LA CACEROLITA DE MAR
José G. García-Franco y Marisa Martínez
Red de Ecología Funcional, Instituto de Ecología A.C.
La cacerolita de mar, o Limulus polyphemus por su nombre científico, es un pariente cercano de las arañas que parece cangrejo (Fig. 1). Vive en las costas de la Península de Yucatán en México y en la costa Atlántica de los Estados Unidos, pero no se le encuentra en la parte central del Golfo de México (Fig. 2). Su nombre hace alusión a su aspecto: parece una cacerola, o bien una herradura de caballo, como se le llama en Estados Unidos (horseshoe crab, cangrejo herradura). El nombre científico también se refiere a su conducta y su aspecto. Limulus significa que vive en el lodo, y polyphemus hace alusión a sus ojos que aparentan estar en medio de la frente y que asemejan a los de Polifemo, personaje de la mitología griega que también tenía un ojo en la frente.
La cacerolita de mar es una de las pocas especies consideradas como fósiles vivientes. Han vivido en la tierra desde hace 475 millones de años (Ma), y coexistieron con los dinosauros (hace 65 Ma) y los primeros humanos (hace 3.3 Ma). Otros animales parecidos a las cacerolitas de mar se llamaban trilobites y se extinguieron hace unos 250 Ma. Prácticamente no ha sufrido cambios evolutivos, ya que desde la mitad del Mesozoico (hace 203 Ma) presenta las mismas característica morfológicas y fisiológicas con las que se ha enfrentado y adaptado a los cambios bióticos y ambientales que han sucedido hasta nuestros días.
El cuerpo de las cacerolitas de mar está cubierto por un caparazón rígido, llamado exoesqueleto, que está dividido en dos partes, terminando en una larga cola (Fig. 3). Tiene 5 pares de patas y un par de quelíceros o tenazas, como las de los cangrejos, que le sirven para moverse y alimentarse (Fig. 4). En condiciones naturales llega vivir de 20 a 40 años y medir 50 cm de largo. Aunque su aspecto podría parecer intimidante con las tenazas y la cola terminada en pico, en realidad son unos organismos totalmente inofensivos.
Habita en aguas poco profundas con fondos oceánicos suaves, arenosos y fangosos, como lagunas costeras y manglares, donde se entierra fácilmente alimentándose de moluscos, cangrejos, almejas, peces y algunas algas (Figura 5).
En el invierno migran hacia las playas arenosas de estuarios, para su reproducción. Las hembras pueden llegar a poner 80,000 huevos del tamaño de una cabeza de alfiler, distribuidos en diferentes nidos (cerca de 4,000 huevos por nido). Las larvas eclosionan después de un tiempo ayudadas por la abrasión de la arena y el movimiento del mar. Para crecer, la cacerolita cambia el exoesqueleto, ya que fabrica uno nuevo y más grande en el interior y deja el viejo del exterior (exhuvia) en un proceso conocido como muda (Fig. 6). Conforme envejecen, el crecimiento se hace más lento por lo que la frecuencia de muda se reduce, con lo cual algunos organismos marinos pueden llegar a adherirse a sus corazas. Durante su desarrollo y en estado adulto las cacerolitas son el alimento de peces, aves, tortugas marinas, pulpos y hasta cocodrilos.
Tristemente después de haber sorteado miles de dificultades y depredadores durante cientos de millones de años, actualmente la cacerolita de mar se encuentra en una difícil situación debido a las actividades del ser humano (el más devastador depredador). Desde mediados del siglo XX, millones de cacerolitas se han pescado intensamente para utilizarse en la producción de fertilizantes y como carnada para la captura de especies marinas de valor comercial como la anguila. Además, la construcción de puertos, zonas urbanas y turísticas costeras han modificado, contaminado y destruido sus hábitats. Sin embargo, una de las características fisiológicas que les ha permitido mantenerse en la tierra, se ha convertido en su peor enemigo.
Su sangre, como la de otros artrópodos, se conoce como hemolinfa y contiene hemocianina, la cual es una proteína rica en cobre que se torna de color azúl al transportar el oxígeno. La hemolinfa también contiene amebocitos, células semejantes a los leucocitos de los vertebrados pero que tienen movilidad como las amíbas. Los amebocitos reaccionan ante las toxinas bacterianas y las cubren para formar coágulos. Es decir, los amebocitos permiten detectar la presencia de bacterias, y es por ello que los humanos nos hemos convertido en vampiros sanguinarios de estos antiguos e inocentes animales.
De la sangre de las cacerolitas se obtiene una sustancia conocida como “lisado de amebolitos de límulus” (LAL) que se utiliza en la industria famacéutica para comprobar que productos como dispositivos médicos, vacunas y otros medicamentos (i.e., para el cancer y el sida) estén libres de patógenos y toxinas. Para ello, aplican en algunas piezas de los lotes de medicinas producidas el LAL, y si no presentan la formación de coágulos pueden ser usadas en las campañas de vacunación y en el tratamiento de enfermedades. De igual forma, el LAL se utiliza para detectar rápidamente infecciones en los astronautas.
Lo anterior significa que la cacerolita contribuye muchísimo en la salud humana. Sin embargo, el costo en sus poblaciones ha sido muy alto. Para obtener esa maravillosa solución (LAL) es necesario capturar y extraer la sangre de muchos individuos. Muchas vidas de las cacerolitas se han perdido durante las explotaciones médicas iniciales y en el proceso de aprendizaje para obtener la preciada sangre, orillando su desaparición en algunas zonas de su distribución.
Afortunadamente, se han logrado establecer planes de protección debido a su situación de especie relicto y a su limitada distribución. En Estados Unidos, se han establecido regulaciones sobre su captura, modo de extraccíon y cantidad de sangre obtenida por cada individuo, con lo cual ya no se provoca la muerte de los individuos. Mientras que en México esta considerada como especie en peligro de extinción y esta protegida (NOM-059-SEMARNAT 2001), y se difunde su importancia en la población. Por ejemplo, en La Isla de Ciudad del Carmen, Campeche, se ha incluido su figura con el nombre maya (Mesh) en el juego de lotería para que la población en general, pero sobre todo los niños, la conozcan y aprecien (Fig. 7). Los esfuerzos para su protección deben mantenerse para no perder a este hermoso y valioso animal.