• Es el Tratado breve de medicina y de todas las enfermedades, cuyo estudio, selección y notas estuvieron a cargo de Marcos Cortés Guadarrama, investigador del IIL-L 
  • La obra circula bajo el sello de la prestigiosa Iberoamericana Editorial Vervuert 

 

 

 

“Llegué al Tratado breve de medicina por ese amor que tengo por la demonología, la alquimia y la astrología de otros tiempos. Con estos gustos no iba a tardar en aterrizar en el arte de la medicina” 

 

Karina de la Paz Reyes Díaz 

Xalapa, Ver.- El Tratado breve de medicina y de todas las enfermedades (1592) de fray Agustín Farfán, es considerado uno de los primeros textos de literatura médica en la Nueva España y este año fue publicado por la prestigiosa Iberoamericana Editorial Vervuert (Madrid/Frankfurt) en la colección “El Paraíso en el Nuevo Mundo”con estudio, selección y notas de Marcos Cortés Guadarrama, académico adscrito al Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias (IIL-L) de la Universidad Veracruzana (UV). 

El académico se dio a la tarea de trabajar en la selección de los cinco libros que constituyen esta obra y una de sus metas es “otorgarle un digno lugar al Tratado breve de medicina en nuestras letras nacidas durante el virreinato de la Nueva España”, de acuerdo con lo que se lee en el apartado Palabras preliminares del Estudio introductorio. 

Dicha publicación está conformada por 504 páginas y, en la reseña que de ella circula en su editorial, se informa que fray Agustín Farfán fue un médico respetado en la incipiente sociedad novohispana. Añade que la obra en mención es su libro más popular, pensado no para el especialista, sino para todo aquel que tuviera necesidad de una cura con un remedio casero, más aún si se encontraba lejos de los centros urbanos, donde no existían boticas ni profesionales, en las minas o pueblos de indios”. 

Cabe recordar que Cortés Guadarrama también editó uno de los primeros incunables de la península ibérica: Flos sanctorum con sus etimologías. Lo maravilloso hagiográfico (Editorial UV, 2018). 

 

Desde la negación se dio a conocer la otredad 

En entrevista para Universo, el investigador dijo que no somos responsables de la historia, pero sí de cómo recordarla y con la publicación del Tratado breve de medicina se tiene el ejemplo de cómo se institucionalizó un discurso que buscaba asentar las bases de lo que debería ser la medicina ortodoxa, pues los métodos curativos de las poblaciones originarias eran considerados heréticos. 

Añadió que para saber de las prácticas de curación de las sociedades indígenas se puede recurrir a la tradición oral –pues a la fecha sigue vigente el empleo de distintas hierbas medicinalesasí como a diversas fuentes de la materialidad de la cultura escrita de la época, redactadas en las lenguas originarias o en español. 

“Lo curioso es que a través de este discurso que maneja fray Agustín Farfán en su obra de 1592, aun cuando ignora toda esta cosmovisión y ritualidad que llevaba a cabo el curandero indígena, en este discurso oficial, ortodoxo, institucionalizado, están presentes algunos de los elementos que los peninsulares aprendieron de esta medicina tradicional prehispánica. 

En este sentido, es una fuente muy interesante para conocer cómo desde la negación de una realidad se da a conocer esta otredad, que es la del mundo indígena y sus métodos curativos.” 

En la obra, el fraile agustino cita una variedad de plantas de la medicina tradicional mexicana; por ejemplo, ante el dolor de un diente o muela, él recomienda curarse según la tradición de la medicina hipocrática y galénica –que está en toda la literatura médica occidental–, pero también plantea que se tiene que curar con determinadas raíces y plantas netamente locales, que podemos encontrar en gran parte del territorio mexicano y más allá de sus fronteras; y lo hace proporcionando el nombre en la lengua indígena, concretamente en náhuatl. 

Es más, la obra da lugar a un “discurso de lo maravilloso” y para ilustrarlo el entrevistado compartió otro ejemplo: en esa época existía una tradición sobre la piedra bezoar –una especie de cálculo renal u otras masas de distinto volumen que se pueden encontrar en las vísceras de los animales– y el fraile escribió de una en especial que se criaba en el buche de las iguanas. 

