- Para los artistas soñar es el primer paso para luego cerrar el círculo que alcanza al escucha, mismo que tiene la oportunidad de beneficiarse de lo que uno hace, afirmó
- En medio de esto que he llamado la Tercera Guerra Mundial pero sin armas, el músico no puede darse el lujo de abandonar su trinchera, que es el estudio, aseveró
Jorge Vázquez Pacheco
Xalapa, Ver.– Rodrigo Álvarez Rangel, timbalista principal en la Orquesta Sinfónica de Xalapa (OSX), fue el primer egresado formal de Licenciatura en Percusiones de la Facultad de Música de la Universidad Veracruzana (UV), en 1995. Sus maestros fueron Jesús Reyes López y Alvin Krueger, aunque también toma en cuenta la enseñanza de Ernesto Martínez “Pingüi”, con quien no tomó clases formales pero tuvo el privilegio de actuar a su lado en conciertos ofrecidos por la OSX, sin duda una invaluable serie de lecciones.
La trascendencia a nivel nacional de Rodrigo es tal que ha sido elogiado públicamente por Ricardo Gallardo, director fundador del ensamble Tambuco, e invitado año con año para las temporadas que ofrece la Orquesta Sinfónica de Minería.
En entrevista para Universo, Álvarez Rangel rememoró su trayecto como alumno de Reyes López y Krueger. “Jesús Reyes es uno de los pilares en la enseñanza de las percusiones en Xalapa. Alvin llegó de su natal Ohio con la escuela de Cloyd Duff, integrante de la Cleveland Orchestra y uno de los maestros que mejor dominaban sus instrumentos. Reyes y Alvin iniciaron, desde mi humilde punto de vista, la escuela clásica en Xalapa”.
Es de notarse tu afición por el jazz y se te ubica como un excelente baterista. ¿Cómo surgió esto en tu formación artística?
Mi madre es pianista con estudios en el Conservatorio Nacional y mi padre es baterista en Difusión Cultural de la UV, de modo que no había más que continuar con una tradición que ya existía en la familia. De niño me regalaron una batería, lo que me animó a tratar de dominar el instrumento. Pero debo reconocer que asistir a los conciertos de la OSX cambió mi concepto de la música y lo que se puede hacer con el arte. Creo que todos coincidimos en que ir a las jornadas sinfónicas es una experiencia más que interesante. La actividad en el foro era muy emocionante para mí y siempre quise estar allá arriba y no en la sección de butacas, ser parte de todo ello.
¿Cómo se dio la relación con Gallardo y Tambuco?
Nos conocimos desde 1993, cuando ambos nos integramos a la gira de la OSX hacia el Festival Europalia. Gallardo iba como solista con una obra de Javier Álvarez y por aquella época ya estaba sobre la integración de Tambuco, ensamble que con el paso del tiempo se ha convertido en todo un referente a nivel internacional. Con ellos colabora como elemento de base otro egresado de la Facultad de Música y contemporáneo mío, Miguel González Zaragoza.
Coméntanos en torno de tu relación con la Sinfónica de Minería.
Se trata de una gran orquesta nacional que tiene como sede la Sala Nezahualcóyotl de la UNAM, un escenario fantástico y de acústica perfecta. Mi primera convocatoria se dio en 2013, en algo que comparo con el Juego de las Estrellas en el béisbol de las grandes ligas. Es una conjunción de verano para los mejores instrumentistas a nivel nacional con invitados extranjeros, directores de enorme celebridad y solistas renombrados. Mi desempeño ahí es como timbalista adjunto.
En Minería, tu estilo mesurado y sin aspavientos aunque de evidente efectividad, contrasta con la filigrana de Gabriela Jiménez, titular en este organismo artístico. ¿Es aprendido o heredado?
Existen diferentes técnicas y no tienen porqué ser parecidas las formas de tocar los timbales en Londres, Berlín, Nueva York, Los Ángeles, Ámsterdam o Seúl. Son diversos los caminos para llegar a Roma, pero el estilo que desarrolla un ejecutante será su sello y su firma. En mi caso, trabajo insistentemente en una forma de ejecutar de acuerdo a las necesidades del momento y de la partitura en turno. La adecuada nivelación de llaves para emitir notas nítidas, que empaten adecuadamente con la cuerda, las maderas o metales para obtener como resultado que la masa orquesta genere su propio empuje, ese pounch que logra que los escuchas se emocionen y disfruten de una adecuada interpretación.
Quiero mencionar como ejemplo a Omar González, percusionista originario de Orizaba y que ahora como titular en la Orquesta Filarmónica de Jalisco ha forjado un peculiar estilo gracias a su extraordinaria habilidad y dotes musicales. Omar fue también alumno de Alvin en Xalapa y todo indica que siguió al pie de la letra la prédica de este notable maestro, quien decía que con el paso de los años transformó y modificó a su manera la escuela aprendida desde Cloyd Duff. Optó por hacer lo que su oído le indicaba y durante sus clases nos indicó que seguir tal procedimiento ayuda a alcanzar lo que nos proponemos. ¿Cómo lograste ese efecto? ¿Utilizaste dedos, movimientos de muñeca o también los brazos? ¿Dónde querías poner esa nota? ¿Lo hiciste como apoyo a la cuerda, a las maderas o los metales? ¿Quisiste lograr un clímax o hacer lo que el director exige en ese momento? Comento esto porque es frecuente que el director pida en el concierto algo distinto a lo que se ensayó, con la intención de lograr mejores resultados en empuje y dinámica.
¿Cómo trabajas en tiempos de pandemia y qué expectativas tienes una vez que la emergencia sea superada?
En medio de esto que he llamado la Tercera Guerra Mundial pero sin armas, el músico no puede darse el lujo de abandonar su trinchera, que es el estudio. Ciertamente, la OSX ha reanudado actividades pero con ensambles pequeños –música de cámara, de hecho– y hay escasas participaciones para los percusionistas. Ha sido un periodo de confinamiento pero también de trabajo; dispongo de suficiente tiempo para practicar, escuchar e iluminar las ideas. No podemos reunirnos 80 instrumentistas, pero seguimos creando de manera personal y eso lo he establecido como una suerte de bandera a la que defiendo con denuedo. No incurrir en procesos negativos sino constructivos, porque para los artistas soñar es el primer paso para luego cerrar el círculo que alcanza al escucha, mismo que tiene la oportunidad de beneficiarse de lo que uno hace.
Los sobrevivientes emergeremos fortalecidos de esta crisis; el ser humano no fue programado para pensar en el día de nuestra muerte y un amante del arte no debe enfocar su atención en los horizontes negativos o en nubarrones cargados de pesimismo.
Hay mucho por aprender, eso es un impulso que genera los deseos de vivir y de superación vital. Creo que el que supone que ya llegó, es quien más distanciado se encuentra de sus objetivos. La creación musical es infinita, por eso seguimos escuchando la Quinta o la Novena Sinfonía de Beethoven, obras muy conocidas que convocan al público y llenan salas. Pese a su universalidad y que todos hemos escuchado, se trata de partituras en las que siempre descubrimos detalles nuevos. Y desde luego que deseo volver a interpretarlas.