Cedric Bossard
Xalapa, Ver.- Con 21 años de edad realicé una movilidad académica en la Universidad Veracruzana, en donde cursé experiencias educativas de tres carreras: Letras, Historia e Idiomas.
Esta aventura comenzó el 23 de julio (de 2019), cuando llegué a Veracruz acompañado por Clara. El insoportable calor no impidió que los mentores asignados por la Dirección General de Relaciones Internacionales (DGRI) nos “cobijaran” al brindarnos ayuda e información oportuna.
Me llevé una gran sorpresa al enfrentarme al sistema universitario mexicano, pues éste dista mucho del francés. Las diferencias van desde las 25 a 30 horas de clases semanales y las interminables tareas, hasta la forma de evaluación, misma que me permitió conseguir un promedio de 9.17 durante mi primer semestre.
Sin duda, mi mayor choque cultural tuvo que ver con la relación entre estudiantes y maestros: los profesores son muy simpáticos y apasionados por su trabajo, crean un ambiente cómplice, amigable y respetuoso con sus alumnos.
La DGRI, a través de la Coordinación de Programas y Servicios, organizó varios eventos en la Escuela para Estudiantes Extranjeros, que se convirtió en un punto de reunión para todos los que realizábamos una estancia de movilidad. Entre las cosas que más me gustaron destacan la kermés mexicana, la muestra gastronómica y el ballet folklórico. Además, el equipo organizador también nos permitió asistir a conciertos de la Orquesta Sinfónica de Xalapa en Tlaqná, Centro Cultural, así como a un viaje a Naolinco a propósito del Día de Muertos. Todas estas actividades propiciaron la convivencia entre todos de una forma maravillosa.
Durante el periodo vacacional decembrino, algunos amigos de Francia llegaron de visita, así que aprovechamos para recorrer algunos de mis lugares favoritos en México: Xico, Coatepec, Puebla, CDMX y Teotihuacán. Ya una vez entrados en el frío de enero, viajamos a la península de Yucatán en busca de un clima más cálido, visitamos Chichen Itzá, Tulum, Bacalar, Isla Mujeres e Isla Holbox, donde pudimos apreciar los maravillosos paisajes de México.
Una vez de regreso a Xalapa, las clases en la Unidad de Humanidades, programadas para iniciar el 5 de febrero, se aplazaron hasta el 17 de marzo, a causa de las remodelaciones en sus instalaciones. Sin embargo, la imprevista llegada del Covid-19 a México provocó que este plazo se extendiera hasta el 30 de abril. Esta situación provocó que tanto mi familia como la Universidad de Nantes se preocuparan por mi bienestar e insistieran en apresurar mi regreso a Francia. Al principio me negué, puesto que la situación en México con respecto al Covid-19 era mucho mejor que la que enfrentaban mis compatriotas en mi país natal.
No obstante, esto no impidió que la Embajada de Francia en México se pusiera en contacto conmigo y con mis compañeras francesas para recomendar nuestro pronto regreso ante la posibilidad de un cierre total de fronteras y la cancelación de todos los vuelos con destino a mi país. Todos estos factores me impulsaron a tomar la difícil decisión de regresar a casa, lo cual implicó no poder despedirme de todos los amigos que formaron parte de mi vida durante nueve meses, pero lo hice pensando en mi bienestar y en el de mi familia, pues es importante estar con ellos en estos tiempos difíciles.
Con el corazón roto llegué a París, aún sin haber aceptado la realidad. Entre más me acercaba a Nantes más fuerte me invadieron las ganas de llorar: ya no estaba en mi México lindo y querido. Ahora, poco a poco me readapto a las costumbres francesas, sin dejar de extrañar a mi hermosa Xalapa y la maravillosa familia que dejé allí, conformada por amigos, maestros y todo el equipo de la DGRI, a quienes agradezco su amabilidad, su simpatía, su amor y su comprensión. ¡Muchísimas gracias por todo!