LA VIDA EN LA COSTA: ENTENDIENDO A LA NATURALEZA PARA PROTEGERNOS
Debora Lithgow, Red de Ambiente y Sustentabilidad, Instituto de Ecología A.C.
Valeria Chávez, Grupo de Grupo de Ingeniería de Costas y Puertos, Instituto de Ingeniería, Universidad Nacional Autónoma de México
Artículo
Vivir cerca de la costa siempre ha tenido pros y contras. Dentro de los pros, además de un buen bronceado y paisajes increíbles, tienes acceso a otros beneficios que ofrecen los ecosistemas que ahí se encuentran. Por ejemplo, alimentos frescos y nutritivos, protección contra tormentas, agua dulce y hasta tierra fértil, si vives cerca de la desembocadura de un río. Sin embargo, también debes afrontar desafíos constantes como tormentas, inundaciones y erosiones. Los beneficios son muchos más que las desventajas y por ello varias civilizaciones del mundo fueron atraídas por la zona costera y florecieron en este entorno cambiante. Dos de las capacidades humanas que permitieron que nuestra especie se adaptara a estos medios ricos pero hostiles son la creatividad y la colaboración.
Estas dos características permitieron que hiciéramos frente a retos como la sequía (baja disponibilidad de agua dulce) y las inundaciones extremas, que son frecuentes en las costas. A lo largo de la historia de la humanidad, diferentes civilizaciones resolvieron ambas amenazas de una manera flexible y multifuncional. Por ejemplo, los atolones del Pacífico son paradisiacos pero el agua dulce superficial es casi inexistente. No obstante, los primeros pobladores se las ingeniaron para diseñar diversas estrategias para extraer agua dulce subterránea que usaban tanto para beber como para cultivar alimentos. En estos atolones, una de las estrategias consistía en cavar pequeños agujeros hasta llegar al manto freático. Una vez que el agua brotaba, el siguiente reto era evitar que se evaporara y lo resolvieron rodeando los mini pozos con barreras de vegetación, mantillo orgánico y escombros de coral. Con ello, lograban crear microambientes en donde la temperatura era menor y la humedad mayor. Este microhábitat les permitió contar con agua dulce y las condiciones adecuadas para cultivar plantas comestibles y medicinales.
El caso contrario son las inundaciones con las que hemos lidiado desde que los humanos nos establecimos cerca de los ríos. La ventaja fue que desde entonces hemos podido cultivar más alimentos, pero durante tormentas siempre existe el riesgo de perder todo por las inundaciones. Dichas inundaciones pueden ser por lluvias extraordinarias y el desbordamiento de los ríos, o con agua de mar que ingresa a la costa con las mareas astronómica y de tormenta. En algunos lugares, estas inundaciones son anuales y los humanos que se establecieron ahí han aprendido a vivir con ellas. Por ejemplo, en el suroeste de Bangladesh, los cultivos se pierden porque están en una zona de humedales en donde es normal la intrusión salina durante la marea alta y las inundaciones extremas en la temporada de monzones. Las comunidades que habitan en esta zona del planeta resolvieron este inconveniente desde hace milenios. En este caso, ajustaron sus ciclos de cultivo para poder cosechar antes de las lluvias monzónicas y para lidiar con la intrusión salina, diseñaron una especie de pequeños terraplenes con diques de madera que protegían a sus cultivos de la marea durante 8 meses al año. Esta infraestructura temporal era retirada antes de la época de monzones, lo cual permitía la dinámica natural de las inundaciones y con ello la fertilización de las tierras de cultivo.
