Cuando un científico se convierte en agricultor: sembrando semillas académicas

Autor: Juan Carlos Serio-Silva (juan.serio@inecol.mx)

Red de Biología y Conservación de Vertebrados, Instituto de Ecología A.C.

Foto 1. JC y estudiantes actuales

Foto 1. JC y estudiantes actuales

Sin duda, el dedicarse a invertir una vida en favor de la ciencia plantea durante su recorrido muchas encrucijadas. Al principio generalmente eres solo un(a) joven con muchas ilusiones y enorme ímpetu, quien desea contribuir a hacer mejor a este planeta y su humanidad, esto a través de los hallazgos obtenidos con base en muchos aciertos, pero muchos más tropiezos durante el camino recorrido. Poco a poco, uno va creciendo en experiencia y trayectoria, todo de la mano de quienes forman parte de tus maestros, que te van guiando de muy diversas formas y que con su desempeño docente, pero más aún, su personalidad te marcan y sostienen como un ser humano que busca destacar desde el sustrato de “arenas movedizas” que significa la investigación científica.

Muchas veces me he preguntado: ¿Cuantos homenajes tendría obligación de hacer a quienes con mucho esfuerzo y convicción intentaron dejar algo bueno durante mi carrera científica? La respuesta es que, seguramente no me alcanzarían varias vidas para agradecerles a todos(as) ellos(as) lo que han sembrado con cada palabra, consejo y motivación en un servidor, ayudándome a crear un piso firme para seguir esta hermosa disciplina con dignidad y ética, y claro, tratando de replicar lo justo y lo correcto (siempre aprendiendo y escuchando argumentos novedosos), pero también sabiendo que hay cosas que en el pasado te enseñaron y que quizás no eran adecuadas, y por tanto se debían dejar en el camino durante mi propio desempeño en la vida cotidiana, siguiendo la premisa que aún de lo malo, también se aprende.

Foto 2. Uganda

Foto 2. Uganda

Hoy curiosamente trato de seguir aprendiendo de quienes puedo, pero las manecillas del reloj avanzan más rápido y los años te colocan en la posición en donde te corresponde ser un “agricultor sembrando semillas académicas”: ¡con toda la responsabilidad que eso significa!. Muchos colegas coincidirán que nada es más enternecedor que el momento en que un chico(a) llega contigo y desea iniciar su trayectoria en esta disciplina, y te ves reflejado en esa escena que tú mismo representaste años atrás, buscando una oportunidad ante un profesor, al que básicamente le ofreces tus habilidades y talento para tratar de seguir creciendo en una mancuerna que nunca más se podrá romper. Durante ese tránsito, se convive en tantos espacios: trabajo de campo, laboratorio, reuniones, exámenes y hasta celebraciones de muchos tipos, pero sobre todo, los lazos más fuertes se tejen en aquellos momentos difíciles por los que atraviesan, donde uno pasa a ser de un simple profesor a un confidente y consejero en problemas –a veces muy serios- que pueden hacer tambalear sus propias vidas. Es justo ahí donde la alianza crece, y donde si hay sensibilidad y empatía como profesor, te conviertes en un pilar en la toma de sus decisiones, siendo esto siempre una enorme responsabilidad que uno debe asumir.

Foto 3. JCSS en campo

Foto 3. JCSS en campo

Con el paso del tiempo han pasado ya decenas de estudiantes que me han brindado esa majestuosa confianza que jamás me cansaré de agradecer, y a los que –en medida de mis posibilidades- espero haber retribuido en cuanto a sus expectativas. Pero durante este recorrido, e independientemente de sus propios logros académicos (que generalmente son muchos), lo que más me halaga es el conjunto de amigos y colegas que uno va cosechando por la vida. A varios de ellos les he comentado la analogía de sentirse a estas alturas como un tronco de árbol maduro, que con cada uno de ellos graduados y con futuro propio, ofrecen a la humanidad su talento en forma de nuevos frutos y que eventualmente serán captados por un dispersor (institución) que hará que rieguen sus propias semillas para continuar este ciclo sin fin, y que se deriva de nuestra arrogancia de querer descubrir de manera más precisa nuestro universo.

Foto 4. curso fortaleza 2018

Foto 4. curso fortaleza 2018

Como sea, debo decir que mis estudiantes son uno de los lujos más majestuosos de la vida, y al paso del tiempo verlos nuevamente y escuchar sus relatos es como reencontrar a alguien de tu familia, con quien aprendiste a paladear sabores nuevos con aventuras irrepetibles y quienes te permitieron en su momento -como si fuera uno una ventosa-, absorber un poco de su juventud, su energía y su talento, creando nuevas y mágicas aportaciones en favor de la ciencia de México y el mundo. Sirva pues este breve mensaje, como un humilde tributo de gratitud a quienes me han mantenido vivo e ilusionado en este trayecto de encuentros de mutuo crecimiento y aprendizaje, que ha significado para mi cada paso por nuestra existencia. Hoy más que nunca resuena en mi mente esa melodía-poema de la inolvidable Violeta Parra:
¡Que vivan los estudiantes! Y que concluye su melodía con…. ¡Que viva toda la ciencia!