Botánicos, ¿los dinosaurios del siglo XXI?

Marie-Stéphanie Samain1,*, Rosario Redonda-Martínez1 & Esteban Manuel Martínez Salas2

1Instituto de Ecología, A.C., Centro Regional del Bajío, Red de Diversidad Biológica del Occidente Mexicano, Pátzcuaro, Michoacán.

*mariestephanie.samain@inecol.mx

2 Universidad Nacional Autónoma de México, Herbario Nacional de México, Ciudad de México.

 

 

Panorámica 1. Lago cráter “La Alberca de Tacámbaro”, Michoacán, México. Foto: Rosario Redonda-Martínez.

Resumen: Hay cada vez menos científicos que estudian las plantas; sin embargo, el conocimiento y la educación botánicos son esenciales para combatir los desafíos del siglo XXI.

 

Palabras clave: ceguera vegetal, educación botánica, plantas amenazadas con extinción

Panorámica 2. Vista panorámica de Pátzcuaro desde el Estribo Grande, Michoacán. Foto: Rosario Redonda-Martínez.

Las plantas son indispensables para la vida en nuestro planeta: producen oxígeno, proveen alimento para los humanos y los demás seres vivos, a partir de ellas se han obtenido la mayoría de nuestras medicinas, mantienen la calidad de los suelos y reducen la contaminación del aire. Desde las antiguas civilizaciones, las plantas han proporcionado refugio, combustible y sustento para nuestros ancestros (Stroud et al., 2022). También se ha comprobado que la interacción con plantas, p.ej. tenerlas en la casa, trabajar en el jardín o caminar en el bosque, reduce la ansiedad y el estrés (Burke et al., 2022). Estamos permanentemente rodeados por plantas, pero la llamada “ceguera vegetal”, un término acuñado por dos botánicos estadounidenses hace más de veinte años para describir la incapacidad de ver las plantas en el propio entorno – y de la cual muchas personas sufren -, hace que la importancia de las plantas para el mantenimiento de nuestro planeta y la sobrevivencia de la sociedad humana actualmente sea subestimada (Crisci et al., 2019). Las actividades humanas ejercen continuamente una presión inmensa sobre ecosistemas y especies. Cuarenta por ciento de las plantas a nivel global está amenazado con extinción (Royal Botanic Gardens, Kew, 2020). Específicamente en México, casi 60% de los árboles, que dan estructura a los ecosistemas forestales, además de muchos otros servicios, está en peligro (Samain et al., 2022). Las plantas se extinguen en un ritmo cada vez más acelerado, sin que se les haya podido estudiar debidamente. Sin embargo, las personas no solo son menos conscientes de las plantas, sino también la Botánica, la disciplina milenaria que incluye el estudio de las plantas en sentido amplio, está en crisis (Crisci et al., 2019). Así que no solo las plantas están amenazadas, también el número de los científicos que las estudian está disminuyendo, y, por lo tanto, hay menos cursos de Botánica, hasta hace poco una materia obligatoria en casi todos los programas universitarios de biología, y también cada día hay una cantidad más baja de estudiantes en Botánica. Esto da como resultado que muy pocos jóvenes cuenten con las habilidades requeridas para identificar especies vegetales o no estén familiarizados con la enorme diversidad de formas y funciones (Stroud et al., 2022).Pensemos en algunos ejemplos de consecuencias graves que esta brecha de conocimiento botánico ya está teniendo. La escasez de profesionales capaces para identificar plantas correctamente a nivel de especies ha derivado en la falta de reconocimiento de la presencia de plantas amenazadas en evaluaciones de impacto ambiental, por lo que no se han evitado o reducido debidamente los efectos negativos en el medio ambiente de varias obras. De igual manera, la pérdida de conocimiento botánico ha resultado en la aplicación de programas de reforestación en áreas como los pastizales semiáridos en Oaxaca, donde nunca existieron bosques, con especies que jamás habitaron naturalmente la región, como son los pinos, afectando directamente a especies como el águila real, quien usa estas áreas abiertas y extensas para cazar a sus presas (Samain & Martínez Salas, 2020). ¿Cómo podemos explicar esta situación alarmante? Veremos a continuación algunas razones importantes para el aparente fin de la Botánica (Woodland, 2007). Hasta y durante el siglo XIX, el principal interés de la Botánica era en la exploración del mundo y el descubrimiento de especies nuevas. Charles Darwin desarrolló su teoría sobre el origen de las especies a través de selección natural y Gregor Mendel realizó sus experimentos con chícharos, que dieron lugar al entendimiento de la herencia genética. El descubrimiento de la estructura de la molécula del ADN, el material hereditario de todos los organismos, en los años 1950, conllevó a privilegiar investigaciones en laboratorios, enfocándose principalmente en las células y las moléculas, lejos del campo y de los organismos como tal. El presupuesto disponible también fue atraído por el trabajo de laboratorio, porque la Botánica empezó a tener una imagen anticuada, situación que ocurre hasta hoy en día. Otra posible explicación es la creciente urbanización en el transcurso del siglo XX, por lo que un número de personas cada vez menor está en contacto directo con la naturaleza.Entonces, ¿cuál es la respuesta a la pregunta en el título? ¿Los botánicos somos o seremos los dinosaurios de este siglo? La respuesta es no, tenemos total certeza de que no será así. A la par con la creciente conciencia de que como sociedad debemos revertir la degradación y fragmentación de los ecosistemas para salvaguardar el futuro de nuestro planeta y todos los organismos que viven en ella, es cada vez más obvio que el conocimiento y la educación botánicos son esenciales para combatir estos desafíos del siglo XXI.

