ganas. —Los tengo— dijo René — ¿Cómo?, ¿que tienes qué?— contesta Laura —Los boletos mujer, los boletos. ¿Dónde tienes la cabeza? — ¡Qué bueno! ¿cuándo es el estreno? —Dentro de mes y medio— Llegó el día mencionado. La cita es a medianoche, pero deben salir rumbo al cine con dos horas de anticipación porque René vive al otro lado de la ciudad y deben abordar dos líneas diferentes del metro; además de tomar un microbús. La hora de partir se acerca; él está listo desde hace horas, sólo espera a que llegue Laura. Está comenzando a desesperarse. Él le había dicho que llegara media hora antes a su casa porque ya sabía que ella se retrasaría. René comienza a caminar sin cesar por la sala de su apartamento y a cada instante revisa su reloj y se pone atento al ruido de las escaleras, esperando que en algún momento los pasos que escucha pertenezcan a Laura. Comprueba que todo está bien cerrado, pero en su desespero abre y cierra la ventana que da a la calle; se asoma para registrar las siluetas en la acera y reconocer la de Laura. En uno de sus escrutinios, al abrir la ventana, una mosca kamikaze entra al departamento y comienza un vuelo torpe de reconocimiento golpeando con todas las paredes de la habitación. El engorro de René va in crescendo, la mosca, en su vuelo trémulo, lo asedia y el engorro se transforma en molestia. Al notar el avance implacable de las manecillas del reloj y la ausencia de Laura, su enojo se torna en maldiciones. Ya han transcurrido cinco minutos después de la hora acordada y Laura ni sus luces. Por fin llega con 20 minutos de retraso. Él no dice nada, sólo sale de su apartamento, echándole una mirada matona. Atraviesan la ciudad en las dos líneas del metro y al llegar a la parada del autobús deciden no tomarlo y se suben a un taxi para ahorrar tiempo. Llegan al cine rayando el minuto final antes del comienzo de la proyección. Compran los tickets, se toman un instante para pasar por la confitería; al fin y al cabo pueden prescindir de los avances. Entran a la sala, René busca la cuarta fila para sentarse a la mitad de ésta y disfrutar de la función. La película empieza a proyectarse en la pantalla. Él está que no cabe de júbilo; come unas cuantas palomitas, cuando de pronto, la imagen va desapareciendo. Entonces, un encargado del cine anuncia a los espectadores que el rollo de la película se está quemando. Por el rostro de René se ve correr una lágrima de rabia y desilusión; mientras que en la cara de Laura se asoma un semblante de desagrado porque tendría en los siguientes días tendrá que soportar un sin fin de reclamos, insultos, frustraciones y todos las discordias de la cabeza de René…