Estados Unidos. 15 de marzo del 2021.- Tal como estaba previsto, los preparativos para las negociaciones que podrían conducir a nuevas negociaciones sobre el acuerdo nuclear iraní han avanzado lentamente y tanto el gobierno de Biden como la República Islámica de Irán profieren amenazas y acusaciones, lo que forma parte de la danza ritual previa a la negociación. Dicho esto, la semana pasada pudimos ver nuevas amenazas militares contra Irán, lo que podría anunciar una de estas dos alternativas: o los preparativos llegan a una fase crucial, o bien la nueva administración de Washington, con el apoyo de Riad y de Tel Aviv, adopta una postura más agresiva contra Irán.

En primer lugar, la publicación del informe de inteligencia del Departamento de Estado sobre el asesinato de Jamal Khashoggi en octubre de 2018. En él se identifica al príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman (MBS), como responsable de la aprobación del asesinato del periodista del Washington Post; el equipo que lo llevó a cabo dependía directamente de él 1. Sin embargo, el gobierno de Biden no ha tomado ninguna medida contra el príncipe heredero o contra el reino saudí.

Por supuesto, no cabe ninguna duda de que otros países de la región, incluido Irán, han matado, torturado y encarcelado a periodistas, escritores y columnistas, pero lo que hace que este caso sea especialmente atroz no es sólo la forma brutal en que Khashoggi fue asesinado y desmembrado, sino el hecho de que el mismo país que dice defender los “derechos humanos” en Medio Orienter opta por hacer la vista gorda ante el principal culpable y por supuesto, sus aliados siguen su ejemplo. Ante todo esto, las pretensiones de defender los derechos fundamentales, por no hablar de la democracia, resultan una burla.

Luego vino la respuesta pasiva de la administración estadounidense a las amenazas directas del ministro de Defensa israelí, Benyamin Gantz, contra Irán. El 4 de marzo, Gantz dijo: «El ejército israelí está actualizando sus planes operativos para un posible ataque futuro contra el sitio nuclear de la República Islámica.» 2 En una entrevista con Fox News reiteró la amenaza y fue categórico: «Si el mundo los detiene primero, está bien. Pero si no es así, tenemos que ser independientes y defendernos por nuestra propia cuenta». 3 Según Gantz, Israel ha identificado una serie de objetivos y se está preparado para destruirlos para evitar así que Irán “desarrolle armas nucleares”. Por supuesto, una operación de este tipo no podría llevarse a cabo sin la aprobación de los Estados Unidos, pero incluso bajo el mandato de Trump, los Estados Unidos no mostraron ningún interés en apoyar lo que podría convertirse en una guerra total en el Medio Oriente.

La cuestión consiste en saber por qué Israel se ha abstenido hasta ahora de llevar a cabo dicho ataque. Después de todo, Israel bombardeó un reactor nuclear iraquí cerca de Bagdad en junio de 1981. Los cazabombarderos F-15 y F-16 -la cantidad no fue revelada- logró destruir el reactor en la operación bautizada como «Operación Ópera» (“Osirak”). Desde entonces, el potencial aéreo israelí ha venido creciendo considerablemente y las informaciones disponibles sobre las instalaciones nucleares iraníes (aunque no hay pruebas de que Irán sea capaz de producir armas nucleares en la actualidad) son precisas y abundantes. Lo que hasta ahora ha disuadido a los israelíes es el temor a las represalias de los aliados de Irán dentro del Hezbollah libanés y sus fuerzas presentes aún en Siria.

Contrariamente a lo que dicen las fuerzas de la oposición iraní de derecha y los partidarios “de izquierda” de un «cambio de régimen», esto tiene poco que ver con las ambiciones religiosas de la República Islámica (extender el Islam chiita en la región) sino que está relacionado con la protección contra los ataques aéreos israelíes. El hecho de que un Estado sea reaccionario no supone necesariamente que esté haciendo algo más quei, incluido el Hezbollah, tenían inicialmente como objetivo la difusión del Islam chiíta, pero hoy, su política exterior está determinada por factores más pragmáticos. ¿Cómo explicar si no el apoyo histórico de Irán a la Armenia cristiana contra el Azerbaiyán musulmán?

