Xalapa, Ver. 04 de mayo del 2022.- Científicos de todo el mundo han determinado que 2030 es la fecha clave para revertir el cambio climático: sólo si el umbral de temperatura global no supera un incremento de 1,5 grados centígrados podría evitarse una catástofe planetaria, alertan. A menos de ocho años del llamado “punto de no retorno” para la humanidad, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) publicó este mes de abril la tercera y última parte de su Sexto Informe de Evaluación, dedicado a la mitigación.

En este documento, orientador de políticas públicas y acciones individuales, las medidas y soluciones posibles para contrarrestar los efectos negativos del calentamiento global aparecen como llamados urgentes para bajar las emisiones de efecto invernadero en un 50 por ciento en 8 años, una misión imposible, casi utópica, pero forzosa para contener el colapso ambiental que se avecina.

Consumir menos, caminar más, reducir la ingesta de carne, usar bicicleta, son medidas individuales que pueden incidir en la transformación del balance de emisiones de gases que provocan el calentamiento global, sólo si se acompañan de cambios importantes a nivel político, de planificación, de infraestructura, de tecnología, o de regulación. Como siempre, un problema del esquema IPCC es que nada es vinculante, ni para los gobiernos ni para las personas.

“Es ahora o nunca”, advierten los científicos que han venido reemplazando los focos rojos de los noventas por alertas, décadas críticas, fiebres planetarias, códigos rojos, límites climáticos, últimos llamados, y toda una madeja de eufemismos y metáforas para advertir a los gobiernos del mundo la dimensión del riesgo. El deadline (o fecha límite) que ponen para frenar el calentamiento del planeta es 2030, y podría convertirse en un death line para nuestra especie si sigue la tendencia a duplicar la temperatura (a 3oC), como advirtieron en el informe pasado, en 2014.

Más de 600 especialistas de 65 países participaron en la construcción de este informe en el Grupo de Trabajo 3, entre ellos Julio Díaz José, académico e investigador de la Facultad de Ciencias Biológicas y Agropecuarias de la Universidad Veracruzana (UV), en la región Córdoba-Orizaba, y el único mexicano en el equipo que integró el conocimiento científico de los últimos siete años en el capítulo llamado “Demanda, servicios, y aspectos sociales de la mitigación” (disponible en https://bit.ly/3MxDE4B).

En entrevista, el universitario comparte los resultados de la tercera parte del Sexto informe (AR6, en inglés) y los puntos clave del capítulo que, a su juicio, apunta directo a las causas que están llevando al colapso ambiental: la demanda energética y los patrones de consumo a diferentes escalas, además de reiterar la inequidad de las aportaciones de ricos y pobres a este fenómeno global. Es la primera vez que este documento explora, desde la perspectiva de las ciencias sociales, cómo el comportamiento de la sociedad pueden contribuir a la reducción de las emisiones de los gases que están cambiando el clima.

¿En qué situación estamos hoy, en 2022, respecto a las estimaciones, escenarios y metas de reducción que se plantearon en 2014?

Lo primero que hay que decir es que no estamos en el camino de limitar el calentamiento por debajo de 1.5 °C …

¿No vamos a alcanzar esa meta para 2030?

No quiero decir que no vayamos a lograrlo porque aún estamos a tiempo de revertirlo, al menos desde el consenso científico pensamos que se puede si se adoptan medidas más eficientes. Lo que digo es que a pesar de que existe una reducción inmediata de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en todos los sectores, el objetivo está lejos de ser alcanzado. Es cierto que se están tomando acciones climáticas por parte de algunos países, pero en la última década (2010-2019) las emisiones fueron las más altas en comparación con el año 2010 y 54 por ciento mayores si se comparan con el año 1990. Desde el año 2010 también ha habido una reducción de hasta el 85 por ciento en el costo de energía solar y eólica, y las baterías. Pero todo esto no ha sido suficiente.

¿Qué necesitamos para que sea suficiente?

Limitar el calentamiento a ese nivel (1,5 °C) requiere que las emisiones que tenemos a los niveles de 2019, sean reducidas a la mitad en el año 2030. El metano que es un gas de vida corta pero muy potente, deberá reducirse cerca de un tercio en el mismo periodo. Los próximos años serán críticos, pero existen alternativas para mejorar las posibilidades de tener éxito en ello. Los gobiernos deberán orientar la inversión y políticas públicas hacia estos esfuerzos, en sus diferentes niveles. Instrumentos regulatorios y de mercado han sido efectivos, por ejemplo, incentivar la generación de energías renovables, la eficiencia en los vehículos, la eficiencia energética en la construcción y la industria, la innovación tecnológica y la inversión en ciencia y tecnología para encontrar nuevas alternativas…yo creo que tomar acciones inmediatas es la clave para alcanzar los objetivos planteados. Posponer las acciones tendrá un alto costo para la humanidad.

¿Qué sectores son prioritarios para revertir la tendencia?

Todos, tenemos que pensar en todos, pensar en términos de sistema planetario porque ya no tenemos más tiempo. Hay que bajar ya los patrones de consumo, de demanda energética, las emisiones de GEI en cada uno de nuestros espacios de vida. Las ciudades y otras áreas urbanas, por ejemplo, son responsables de más de dos tercios de las emisiones (67 a 72 por ciento) a través de la producción y consumo de bienes y servicios, por lo que la creciente concentración de personas y actividades en las áreas urbanas también representa una oportunidad de reducción.

