EL FIN DE LOS TIEMPOS
Alejandro Espinosa de los Monteros
Red de Biología Evolutiva, Instituto de Ecología A.C.
El siglo XXI y en particular el año 2020 no han sido de lo mejor. El sur-este Asiático fue golpeado en el 2004 por un tsunami que mató 160 000 personas. Durante el 2005 el huracán Katrina dejó devastación en el Caribe, y es el peor desastre natural ocurrido en la costa del Golfo de México de los Estados Unidos. En ese mismo año, un terremoto de casi 8 grados terminó con la vida de más de 70 000 hindúes. En 2008 el ciclón Nargis mató más de 80 000 personas y provocó más de 50 000 desapariciones en Birmania. Poco tiempo después, la región de Sichúan en China registró un terremoto que causó 85 000 muertes. De acuerdo a las cifras oficiales 225 570 personas perdieron la vida en Haití a causa del terremoto en el 2010. En 2012 lluvias torrenciales en Filipinas causaron que 10 000 personas perdieran todas sus posesiones, y un año más tarde el tifón Haiyan golpeó estas islas haciendo que 4 millones de habitantes tuvieran que abandonar sus hogares. En 2015 y 2016 sendos terremotos sorprendieron a Nepal y a Ecuador acabando con la vida de miles de personas y dejando a decenas de miles de damnificados. Durante el 2017 en “el cuerno de África” se registró la peor sequia de los últimos 60 años, produciendo hambruna por la pérdida de cultivos y muerte del ganado. Cosa que no se lleva nada bien con tantos años de guerra civil y enfermedades que son una constante en esa región del mundo. No cabe duda, como decía la abuela “al perro flaco se le cargan las pulgas”. En 2019 el ciclón Idai tocó la costa sur-este de África dejando 1300 muertos. Además de todo esto, en lo que va del siglo se han registrado olas de calor que han acabado con la vida de decenas de miles de personas y facilitado los incendios forestales del Amazonas y Australia. Por supuesto, ni que decir de las pandemias que actualmente nos azotan (si, pandemias en plural). SARS-CoV-2 tal vez sea la más reciente, pero no es la única. Durante 40 años hemos vivido la pandemia del VIH que ha provocado la perdida de más de 30 millones de vidas humanas. Igualmente, los fantasmas del ébola, difteria, Zika, influenza, cólera, solo por mencionar algunos, nos acechan constantemente.
Tal pareciera que el mundo y el universo (no olvidemos todos esos meteoros que cada día pasan cerca de la Tierra) están empeñados en acabar con nuestra especie. Algunas personas creen que lo anterior es la defensa de Gaia (deidad primordial griega que representa a la Tierra) ante nuestro constante afán de acabar con nuestro planeta. Profetas del fin del los tiempos han habido por montones. Sin embargo, ¿es verdad que Homo sapiens tiene la capacidad de destruir el mundo? Spoiler: no. Esta gran masa de rocas lleva orbitando al Sol 4 mil 500 millones de años, y lo seguirá haciendo por al menos otros 6 mil millones de años hasta que nuestra estrella se extinga convirtiéndose en una nebulosa planetaria. Seguramente alguien dirá, que en realidad a lo que nos referimos cuando decimos “acabar con el mundo” es a “exterminar la vida”. Ok, entonces preguntemos: ¿Los humanos seríamos capaces, aún si lo quisiéramos, de acabar con la vida? Spoiler: tampoco. Entonces, por qué tanta alharaca en los medios culpándonos de la crisis ecológica; válgame, ya ni bolsas nos dan en la tienda. No podemos negar que hemos demostrado una “cultura” de alteración y destrucción del medio ambiente. Al menos parte de los incendios en el Amazonas y Australia fueron provocados. Se estima que en la Ciudad de México se expulsan al ambiente 70 mil toneladas de bióxido de carbono y se generan 13 mil toneladas de basura diariamente. Millones de litros de petróleo son accidentalmente derramados en el mar cada año. Desde hace 75 años se han hecho al rededor del mundo detonaciones nucleares, que aunado a otros accidentes (por ejemplo Chernóbil y Fukushima Daiichi) han dejado inhabitables bastas extensiones de tierra. Ah! pero eso si, resulta que yo soy el malo si en la playa uso un popote para beberme una piña colada. A pesar de todo, la vida ha sabido sortear estos y peores problemas. Calculamos que los primeros seres vivos surgieron hace 4 mil millones de años, y desde ese momento han tenido que enfrentar catástrofes globales. El registro fósil revela al menos cinco eventos de extinción masiva. En el Ordovícico, hace 450 millones de años, un probable evento de calentamiento global y anoxia provocado por múltiples erupciones volcánicas elimino el 86% de las especies marinas, en ese tiempo casi todos los seres vivos se encontraban en el mar. Al final del Devónico (370 millones de años) 70% de las especies que vivían en ese entonces desaparecieron tal vez debido a un rápido enfriamiento global. Unos 120 millones de años después a finales del Pérmico ocurrió lo que se conoce como “La Gran Mortandad”. En la cual, 96% de todas las especies se extinguieron; se piensa que la causa fue contaminación atmosférica por metano que se encontraba atrapado en el fondo del mar. Hace 200 millones de años durante el Triásico 70% de las especies existentes se perdieron y la explicación ha sido alteraciones climáticas por efecto de cambio en el nivel del mar. La quita es la más famosa de las extinciones masivas, la cual ocurrió a fines del Cretácico cuando un meteoro se impactó cerca de la península de Yucatán, resultando en la desaparición de los grandes dinosaurios.
Curiosamente, estos eventos catastróficos abrieron posibilidades para que las especies sobrevivientes evolucionaran, se diversificaran y rápidamente repoblaran la Tierra. De hecho, nunca antes en la historia de nuestro planeta han existido tantas especies viviendo simultáneamente. Algunos científicos piensan que actualmente estamos iniciando una sexta extinción masiva. El promedio de desaparición de especies se ha acelerado drásticamente durante los últimos 100 años; esta vez, los responsables somos nosotros. Pero no hay que ponerse tan tristes, Michael Crichton escribió certeramente en su novela Parque Jurásico: “La vida encuentra el camino”. Lamentablemente, lo más seguro es que no estaremos aquí mucho tiempo para verlo. Ni terremotos, ni tsunamis, ni huracanes, ni sequias, ni meteoritos y mucho menos pandemias acabaran con nuestra especie. Si seguimos mostrando tan poco respeto al medio ambiente seremos nosotros mismos los responsables de nuestra propia extinción. Eso sin duda podemos lograrlo y entonces si, será el final de los tiempos.