MUERTE, DESCOMPOSICIÓN Y DIVERSIDAD

Por: María Luisa Castillo

Red de Biología Evolutiva, Instituto de Ecología, A.C.

 

Palabras clave

Árboles muertos, biodiversidad, saproxilofagia.

 

Resumen

Durante toda su vida, los árboles nos brindan múltiples beneficios, pero al morir su aporte al ecosistema continúa, ya que se convierten en un albergue y recurso alimenticio para muchos organismos, pero sobre todo son una fuente de biodiversidad.

 

Figura 1.- Árbol en descomposición, en un bosque de niebla. Foto M. L. Castillo.

La descomposición de los árboles puede tomar muchas décadas, debido a que los constituyentes que conforman la madera son moléculas muy complejas difíciles de descomponer. Factores como la dureza de la madera de las especies arbóreas, su contenido en resinas y taninos, el hábitat en el cual se encuentren y el tipo de organismos que los colonizan influirán en el tiempo que dure su degradación. (Figura 1).

A lo largo del tiempo, los árboles muertos van perdiendo parte de su estructura, como las ramas y la corteza, cambian el color y la dureza de su madera debido a la pudrición provocada por bacterias y hongos microscópicos, quienes se convierten en los primeros colonizadores de una larga cadena de sucesión de organismos, tanto animales como vegetales.

Estas modificaciones van a permitir el establecimiento de nuevos habitantes, los fragmentadores, quienes, con su actividad masticadora, trituran la madera en pequeñas partículas, permitiendo que los microorganismos continúen su labor de descomposición y transformen las complejas moléculas de celulosa, hemicelulosa y ligninas en algo más pequeño y asimilable. (Figura 2).

 

Figura 2.- Larva de Coleoptera Cerambicydae, triturando la madera para alimentarse, presente en los bosque tropicales y templados húmedos. Foto M. L. Castillo.

 

En su mayoría son artrópodos quienes constituyen a los fragmentadores, como es el caso de coleópteros y termitas, quienes se encargarán de triturar la madera en pequeños pedazos ayudados por sus fuertes mandíbulas, algunos de ellos también cuentan con un equipo de enzimas en el interior de su tubo digestivo que les facilita romper las moléculas complejas, o si no, albergan microorganismos, como protozoarios, bacterias y hongos que se encargan de la tarea.

Muchos de los coleópteros fragmentadores pasan toda o una parte de su vida, al interior del árbol muerto alimentándose de él, se les conoce como organismos saproxilófagos, y su importancia radica en que aceleran el proceso de desintegración de la madera, agilizando la reintegración de nutrientes al suelo, como fósforo, nitrógeno, potasio, calcio entre otros. De esta manera los árboles muertos son transformados en humus, regresando al suelo gran cantidad de nutrientes que estuvieron retenidos en su tronco por muchísimos años.

Durante este largo proceso, los troncos se convierten en albergue para un sinnúmero de organismos tan diversos y específicos que solo ahí se pueden encontrar, como es el caso del escarabajo Dynastinae Megasoma elephas (Figura 3) que se establece únicamente en su etapa juvenil, o el de los coleópteros de la familia Passalidae, quienes pasan todo su ciclo de vida al interior, donde se alimentan y reproducen, únicamente abandonan los troncos para dispersarse, son comunes en selvas y bosques tropicales húmedos. (Figura 4).

 

Figura 3.- Adulto y cría de Coleoptera Passalidae, región de Los Tuxtlas, Veracruz. Foto M. L. Castillo.

 

Figura 4.- El hermoso escarabajo Megasoma elephas, presente en bosques tropicales húmedos. Foto M. L. Castillo.

Estudiando la comunidad de organismos que habitan un bosque en Inglaterra, el ecólogo ingles Charles Sutherland Elton (1900 – 1991) estimó que si fueran removidos los troncos muertos de ese lugar se eliminaría en una quinta parte la fauna del sitio. Nuestros bosques son muchas veces más diversos que los ingleses, sin embargo, no sabemos el valor que los árboles muertos pueden aportar a la riqueza del ecosistema y desconocemos de qué manera se vería afectada la biodiversidad si los árboles muertos no estuvieran.

Otra de las bondades que los troncos en descomposición nos brindan es que sirven de sustrato para el crecimiento de diferentes organismos, como musgos, líquenes, helechos, orquídeas y una gran diversidad de hongos y plantas (Figura 5 y 6). Los árboles muertos en pie son un refugio para muchos vertebrados, principalmente para las aves, quienes los utilizan como sitios de anidamiento y percha.

Figura 5.- Vegetación creciendo sobre un árbol en descomposición. Foto M. L. Castillo.

 

Figura 6.- Hongos Polyporales creciendo sobre un tocón en descomposición. Foto M. L. Castillo.

 

El proceso de la descomposición de los árboles es significativo, ya que en él se llevan a cabo una gama de interacciones ecológicas que solo ahí se encuentran. Tienen un efecto directo en la formación de suelo y liberación de nutrientes, son un reservorio de agua y humedad, ayudan a reducir la erosión al favorecer la retención del suelo, son un recurso y hábitat para gran cantidad de organismos, micro, meso y macrofauna, muchos de ellos aún desconocidos, convirtiéndose en un reservorio muy importante de biodiversidad.

No hay que ignorar su importancia, los troncos en descomposición son microambientes frágiles y sensibles a la perturbación, son elementos que debemos valorar y proteger pues prestan un gran servicio al ecosistema.

 

Pie de figuras

Figura 1.- Árbol en descomposición, en un bosque de niebla. Foto M. L. Castillo.

Figura 2.- Larva de Coleoptera Cerambicydae, triturando la madera para alimentarse, presente en los bosque tropicales y templados húmedos. Foto M. L. Castillo.

Figura 3.- Adulto y cría de Coleoptera Passalidae, región de Los Tuxtlas, Veracruz. Foto M. L. Castillo.

Figura 4.- El hermoso escarabajo Megasoma elephas, presente en bosques tropicales húmedos. Foto M. L. Castillo.

Figura 5.- Vegetación creciendo sobre un árbol en descomposición. Foto M. L. Castillo.

Figura 6.- Hongos Polyporales creciendo sobre un tocón en descomposición. Foto M. L. Castillo.