Asimismo, han reasurgido las tensiones entre Irán y Arabia Saudita en torno a Yemen. El pasado fin de semana (6 y 7 de marzo), el reino saudí lanzó incursiones aéreas sobre la capital yemení, Saná. Por su parte, las fuerzas Houthi respaldadas por Irán estarían detrás de los ataques con misiles y drones contra instalaciones petroleras saudíes.

Lo que precede no significa que las negociaciones secretas entre Irán y los Estados Unidos no avancen. Esta semana, el ministro de Asuntos Exteriores irlandés, Simon Coveney, se reunió con el presidente iraní, Hassan Rohani, en Teherán en el marco de lo que se suponía que iba a ser un esfuerzo por reactivar el acuerdo nuclear. El presidente francés Emmanuel Macron también se ofreció como intermediario, aunque no está claro si hasta ahora ha desempeñado algún papel.

La situación produjo un aumento del forcejeo de los grupos de presión en la capital estadounidense. El 8 de marzo, el destacado senador republicano Bill Hagerty [de Tennessee, ex embajador en Japón bajo el mandato de Trump], que forma parte del Comité de Política Exterior del Senado, culpó a la «política flexible de Biden hacia Teherán» de los ataques con drones de los Houthi a los campos petrolíferos saudíes. Un día antes, había tuiteado:

«Otro ataque con misiles contra Arabia Saudita hoy, con todas las características de un ataque apoyado por Irán. Parece que la voluntad de @POTUS [Potus=President of the United States: presidente de los EE.UU.] Biden de reducir las sanciones contra Teherán estimula a los mulás a intensificar su agresión contra nosotros y nuestros aliados.» 4

El 9 de marzo se publicó una carta firmada por 70 miembros republicanos y 70 demócratas de la Cámara de Representantes, dirigida al Secretario de Estado Antony Blinken. Esta iniciativa bipartidista pide buscar un acuerdo para restablecer los límites del programa nuclear iraní, pero también añade nuevas exigencias: Irán no sólo debe reducir su programa de misiles balísticos, sino también modificar su “comportamiento perjudicial en todo el Medio Oriente”.

Por cierto, yo me opongo a los programas nucleares y de misiles de Irán y a su política en Medio Oriente, pero la ignorancia (o la hipocresía manifiesta) de la declaración anterior nos obliga a preguntarnos qué nos revela realmente esa carta sobre la política exterior de la potencia hegemónica mundial.

Pese a todas sus medidas reaccionarias, incluida la violenta represión del pueblo iraní y la aplicación de políticas económicas neoliberales, no fue Irán, sino la administración estadounidense la que abandonó unilateralmente el acuerdo nuclear iraní, no porque fuera un “mal acuerdo”, como dijo siempre Trump, sino porque era el acuerdo de Barak Obama. Cualquier intento de renegociación no puede ignorar ese aspecto fundamental.

El programa de misiles balísticos de Irán es un hecho deplorable, sobre todo porque un país que se enfrenta a una grave crisis económica, agravada por el Covid-19 y las sanciones impuestas por los Estados Unidos, debería tomar otro rumbo. Sin embargo, el programa de misiles es una forma de protección. Cuando un régimen se ve amenazado por un ataque, toma medidas que le permitan contraatacar.

Veamos ahora la política regional de Irán. Tenemos que ser muy claros sobre quién creó una situación en la que Irán se convirtió, al menos nominalmente, en un país poderoso en el Medio Oriente. Se trata de Estados Unidos, con sus guerras inconclusas en Irak y en Afganistán. Irán obtuvo así una ventaja sin precedentes, ya que dos