Estados Unidos. 18 de diciembre del 2025.-El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha firmado una orden ejecutiva que reclasifica la marihuana de una sustancia controlada de la Lista I —la categoría más restrictiva, reservada para drogas sin uso médico aceptado y con alto potencial de abuso, como la heroína, el LSD o las sales de baño a la Lista III, el nivel de sustancias con uso médico reconocido y menor riesgo de dependencia, al mismo nivel que medicamentos recetados como la ketamina, los esteroides anabolizantes o ciertos opioides de baja potencia.
La medida, efectiva de inmediato tras su publicación en el Registro Federal, representa el mayor avance federal en la política de cannabis desde la prohibición de 1937 y allana el camino para una futura despenalización o legalización completa, que ahora dependerá del Congreso y de la Administración de Control de Drogas (DEA).
La reclasificación reconoce oficialmente que la marihuana tiene “un potencial de abuso menor que las sustancias de las Listas I y II”, “un uso médico actualmente aceptado en tratamiento en los Estados Unidos” y “un abuso que puede llevar a una dependencia psicológica o física moderada o baja”. Con este cambio, los médicos federales podrán prescribir cannabis medicinal sin riesgo de perder su licencia DEA, las farmacéuticas podrán investigar y comercializar derivados con menos restricciones, y los estados con mercados legales —que ya generan 35.000 millones de dólares anuales y emplean a 450.000 personas— verán eliminadas muchas barreras bancarias y fiscales que les impedían operar con normalidad.
Trump ha firmado la orden en una ceremonia en el Despacho Oval rodeado de gobernadores republicanos de estados con industrias cannábicas florecientes como Oklahoma, Missouri y Florida, y ha declarado que “es hora de acabar con la hipocresía: la marihuana no es heroína, y los americanos lo saben. Esto protege a nuestros agricultores, crea empleos y quita dinero a los carteles”. La decisión cumple una promesa de campaña donde Trump se comprometió a “dejar la marihuana a los estados” y a “corregir una injusticia de décadas que ha llenado prisiones con gente no violenta”.
El impacto es inmediato: las acciones de empresas cannábicas como Curaleaf, Green Thumb y Trulieve han subido entre un 35 % y un 62 % en Wall Street, y los ETF del sector han registrado entradas récord de 2.800 millones de dólares en 24 horas. La DEA, que en agosto de 2024 recomendó esta reclasificación tras una revisión científica ordenada por Biden, ahora tiene 90 días para actualizar sus protocolos, lo que permitirá la venta interestatal de productos con menos del 0,3 % de THC y abrirá la puerta a que bancos federales ofrezcan servicios a la industria sin miedo a sanciones.
La medida no legaliza la marihuana recreativa a nivel federal —eso requeriría una ley del Congreso como la propuesta Cannabis Administration and Opportunity Act—, pero elimina el principal obstáculo regulatorio y despenaliza de facto su uso médico en todo el país. Los críticos conservadores han acusado a Trump de “ceder al lobby liberal”, mientras progresistas celebran que “por fin la ciencia vence a la guerra contra las drogas”. Organizaciones como NORML y la Drug Policy Alliance han calificado la orden de “el mayor avance desde la prohibición del alcohol”.
Con 38 estados ya con marihuana medicinal y 24 con recreativa legal, la reclasificación alinea la ley federal con la realidad estatal, donde el 68 % de los americanos apoya la legalización según encuestas recientes. El mercado cannábico, valorado en 65.000 millones de dólares en 2025, podría duplicarse en cinco años con acceso a crédito, seguros y publicidad federal.
Trump ha cerrado la ceremonia con una frase que ya es viral: “La marihuana no va a convertir a nadie en yonqui, pero sí va a crear empleos y a llenar arcas públicas”. En redes #TrumpMarihuana supera los 4,1 millones de interacciones, con un 72 % celebrando el “sentido común”. La orden no solo reclasifica una planta: reclasifica una era de política de drogas que llevaba 88 años equivocada.
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