No hay duda de que el número y complejidad de los problemas costeros crecieron junto con la población. En respuesta, el ingenio humano permitió el diseño de soluciones de ingeniería cada vez más complejas. Estas soluciones tuvieron éxito si consideramos que han salvado millones de vidas y el patrimonio de muchas familias. Sin embargo, la construcción de esta infraestructura de protección fue cada vez más común, y menos efectiva. Esto se debió a que, con frecuencia, se modificó la dinámica natural de los sistemas costeros y especialmente de su conectividad que puede ser permanente o en ciertas épocas. Dichas modificaciones han traído consecuencias negativas, por ejemplo, después de la construcción de estructuras costeras de protección contra la erosión, suele crecer la playa en la que se colocó la estructura, pero el problema de erosión es transmitido a zonas vecinas.
Otro ejemplo de consecuencias inesperadas es la falla de estructuras de protección contra inundaciones, que en eventos extremos puede causar que el agua se quede estancada por más tiempo. Por ejemplo, en la década de 1960, en la misma zona donde las comunidades llevaban siglos adaptadas a las lluvias monzónicas, se les trató de “proteger” de las inundaciones estacionales construyendo diques, compuertas y canales de drenaje. Al principio, parecía muy buena idea pues ya podían cultivar durante todo el año. Ese incremento de producción, y mejoría momentánea del bienestar de los pobladores, atrajo a más personas que se mudaron a la zona y cambiaron su manera tradicional de construir (palafitos) por construcciones asentadas en el suelo. Lo que no se contempló es que la infraestructura permanente modificó los flujos de agua y de sedimentos en la zona al no permitir las inundaciones estacionales. Después de algunos años, los lechos de los ríos se sedimentaron y se bloquearon las compuertas diseñadas para desaguar la zona durante inundaciones extremas. En la siguiente época de inundaciones, los cultivos y casas quedaron bajo el agua por un largo periodo pues los diques funcionaron como una barrera que no permitió que el agua regresara al cauce del río. Desde hace dos décadas, en ese lugar se trabaja arduamente, entre el gobierno, la academia y las comunidades, para recuperar las medidas tradicionales y así solucionar los problemas ocasionados por una infraestructura de protección que no consideró la interconectividad entre sistemas.
El periodo 2021-2030 es llamado la “Década de la Acción” porque es la última oportunidad que tenemos como humanidad para mitigar los efectos de nuestras actividades indiscriminadas en el planeta, y que a su vez está afectando nuestro bienestar. En todo el mundo, se está optando por la inversión e implementación de Soluciones Basadas en la Naturaleza. Estas soluciones ofrecen la posibilidad de incluir el conocimiento tradicional y el científico para prevenir y mitigar las principales amenazas que afectan a las comunidades, incluyendo las costeras. Un tipo de solución basada en la naturaleza es la infraestructura verde costera. Este tipo de infraestructura verde ha ganado importancia en el ámbito internacional porque se considera una solución que responde a las demandas económicas, sociales y de desarrollo al tiempo que garantiza el funcionamiento de los ecosistemas. Además, ha demostrado ser una herramienta que permite reducir los riesgos para los intereses humanos, como las erosiones y las inundaciones, sin afectar la interconectividad, salud y resiliencia de los ecosistemas naturales.
Pies de figuras:
- Figura 1. Las inundaciones son cada vez más frecuentes y causan pérdidas económicas muy importantes. En la imagen se aprecia un camino inundado en China. En algunas ocasiones, se hacen modificaciones en los caminos para evitar que sean un obstáculo para las inundaciones. Estas soluciones incluyen modificar el trazo de los caminos, pasos elevados y drenajes. Fotografía: Jéan Béller en Unsplash, licencia libre.
- Figura 2. La necesidad y deseo de protección costera será cada vez mayor porque están en riesgo vidas humanas. En la imagen se puede observar que se ha perdido la playa y las olas rompen en los cimientos de las casas. Fotografía: Pigeon Point, Trinidad y Tobago, Valeria Chávez.
- Figura 3. En algunas ocasiones, las estructuras de protección transfieren el problema de erosión a playas vecinas. En la imagen se puede observar que el rompeolas construido para proteger el muelle ocasionó crecimiento de la playa en un lado y erosión en el otro. Fotografía: Marismas Nacionales, México, Grupo de Costas y Puertos.