Bien dice el refrán popular, que hay que saber cuántos vienen a comer a la casa, para calcular cuánta agua hay que echarle a los frijoles, de modo que todas las personas convidadas alcancen algo. Desde luego, siempre es bienvenida la visita de nuestros seres queridos y se puede hacer rendir más el alimento, improvisar creativamente y racionar un poco, por el gusto de compartir la mesa cuando – felizmente – nos “caen” de sorpresa. La cosa se pone más complicada cuando no se trata de una visita esporádica, sino una necesidad que llegó para quedarse; y cuando no es que lleguen unas cuantas personas más, sino tres veces más de las que se pensaba – y para las que se cocinó ese día. Si me permiten una analogía un tanto burda, eso es lo que le ha pasado al ser humano en las últimas 7 décadas, durante las que la población mundial se ha triplicado: de los 2’500 millones de personas que habitaban la tierra en 1950, a los 8 mil millones de personas que la Organización de las Naciones Unidas calcula seremos a partir de estos días. Para ser precisos, se estima que el 15 de noviembre de 2022, nacerá el habitante número 8’000’000’000 – pongo la cifra para que no quede duda de que es ENORME. En nuestro país, el crecimiento poblacional también ha sido importante en las últimas décadas. Con cifras del INEGI, en 1950 había casi 26 millones de habitantes, y en 2020 se contaron 126 millones de mexicanos.
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