COLIBRÍ CORONIAZUL
Por: Alexandro Medina Chena y Rafael Villegas Patraca
USPAE, Instituto de Ecología A.C.
alex.medina@inecol.mx
Resumen: anidamiento y crianza del colibrí coroniazul (Saucerottia cyanocephala), registrado a partir de 6 nidadas observadas entre 2018 y 2022, en un sitio al borde de la mancha urbana de Coatepec, en el centro de Veracruz.
Los colibríes, picaflores o chupamirtos forman la subfamilia de aves Trochilinae, exclusiva del continente americano, con cerca de 350 especies, de las que se estima que en México hay unas 57. Entre los colibríes hay especies que pueden medir de 5 a 20 centímetros, y pesar entre 2 y 24 gramos. Además de sus patas pequeñitas y sus picos, largos y delgados, se caracterizan por un gran control de vuelo, que logran batiendo las alas un promedio de 50 veces por segundo. Pueden volar en cualquier dirección (incluso en reversa), y mantener fácilmente un vuelo estático o bien, alcanzar hasta unos 95 km/h en picada.
Para mantener su metabolismo y su elevada temperatura corporal, de unos 40°C, un colibrí requiere alimentarse con néctar de flores cada 10 minutos o menos, y para ello usan dos estrategias distintas: hay los que son territoriales y defienden un área con cierta disponibilidad de flores o bien, están los que recorren una ruta de alimentación de manera más o menos furtiva y a baja altura, para evadir a los primeros.
Entre las especies de México, el colibrí coroniazul Saucerottia cyanocephala (Lesson, 1830) se encuentra en el sureste del país y en Centroamérica, y es muy común en el centro de Veracruz. Durante algún tiempo recibió el nombre científico Amazilia cyanocephala, pero la evidencia genética más reciente ha llevado a reconocer que se trata de dos géneros distintos.
Su distribución abarca desde selvas tropicales húmedas hasta bosques de pino y encino, entre la costa y los 2400 de altitud sobre el nivel del mar. En su edad adulta, miden de 10 a 11 centímetros y pesan de 5.2 a 5.8 gramos. Una de sus características más distintivas es su frente y corona de un color que varía entre turquesa brillante y azul violáceo, gracias a sus diminutas plumas iridiscentes.
En 2018 una hembra de colibrí coroniazul instaló un nido en la base de un foco, en un balcón de mi domicilio en Coatepec, lo que me dio un excelente puesto de observación. El nido, que hasta la fecha ha recibido un total de 6 nidadas, mide 4.5 cm de diámetro externo y tiene un espacio interno de alrededor de 2.5 cm ancho por 2 cm de profundidad. Entre los materiales que lo forman, destaca una cobertura externa de líquenes, que la hembra renueva al inicio de la temporada de anidamiento. (Como precaución, el interruptor de ese foco ha sido desactivado y ya no se utiliza).
En general las puestas son de dos huevos, cada uno de los cuales mide entre 11 y 14 milímetros, es decir, casi el mismo tamaño que una pastilla tic tac, tal como sugirió una excelente colega del trabajo.
El periodo de anidamiento inicia entre el 15 de marzo y el 15 de mayo, y la eclosión de los huevos se da entre el 5 de abril y el 10 de junio. Normalmente sólo hay una nidada por año, aunque en 2021 hubo tres: una en enero, con temperaturas muy bajas y los huevos resultaron infértiles; la segunda inició en marzo, con dos huevos fecundados y una tercera nidada iniciada en mayo, con un solo huevo y su correspondiente polluelo.
Por su parte, el periodo de incubación varía entre 19 y 22 días, con promedio de 21.2 días, y un registro máximo de 25 días. La crianza y alimentación de los polluelos requiere de 20 a 22 días, con promedio de 21.4 días, valores que no cambiaron significativamente cuando hubo sólo un polluelo en el nido.
Una vez que eclosionan los huevos, lo que ocurre casi siempre con un día de diferencia (al igual que con la puesta), la hembra comienza su rutina para alimentar a los pequeños, tiempo en el cual debe recolectar la mayor cantidad posible de néctar para cubrir las necesidades propias y también las de las crías.
Durante los últimos días de este periodo, la madre deja de pasar la noche en el nido y pasa mucho tiempo perchada a cierta distancia, repitiendo un característico llamado a los polluelos para que emprendan el vuelo. Cuando finalmente lo abandonan, el nido solo vuelve a ser visitado hasta el inicio de la siguiente nidada.
Sin duda el hombre ha sido el mayor responsable del deterioro ambiental, pero ojalá nos demos cuenta de que nosotros mismos podemos favorecer la generación de ambientes amigables para el desarrollo de especies como el colibrí coroniazul, que es un notable polinizador, y por lo tanto responsable de una parte importante de la diversidad florística regional.