En el sector de la construcción, que contribuye con el 21 por ciento de las emisiones, el acondicionamiento de los edificios con nuevas tecnologías puede reducir significativamente el uso de energía y agua. El sector de la industria, responsable de aproximadamente un cuarto de las emisiones (24 por ciento) la eficiencia en el uso de materiales y el reciclaje de productos son algunas alternativas muy importantes. En el sector transporte, la reducción de la demanda (trabajar desde casa por ejemplo, caminar o usar bicicleta, reducir el uso de automóvil), así como tecnologías bajas en carbono tienen gran potencial para reducir emisiones; por ejemplo, los vehículos eléctricos ofrecen una alternativa en este sector cuando son combinados con electricidad baja en carbono.

Y un punto clave, en relación con la agricultura, los bosques, y el uso de la tierra (que contribuyen con el 22 por ciento de las emisiones), es que este sector no solamente proporciona una oportunidad de reducción de emisiones, sino también la posibilidad de remover y almacenar CO2; también, acciones bien implementadas pueden beneficiar la biodiversidad y ayudar a adaptarnos al cambio climático, asegurar los medios de vida y mejorar la seguridad alimentaria.

Pero seguimos como sociedades empujando la demanda energética, ¿ha habido avances para reducir las emisiones del sector?

Parcialmente. Hasta este momento, las contribuciones más importantes provienen de la energía solar y eólica, así como mejoras en la eficiencia energética, reducción de la deforestación, reducción de emisiones metano, pero no en el uso de combustibles fósiles. Tenemos que utilizar sistemas energéticos bajos en carbono, promover el uso de energías alternativas como hidrógeno y biocombustibles para aquellos casos donde es complicado la descarbonización, por ejemplo en la aviación y vehículos pesados, así como mejorar la eficiencia energética. Es too un reto.

Esta es la primera vez que el IPCC incluye un capítulo relacionado con aspectos sociales del cambio climático, ¿qué implica para el informe este enfoque?

Creo que el aspecto más importante es que nos permitió abordar la demanda y el consumo como dos claves de la mitigación. Las soluciones regularmente se evalúan en términos de costos y potencial de reducción de emisiones, dejando de lado los efectos directos de estas acciones en el bienestar de las personas.

Por ejemplo, en un estudio que realizamos recientemente y que fue publicado por la revista Nature Climate Change (https://go.nature.com/3rRVRSK) encontramos que la reducción del consumo de carne y adoptar formas más activas de transportarnos como la caminata y la bicicleta tienen un alto potencial de reducción de emisiones, y al mismo tiempo tienen un largo impacto positivo en nuestro bienestar, principalmente en nuestra salud, sobre todo en reducir la prevalencia de enfermedades no transmisibles, las cuales representan el 71 por ciento de las muertes en todo el mundo de acuerdo con la OMS. Con lo que llamamos “soluciones de mitigación desde la demanda”, nos enfocamos en cambios sobre el uso y adopción de nuevas tecnologías, el consumo, el comportamiento, los estilos de vida, la provisión de los servicios. Como decía, si las ciudades aportan más de dos tercios de las emisiones, las decisiones personales de la gente en la ciudad también pueden aportar a la reducción.

Pero el enfoque en acciones individuales ¿no deslinda de su responsabilidad a los gobiernos y a los grandes “energívoros”, a las corporaciones, a las opulencias..?

Bueno, en el Informe tenemos claro dos cosas. Por un lado, que el individuo solo no podrá, pues se requieren cambios más radicales que involucran decisiones de política e inversión en infraestructura, tecnología y regulaciones o incentivos; por ejemplo, a muchos nos gustaría ir al trabajo en bicicleta, pero no es algo seguro, y puede ser que también nuestro trabajo se encuentre muy retirado de nuestro hogar. Entonces se requiere de la infraestructura necesaria, la planeación de las ciudades para promover sistemas de transporte más amigables con el medio ambiente, ubicar mejor los centros laborales. Igual pasa con la dieta, orientar un consumo reducido en carne requerirá de promover hábitos más saludables, incentivar el consumo y producción eficiente de vegetales, etcétera.

Además, sabemos que el aporte de emisiones ha sido muy desigual desde siempre. Mientras que los países desarrollados donde habita el 16 por ciento de la población mundial emitieron más de un cuarto de las emisiones globales (27 por ciento), los países menos desarrollados, emitieron sólo el 3 por ciento. Incluso es desigual dentro de los países, pues a nivel mundial, el 10 por ciento de los hogares más ricos del mundo (muchos de ellos en países menos desarrollados) contribuyeron con cerca del 40 por ciento de las emisiones, mientras que el 50 por ciento de los más pobres contribuyeron con menos del 15.

Pensamos que sí hay alternativas, el informe es claro en eso. Con las estrategias de mitigación que caracterizamos como “Evitar, cambiar y mejorar” planteamos, desde una perspectiva de sustentabilidad y en sentido amplio, una perspectiva que debe adoptarse en cada una de las acciones y decisiones, individuales y colectivas, para habitar en el planeta. Lo que el Informe deja claro en este capítulo es que tenemos que hacerlo ya, si queremos evitar el colapso ambiental en el corto plazo, ya no tenemos opción de postergarlo.

 

*Julio Díaz José es licenciado en Comercio Internacional de Productos Agropecuarios, maestro en Estudios del Desarrollo Rural y Doctor en Problemas Económico-Agroindustriales. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, especializado en desarrollo agrícola, transferencia de tecnología y sustentabilidad, y Autor Líder del Grupo de Trabajo 3 del Panel de Expertos sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC).