¿PUEDEN LOS BOSQUES SER INVISIBLES?

Juan Carlos López-Acosta1 y Maite Lascurain2

1 Centro de Investigaciones Tropicales, Universidad Veracruzana

2 Red de Ambiente y Sustentabilidad, Instituto de Ecología, A. C.

 

Un objeto, sitio, animal o persona puede ser invisible de varias maneras: imperceptible para los sentidos, como lo logra la mujer invisible de la película de ciencia ficción “Los 4 fantásticos”, quien se escurre por todos lados sin ser vista y al final, cumple con sus distintas misiones. Otro modo es mimetizándose entre formas y colores variados donde difícilmente puede ser descubierto, como lo hace el camaleón o el insecto palo, quienes se confunden con su entorno. Pero: ¿un bosque puede ser invisible?, suena difícil de creer ¿no es así?, sin embargo, parece ocurrir más de lo que podemos pensar. Desde los albores de la humanidad se han aprovechado los recursos naturales con transformaciones en el entorno, algunas veces muy drásticas, por ejemplo, se eliminan selvas tropicales con miles de especies de flora y fauna reduciéndolas a pastizales donde quedan unas cuantas especies dominantes, como consecuencia, también se afecta la disponibilidad de agua y suelo fértil. En algunas ocasiones la intervención en los bosques provoca un cambio de manera más sutil, lenta, sigilosa e invisible, es una actividad consciente de las personas que los manejan, otras veces  hacen modificaciones hasta que, sin darse cuenta, se transforman en nuevas comunidades vegetales.

 

Figura 1. Paisaje sierra Misantla. Crédito: Maite Lascurain

 

Es bien conocido el hecho de que las selvas o bosques “primarios”, “vírgenes” o “prístinos” que tenemos actualmente y todos imaginamos desde nuestras clases de ecología, no son exactamente los “originales”, ya que siempre han sido intervenidos de una forma u otra. Por ejemplo, la selva maya al sureste de México es en realidad el resultado de un manejo histórico desde la época precolombina, donde se ha favorecido el cuidado de plantas útiles hasta convertirla en una selva oligárquica, es decir, donde hay pocas especies de plantas con una composición muy diferente a la “original”. En cambio, un bosque invisible, desde luego también muy probablemente manejado por cientos de años, se caracteriza por tener un mayor número de especies y un amplio mosaico de diversidad biológica y cultural, otorgándonos una oportunidad para su conservación.

Aunque este ejemplo nos remite a la majestuosa cultura maya, también podemos encontrar casos similares en otras regiones del mundo. Un ejemplo muy cercano ocurre en bosques de la sierra de Misantla, en la parte central del estado de Veracruz, donde crece un árbol que produce un fruto comestible llamado “cachichín” (Oecopetalum mexicanum), muy apreciado por la cultura local, tan es así que allí se le da ese nombre a ranchos, canciones y equipos de futbol. En esos bosques, las personas se levantan temprano y aun en la oscuridad, caminan con ayuda de lámparas para recoger los frutos del suelo, cuidando de no pisar especialmente los arbolitos de “cachichín” que apenas van naciendo. ¿Podrías darte cuenta qué sucede en esos sitios?: Poco a poco a través de los años de recolección acumulados, empieza a dominar este árbol en el bosque, hasta convertirse en un tipo de comunidad localmente reconocida como “cachichinal”. Estos bosquecitos son otras opciones de recolección del fruto, que se lleva a cabo mediante un proceso lento, no intencionado, invisible para el ojo ajeno. Curiosamente, si preguntamos a personas de algunas localidades de la sierra de Misantla, si el árbol ha sido cultivado, comúnmente contestarán que no, lo cual es verdad, sin embargo, la huella de su manipulación es evidente. Pero ¿qué tienen de importante estos bosques, si son invisibles?, quizás más de lo que imaginamos o hasta el momento hemos podido medir, pues permiten la preservación de muchas de las funciones que caracterizan a un bosque, como son la protección del suelo, la regulación de los flujos de agua, la producción de recursos forestales (madera, fibras, plantas comestibles, etc.), además de ser el hábitat de una buena proporción de especies de plantas y animales que solamente han sido reconocidas de los bosques “originales”.

 

Figura 2. Cachichinal. Sierra Misantla. Crédito: Melissa Covarrubias

 

Los bosques invisibles tienen una apariencia y tipo de especies vegetales mantenidas directa o indirectamente por las personas y modificadas a su conveniencia, sin embargo, no corresponden a una clasificación específica de uso de suelo, por lo tanto, no aparecen registrados en los mapas o en las estadísticas del sector forestal o agrícola. Estos bosques fácilmente son confundidos por su semejanza con los “primarios” o modificados, pues ocupan un lugar de transición entre el uso intensivo de tierras agrícolas, de los sistemas agroforestales y del bosque “original”. Tampoco existe un concepto o término apropiado que los unifique en el sector de la agricultura, silvicultura o agrosilvicultura, y peor aún, estos bosques en su gran mayoría no poseen la protección legal que merecen. Nuestros ojos solo quieren ver bosques mejor conservados, quizá alineados, uniformes y nos negamos a dar su lugar e importancia a los bosques invisibles. En este país hay más ejemplos de éstos que todavía no los vemos y que probablemente albergan buena parte de la biodiversidad que nos queda. Y tu: ¿has intentado desarrollar un superpoder y ver bosques invisibles?, ayúdalos a ser reconocidos y valorados.

 

Figura 3. Paisaje de la sierra de Misantla. Crédito: Juan Carlos López-Acosta

 

Pies de figuras:

Figura 1. Paisaje sierra Misantla. Crédito: Maite Lascurain

 

Figura 2. Cachichinal. Sierra Misantla. Crédito: Melissa Covarrubias

 

Figura 3. Paisaje de la sierra de Misantla. Crédito: Juan Carlos López-Acosta