DESMITIFICANDO EL TEMA: CURIOSIDADES EVOLUTIVAS DEL PENE EN PRIMATES Y SIMILITUDES CON EL HOMBRE
Por: Juan Carlos Serio Silva
Red de Biología y Conservación de Vertebrados, Instituto de Ecología A.C.
A pesar del interés que despierta este tema, es curioso que sigue siendo un tabú para las sociedades humanas, y aún con muchos años de investigación sigue sin conocerse demasiado. La palabra “Pene” siempre causa inquietud al escucharla o decirla (con los mil y un sobrenombres que se le han asignado). Al respecto, se ha identificado que en el transcurso de la evolución la aparición de estos ornamentos o atributos genitales, se han adaptado conforme las exigencias del entorno y especialmente del sexo contrario, motivando (y modulando) a tener o no tener tales atributos en beneficio de la especie y sus características. Sobre ello, cabe mencionar algunos ejemplos concretos con el grupo evolutivamente más cercano a los humanos: los grandes simios. Estos primates superiores incluyen a chimpancés, gorilas, entre otros, y uno podría pensar que en el caso de los gorilas -animales monumentales de las selvas africanas- deberían tener un pene exuberante relativo a su gran tamaño y volumen corporal. Sin embargo, los estudios realizados han demostrado que estos grandes gorilas “machos alfa, lomo plateado y pecho peludo”, llegan a tener cuando mucho tres centímetros en un pene en erección (algo así como tu dedo meñique). En el caso de los chimpancés -otro de nuestros parientes más cercanos – tampoco son animales que en el sentido coloquial “calcen grande” pues llegan a tener cuando mucho siete centímetros en erección. Y para los humanos, tratando de obtener el famoso tamaño promedio de los penes humanos – sumando todas las raza o efectos de la región donde provengas- solo se encuentra entre 13-15 cm.
Pero no solo a nivel de penes hay cosas interesantes que discutir, sino que a nivel de testículos también hay detalles que pueden asombrar. En el caso de los chimpancés, se ha identificado que tienen los testículos y escroto más grandes -en tamaño relativo- de todos los simios. Esta adaptación se atribuye a la necesidad de estarse apareando con muchas hembras todo el tiempo (recordemos su organización comunal) y con ello deberán estar produciendo mucho líquido seminal que les permita tratar de fertilizar en cada uno de esos múltiples apareamientos. En el caso de los gorilas, como los machos tienen un dimorfismo sexual (machos mucho mas grandes y fuertes que hembras) no necesitan tener los testículos tan grandes pues someten a las apreciables “damas gorilas” a su gusto cuando es absolutamente necesario invirtiendo de manera eficiente su tiempo y esfuerzo para mover a un individuo tan grande al aparearse. Y contra todo pronóstico -por el sabido nivel de arrogancia de los machos humanos-, de todos los primates somos los que tenemos los testículos más pequeños con relación al tamaño relativo y absoluto en comparación con los demás simios. Pero en compensación, las estadísticas muestran que a pesar de tener la “bolsita pequeña” se tiene el pene mas largo y grueso -otra vez, en tamaño relativo- que las otras especies de parientes primates.
Aunado a estas características de la longitud se debe añadir los detalles de la forma anatómica del glande, la cual en los primates también tiene una influencia evolutiva adaptada al grupo al que perteneces. Se supone que en el transcurso de los años, lo que trataban de hacer los machos humanos era intentar penetrar a una hembra receptiva tratando de alcanzar mayor profundidad para eventualmente fecundar el ovulo que estuviera listo en ese momento, y para lograrlo el glande -que tiene forma de capuchón como si fuera un hongo-, en cada movimiento pélvico (envites) que pudieran hacer, trataban de retirar hacia afuera el semen de cualquier otro macho que hubiera pasado por ahí previamente, y con ello dejar su semen para elaborar algo que se ha denominado “tapón vaginal”, con lo que el macho trataba de garantizar que los espermatozoides que está dejando sean los que fecunden y no que llegue otro “gandalla” a llevarse su contribución.
Por cierto, dentro del grupo de los primates, el glande de los penes es un “abanico” de formas anatómicas, tal es el caso de algunos con forma de “lanza” (como en el macaco de la especie Macaca fascicularis) y esa “lanza” en su glande tiene una estructura como de espinas, dada por capas de queratina que rasgan de manera interna para provocar la ovulación de la hembra. Justo esto mismo pasa con los gatos, a los que muchas veces escuchamos en las madrugadas aullar enardecidamente, lo cual es debido a que el macho penetra a las hembras con este tipo de pene con “espinas” y esta pobre gatita expresa su dolor ante tal evento y ahí, atrapados, lo que acaba haciendo el macho es morder (generalmente el cuello o dorso de la hembra) para que se abra el conducto vaginal y se liberen ambas partes.
Regresando al pene humano y su anatomía, otro gran aspecto -y que muy pocas personas saben- es que dentro de los primates solo hay dos especies que no tienen el “báculo” (también conocido como “hueso peneano”) y estas especies son los monos araña (del género Ateles) y los humanos. Todos los demás primates tienen ese hueso peneano que les garantiza la erección, pero los humanos -siendo tan descuidados en todo- en algún momento de la evolución “perdimos” dicho báculo. Curiosamente en diversos relatos religiosos se habla de manera disfrazada del “báculo” donde se asume que las mujeres fueron concebidas por el creador a partir de un pedazo de costilla del hombre, sin embargo, lo que se ha logrado definir que en esas leyendas se referían a que las mujeres provenían del “báculo” y que en idioma israelí báculo significa “viga”, y que entonces en alusión a esto era una “viga que quitaban el cuerpo de hombres para que a partir de ahí se genere el sexo femenino”. De forma interesante, la mayoría de las especies tienen “báculo” como son los perros, gatos, etc. pero hay algunas especies que no lo tienen, como es el caso de los caballos ni los elefantes y que tienen que mantener la erección gracias a una estrategia anatómica de irrigación sanguínea (cuerpos cavernosos con mucha sangre) para poder penetrar a las hembras y garantizar la fecundación.
Otro tema tabú es el valor de una estructura propia del pene de humanos identificado como “prepucio” (que muchas veces se acostumbra a eliminar por un procedimiento de origen religioso denominado “circuncisión”). La realidad es que la única bondad detectada por las investigaciones médicas actuales es que los machos humanos al estar circuncidados minimizan riesgos para algunas infecciones. Sin embargo, no es que estando sin el prepucio los machos humanos tengan (o provoquen) mayores o mejores sensaciones en las hembras con las que se participa durante el coito.
Concluyendo, somos parte del reino animal y quizás todos deberíamos intentar conocer un poco más en que posición estamos dentro de esta gran familia que habitamos en el planeta tierra, pero sobre todo para conocernos a nosotros mismos y responder con humildad cuando entre bromas de grupos de humanos machos se acusan unos a otros de “calzar grande” o de que “el tamaño importa” o de que “no importa lo grande ni lo grueso, sino lo que dure tieso”.
Figura slider: Chimpancé en Kibale National Park, Uganda (Foto por Juan Carlos Serio Silva)