El religioso precisa en el Tratado breve de medicina que en el río arriba de Coatzacoalcos hay unas iguanas machos llamadas en mexicano quacuetzpalintechutli, “principal o señor entre las otras”en cuyo buche se cría una piedra que cura absolutamente todo; incluso, él dice tener una en su poder. “La virtud que tienen es admirable”se lee. 

 

Se le hizo justicia a fray Agustín Farfán 

Marcos Cortés añad que la presente publicación de la obra forma parte de la tradición por rescatar la literatura novohispana –que se remonta a las crónicas de los primeros franciscanos, como fray Bernardino de Sahagún, o el Códice De la Cruz-Badiano, por citar un par de ejemplos. 

De acuerdo a la historia de la medicinano es posible hablar de una medicina científica en esa época, pues aún pesaba sobre ella el providencialismo religioso del cristianismo, afirmó el investigador del IIL-L. 

“En este sentido, la historia de la medicina es historia de la ciencia sí, pero tiene un quiebre. El quiebre es que en la época no había un tratado médico que no fuera compuesto bajo el amparo de la ayuda de Dios, de la Virgen, de los santos. En ese discurso se construye una poética bien interesante, desde mi punto de vista. 

Añadió: “Aun cuando la obra de Farfán nace de un esfuerzo y de una intención netamente médica, no por ello deja de construir su propia poética, que es interesante para otros campos de estudio –más allá de la historia de la ciencia. 

Es el caso precisamente de Cortés Guadarrama, cuya aproximación es a partir de la historiografía de la literatura, con especial interés en los quiebres que se producen por la influencia de un discurso providencialista. 

El Tratado breve de medicina y de todas las enfermedades, por un lado, salvo que se trate de una biblioteca especializada en temas de la historia de la medicina o historia virreinal, no es un material muy común; por otro, es de las pocas obras que se salieron de la tradición con la que se empleó la imprenta novohispana durante el siglo XVI: consagrada a publicar materiales religiosos (doctrinas, catecismos), para adoctrinamiento, y vocabularios y gramáticas en distintas lenguas indígenas que ayudaran a las órdenes mendicantes a la conversión de los pueblos originarios. 

Es más, para Cortés Guadarrama no se le había hecho justicia a fray Agustín Farfán, pues el gran autor estudiado en estos temas de la historia de la medicina es Francisco Hernández –tan es así que su obra completa está digitalizada por la Universidad Nacional Autónoma de México. 

Así, el investigador del IILL-l citó otros autores como Francisco Bravo y Alonso López de Hinojosos. El gran ausente era Farfán”, quien primeramente publicó un Tratado breve de anatomía y cirugía (1579). Incluso, el tratado de 1592 tuvo tanto éxito que en 1610 se reeditó. Y la historiografía agustiniana de la época afirma que no había un solo hogar en la Nueva España donde no estuviese el Tratado breve de medicina. 

“Llegué al Tratado breve de medicina por ese amor que tengo por la demonología, la alquimia y la astrología de otros tiempos. Con estos gustos no iba a tardar en aterrizar en el arte de la medicina, expresó el investigador. Además, el que salga nuevamente a la luz en plena pandemia por la Covid-19 cobró un mayor significado, “parece un mal chiste de marketing, es como si quisiéramos tratar de encontrar respuestas en cualquier parte e incluso hurgáramos en nuestro pasado más remoto”. 

En su opinión, esta pandemia ha demostrado que en muchos sentidos no estamos mejor preparados que las sociedades antepasadas –las de hace 500 años para encarar una pandemia. Para muestra citó a quienes creen que se trata de una teoría de la conspiración y las agresiones al personal de la salud, como si ellos fueran los responsables de propagar la enfermedad. 

“Por supuesto que hay un arsenal tecnológico al servicio de la ciencia médica, pero en la superstición, en el amparo de lo divino, parece que no somos muy diferentes de nuestros antepasados que encararon distintas pestilencias.” 

Para concluir, expuso que el estar ante esa indefensión Farfán lo compensó con mucho providencialismo, prácticamente lo que se hacía en sus tiempos era ayudar a bien morir. En cierto sentido“nos vemos reflejados en ese pasado novohispano”, cuando no queda más que adaptarse y seguir adelante con nuestras vidas en medio de una pandemia, tal y como lo hicieron los individuos de otros tiempos.