Figura 1. Plantas utilizadas con fines medicinales y comestibles, de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo están representadas árnica, calabaza, maíz y jiotilla. Fotos: Rosario Redonda-Martínez.

 

Figura 2. Paisajes de algunos tipos de vegetación presentes en México, algunos con alteraciones producto de la minería y urbanización, así como esfuerzos de conservación en reservas de la biósfera, parques nacionales y jardines botánicos. Fotos: Rosario Redonda-Martínez.

Referencias

Burke, R., Sherwood, O.L., Clune, S., Carroll, R., McCabe, P.F., Kane, A. & Kacprzyk, J. (2022). Botanical boom: A new opportunity to promote the public appreciation of botany. Plants, People, Planet 4: 326-334.  https://doi.org/10.1002/ppp3.10257

Crisci, J.V., Apodaca, M.J. & Katinas, L. (2019. El fin de la Botánica. Revista del Museo de La Plata 4: 41-50. https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/118066

Royal Botanic Gardens, Kew (2020). State of the World’s Plants and Fungi 2020. https://doi.org/10.34885/172

Stroud, S., Fennell, M., Mitchley, J., Lydon, S., Peacock, J. & Bacon K.L. (2022). The botanical education extinction and the fall of plant awareness. Ecology and Evolution 12: e9019. https://doi.org/10.1002/ece3.9019

Samain, M.S., Guzmán Díaz, S., Machuca Machuca, K., Dolores Fuentes, A.C., Zacarías Correa, A.G., Valentín Martínez, D., Aldaba Núñez, F.A., Redonda-Martínez, R., Oldfield, S.F. & Martínez Salas, E.M. (2022). Meta-analysis of Red List conservation assessments of Mexican endemic and near endemic tree species shows nearly two thirds of these are threatened. Plants, People, Planet: en línea. https://doi.org/10.1002/ppp3.10308

Samain, M.S. & Martínez Salas, E. (2020). El águila real y el pastizal. https://elportal.mx/?p=124038

 

Woodland, D.W. (2007). Are botanists becoming the dinosaurs of the 21st century? South African Journal of Botany 73: 343-346. https://doi.org/10.1016/j.sajb.2007.03.005

 

Pie de figuras

Panorámica 1. Lago cráter “La Alberca de Tacámbaro”, Michoacán, México. Foto: Rosario Redonda-Martínez.

 

Panorámica 2. Vista panorámica de Pátzcuaro desde el Estribo Grande, Michoacán. Foto: Rosario Redonda-Martínez.

 

Figura 1. Plantas utilizadas con fines medicinales y comestibles, de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo están representadas árnica, calabaza, maíz y jiotilla. Fotos: Rosario Redonda-Martínez.

 

Figura 2. Paisajes de algunos tipos de vegetación presentes en México, algunos con alteraciones producto de la minería y urbanización, así como esfuerzos de conservación en reservas de la biósfera, parques nacionales y jardines botánicos. Fotos: Rosario Redonda-Martínez.