EL USO (Y ABUSO) DE LA CATEGORÍA DE SUBESPECIE
Octavio Rojas Soto, Alejandra Galindo Cruz, Claudio Mota Vargas
Red de Biología Evolutiva, Instituto de Ecología A.C.
Resumen
La clasificación de los seres vivos de manera formal data del Siglo XVIII; sin embargo, al día de hoy existe una categoría de clasificación tan ambigua que todavía nos cuestionamos su validez.
Palabras clave
Subespecie, clasificación biológica, debate en Biología
Para empezar, un poco de historia: desde el siglo XVIII, Carlos Linneo desarrolló un sistema para clasificar a los seres vivos (Fig. 1), determinando como categoría básica de su clasificación a la especie. Sin embargo, para el siglo XIX y XX se popularizó el uso de la categoría de subespecie que es una categoría inferior.
Actualmente existen muchas definiciones de subespecie, desde aquellos que las consideran como poblaciones que se encuentran en proceso de especiación, hasta los que sólo las interpretan como pequeñas adaptaciones locales a climas particulares. La definición más aceptada es que son poblaciones que representan variaciones morfológicas dentro de las especies, tal como lo define la Wikipedia: “en biología, se denomina subespecie a cada uno de los grupos en que se dividen las especies; y que se componen de individuos que, además de los caracteres propios de la misma, tienen en común otros caracteres morfológicos por los cuales se asemejan entre sí y se distinguen de los de las demás subespecies”. Sin embargo, existen desacuerdos y discusión entre los científicos acerca de lo que realmente representan las subespecies, lo que sostiene el debate sobre si es conveniente seguir usándolas o no. El problema es que este debate sin resolver tiene implicaciones muy importantes, por ejemplo, en conservación.
La moda de las subespecies
La mayoría de las descripciones de las subespecies se realizó durante la primera mitad del siglo XX, demostrando que la descripción de las pequeñas variaciones dentro de las especies cobró mucha importancia durante ese período. Sin embargo, pareciera que se comenzó a abusar de esta categoría, ya que muchas subespecies fueron descritas a partir de muy pocos individuos, o bien, se describieron aparentes variaciones que con frecuencia eran imperceptibles. Incluso en algunos casos extremos, se reconocieron como subespecies a las variaciones entre regiones extremamente distantes, sin considerar a las poblaciones intermedias; es decir, sin tomar en cuenta individuos en toda su área de distribución.
Ilustrando el dilema de las subespecies en conservación
En teoría, la descripción de las subespecies debería aclarar las características morfológicas o los límites de distribución para diferenciar entre una y otra. Sin embargo, históricamente se ha realizado de manera poco consciente y las descripciones son tan vagas, que incluso para un experto resulta muy complejo identificar las diferencias. Por ejemplo, en el mapa de la figura 2, podemos observar en los polígonos rojos y morados, diferentes áreas de distribución reconocidas para dos subespecies del Tecolote Colimense. En el caso de la subespecie representada con color morado, hay dos propuestas de áreas de distribución diferentes: la de Moore y la de Shulenberg, y en el caso de la subespecie representada con el color rojo hay tres propuestas de área de distribución las de Nielson, Friedman y Shulenberg.
Estos desacuerdos históricos nos llevan a un fuerte problema cuando tratamos de preservar la biodiversidad, por ejemplo, en el caso del Tecolote Colimense: ¿A quién conservo? ¿le hago caso al polígono de Moore o al de Shulenberg? si me encuentro un individuo de una subespecie particular de este tecolote ¿seré capaz de reconocerlo? y si es el caso ¿estaré seguro de saber a qué subespecie estoy conservando? En este sentido, algunos pensaríamos que al proteger subespecies estamos protegiendo fantasmas, porque ni siquiera los expertos saben de qué o de quién están hablando, y si ellos mismos no logran ponerse de acuerdo sobre cómo diferenciarlas morfológicamente, por el lugar donde viven, o incluso cómo diferenciarlas genéticamente, entonces ¿existen realmente las subespecies? Todo parece indicar que en realidad son entidades inexistentes, que solo conceptualmente, y por capricho de unos cuantos, pretenden emular una entidad real como las especies.
¿Cuánto hemos avanzado?
Luego de varias décadas de describir indiscriminadamente subespecies, llegó un reclamo en la década de 1950 por parte de E. O Wilson y W. L. Brown, dos de los biólogos más reconocidos del siglo pasado (Fig. 3), quienes escribieron: “Creemos que a medida que el análisis de la variación geográfica se vuelva más completo, el sistema de nomenclatura trinominal (el que se refiere a las subespecies) se revelará como ineficiente y superfluo para fines de referencia”.
A la fecha sabemos que la actualización de la clasificación de los seres vivos ha sido consecuencia de los cambios y avances en el conocimiento de su evolución, sus relaciones históricas en conjunto con la invención de nuevas técnicas de análisis más modernos como el estudio del ADN. Estas nuevas técnicas nos han permitido incrementar la cantidad de caracteres para el análisis en la delimitación de las especies y poder determinar las diferencias entre distintos grupos. Por ejemplo, la existencia de la genómica nos permite entender en detalle el papel de los genes y su expresión fenotípica; es decir, entender el origen y razón de las variaciones. Otros caracteres, como los cantos, en el caso de las aves, las ranas o algunos insectos, ya se han hecho grabables y cuantificables; a su vez, hoy en día se analizan la física y química de las estructuras moleculares responsables de la coloración de plantas y animales. Incluso, gracias a la disposición de registros de presencia de las especies, así como las herramientas para entender la relación entre clima y sus distribuciones a través de modelos de nicho, podemos aportar también caracteres ambientales para entender mejor las variaciones debidas al clima.
Todos estos avances teóricos y metodológicos han permitido grandes avances en el reconocimiento y reconstrucción de las relaciones entre los seres vivos. Sin embargo, aún hay mucho por hacer, trabajar, estudiar e investigar para esclarecer la pertinencia del uso de las subespecies como unidad de clasificación válida, ya que sus implicaciones en áreas aplicadas pueden ser relevantes para definir el destino de la biodiversidad. En pocas palabras, desde las primeras reclamaciones sobre el uso de las subespecies hace setenta años, aún seguimos discutiendo lo mismo ¿existen o no existen las subespecies?