- Desde 1983, Jesús Javier Bonilla ha investigado la indumentaria indígena en Veracruz, Puebla, Chiapas y Oaxaca
- Actualmente desarrolla un proyecto de producción de seda y teñido con grana cochinilla
Karina de la Paz Reyes Díaz
Xalapa, Ver.- Jesús Javier Bonilla Palmeros, investigador del Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana (UV), desde hace 37 años estudia la indumentaria indígena de México, principalmente de Veracruz, Puebla, Chiapas y Oaxaca. Como parte de sus investigaciones ha incursionado en la crianza de gusanos de seda, lo cual no se ha visto afectado en este periodo de resguardo domiciliario por la pandemia Covid-19, pues es precisamente en su casa donde desarrolla la sericicultura.
El especialista en estudios de iconografía y códices, recordó que la primera temporada de trabajo en campo como estudiante de la Facultad de Antropología fue 1983. Su estancia por un mes en la comunidad de Hueycuatitla (Monte Grande), municipio de Platón Sánchez, fue precisamente su primer acercamiento al simbolismo implícito en los motivos que aparecen en la indumentaria tradicional.
Explicó que por simbolismo implícito debe entenderse al conjunto de imágenes que conforman un sistema gráfico, que se encuentra codificado al interior de la sociedad y en el que los integrantes de la misma pueden identificar el estado civil de quien porta la blusa –ya sea por las figuras bordadas, los colores–, o en su caso también pueden funcionar como indicadores del nivel económico, incluso el desempeño de algún cargo civil o religioso.
“Algunas figuras que sólo están reservadas para las prendas ceremoniales conllevan cargas simbólicas que se corresponden a la estructuración del cosmos, asociaciones simbólicas entre los seres de la naturaleza y los espacios, así como aquellos referentes del orden cíclico, entre los que destacan: el ciclo de las plantas, los árboles floridos en su acepción de ejes cósmicos, todo ello entre un vasto repertorio de imágenes.”
La incursión en la producción de seda
En un inicio, el interés de Bonilla Palmeros por indagar sobre los significados de las representaciones textiles fue recopilar la serie de historias que le daban sustento al uso de algunas figuras en las prendas, pero con el tiempo variaron los intereses, algunos son: registrar los motivos en catálogos, profundizar en las técnicas de manufactura textil, documentar los procesos de tinción con tintes naturales, y conformar un acervo con piezas tradicionales –muchas de ellas ya en desuso–, el cual a la fecha se integra por más de mil 200 piezas.
Como producto de su investigación sobre la vestimenta de los pueblos originarios, ha publicado cinco catálogos de iconografía textil indígena, con base en los estudios de la indumentaria entre grupos que habitan en el estado de Veracruz, bajo el sello del extinto Consejo Veracruzano de Arte Popular –Tejidos de Jilotepec. Iconografía Textil Totonaca (2006) y Bordados de Hueycuatitla. Iconografía Textil Nahua (2009) son dos de ellos.
Asimismo, ha presentado ponencias sobre el tema en varios foros; incluso, ha impartido cursos sobre procesos de teñido con tintes naturales y técnicas de tejido a las artesanas de Atlahuilco y Tlaquilpa en la sierra de Zongolica, Acatlán en la sierra de Chiconquiaco, y Tiozuco en Quintana Roo.
El investigador incursionó en 1986 con la indumentaria indígena de los grupos de los Altos de Chiapas; en 1992 con las últimas dos tejedoras totonacas que había en Chiconquiaco, y en el mismo año inició un proyecto de rescate de la indumentaria tradicional de Coatepec –proyecto implementado en Casa de la Cultura de la localidad.
En 1994 inició sus trabajos con doña Celia Lara Gerón, la última tejedora totonaca de Jilotepec. A partir del año siguiente, inició sus investigaciones con artesanas huaves de San Mateo del Mar, Oaxaca, cuyo objetivo era documentar el uso del antiguo huipil, los enredos y en particular el uso del hilo teñido con caracol púrpura, lo cual estaba prácticamente en desuso. A esas regiones se suman muchas más.
Actualmente continúa su trabajo con artesanas y artesanos del sur de Veracruz y las artesanas de Pinotepa de Don Luis y San Mateo del Mar, Oaxaca. A esto se añaden los estudios en torno al uso de los tintes naturales (añil, caracol púrpura y grana cochinilla).
Citó que parte de los estudios también los ha enfocado al uso de las fibras y los procesos de hilado y tinción, razón por la cual tiene vigente el proyecto de la crianza de gusanos de seda, hilado artesanal y tinción con tintes naturales, cuya producción de madejas de seda teñidas con grana cochinilla han sido utilizadas por artesanas de Pinotepa de Don Luis, para reproducir algunas de las piezas antiguas con los materiales originales.
Las mezclas y los cambios
“La región que más me llamó la atención fue la de los Altos de Chiapas, por la diversidad de las prendas tradicionales tanto de uso diario como ceremonial, trabajo que me permitió reunir más de 500 piezas, muchas de ellas ya en desuso y manufacturadas con materiales procesados artesanalmente”, compartió.
Afirmó que en la indumentaria tradicional indígena se encuentra la combinación de prendas que corresponden a la antigua indumentaria prehispánica y las que fueron introducidas por los españoles en el periodo colonial.
Una de las situaciones referidas fue que, al parecer, los mismos religiosos introdujeron la vestimenta, al ver el torso desnudo de los indígenas. “Introdujeron el uso de camisas para ambos sexos, y a ello se debe que en algunas comunidades el diseño de las blusas es muy parecido al de algunos países en Europa”.
Al mismo tiempo, expuso: “Al ser la indumentaria un rasgo cultural vivo puede presentar cambios a través del tiempo, o en otros casos permanecer estático su uso durante un largo periodo, determinado por múltiples factores, entre los que destaca el aislamiento del grupo, usos y costumbres que no aceptan modificación alguna de su repertorio textil, la manufactura con materias primas locales que son producidas por la propia comunidad y no les implica erogar gastos extra que trastoquen su economía”.
En este sentido, los hombres de algunas comunidades han sido los más propensos a dejar su antigua indumentaria, a raíz de su movilización a los centros urbanos para comercializar sus productos agrícolas, emplear su mano de obra, y en caso extremo derivado de la discriminación. Situación totalmente opuesta a la de las mujeres, quienes se resisten a dejar sus antiguas prendas, y sólo en algunos casos particulares consienten modificaciones a las mismas.
Interés por el gusano de seda inició en Coatepec
Cabe citar que el interés de Bonilla Palmeros por la sericicultura inició con el trabajo de investigación implementado en la Casa de Cultura de Coatepec, enfocado al rescate de la indumentaria indígena y mestiza de la localidad.
“Encontramos varias referencias sobre el uso de la seda silvestre por las indígenas de Tlalnelhuayocan y la parte alta del municipio de Coatepec, aparte de los intentos de introducir la crianza de los gusanos de seda durante la etapa porfirista en esa región.”
Conforme avanzó la investigación, registró una serie de referencias sobre el aprovechamiento de la seda silvestre hacia el sur de Coatepec –por el rumbo de las Tenerías y Tecozolco, así como en las cercanías de la localidad Pacho Viejo.
“Todas estas referencias nos llevaron a experimentar y reconstruir el proceso de beneficio de la seda entre las indígenas de la región, seda que utilizaban en la manufactura de algunas prendas que integraban la indumentaria tradicional.”
En la búsqueda de información sobre el uso de la seda en la indumentaria indígena, en 2011 empezó a trabajar con las artesanas de Pinotepa de Don Luis, Oaxaca.