Irritantes encuentros cercanos con una oruga peluda.
Orlik Gómez García y Dalila del Carmen Callejas Domínguez
Jardín Botánico Francisco Javier Clavijero, Instituto de Ecología A.C.
En el otoño de 1938, los radio-oyentes de la CBS en Estados Unidos, fueron sorprendidos al escuchar la narración de la novela de H. G. Wells “La guerra de los mundos”, que el joven actor Orson Welles dramatizó para su difusión a través de la radio:
“Señoras y señores, esto es lo más terrorífico que nunca he presenciado… ¡Espera un minuto! Alguien está avanzando desde el fondo del hoyo. Alguien… o algo. Puedo ver escudriñando desde ese hoyo negro dos discos luminosos… ¿Son ojos? Puede que sean una cara. Puede que sea…”
Fue tan bien dramatizada que muchas personas creyeron que realmente estaba ocurriendo una invasión de marcianos. Esta inocente narración, que duró una hora, provocó el pánico entre miles de personas que salieron despavoridas, convencidas de que el mundo estaba siendo invadido por un ejército extraterrestre dispuesto a conquistar nuestro planeta.
Hoy en día es difícil imagina un pánico colectivo semejante, sin embargo, ocurre. Por ejemplo, aunque en un ámbito mucho más terrestre, a finales de la primavera de 2023 los habitantes de la ciudad de Xalapa se vieron alertados hasta la preocupación por notas en los periódicos locales y nacionales que hablaban del ataque e invasión de una plaga de orugas tóxicas en las áreas verdes del centro de la ciudad: las borreguillas.
“Una plaga de la oruga llamada “borreguilla” o “cabeza de pollo”, y según los científicos, una de las especies más tóxicas para la piel humana, invadió el área verde de la calle Zamora casi esquina con Santos Degollado en la zona centro de esta ciudad…”
La semejanza con la dramatización de Welles es mucha, pues el tema de estas notas fue la invasión de una plaga tóxica de extraños seres que, aunque no se dice, es dañina para los seres humanos. Para tranquilidad de todas y todos, estos “extraños seres” no son sino orugas de una polilla, una mariposa nocturna, más o menos común, que emergieron en el único árbol que las mamás polillas pudieron encontrar en esa zona de la ciudad para poner sus huevecillos.
Las orugas, a las que muchas personas llaman “gusanos” aunque no lo sean, son un estado larvario de los lepidópteros, es decir, de las mariposas y polillas. Así, las borreguillas, también llamadas “gusanos de peluche” o “gusano del pollo”, son una etapa del ciclo de vida de las polillas -mariposas nocturnas- del género Megalopyge.
El género Megalopyge se encuentra ampliamente distribuido por el contienen americano, y en nuestro país existen varias especies, siendo Megalopyge opercularis la más común y más extensamente distribuida también en América Latina y parte de Estados Unidos. Estas orugas están cubiertas de largas cerdas, parecidas a pelos, algunas de las cuales contienen un veneno, que es usado para protegerse contra sus depredadores. Los diversos nombres comunes que reciben las orugas de estas mariposas (i.e. borreguilla, gusano de peluche, gusano del pollo, entre otros), están relacionados con su aspecto “peludo”.
Como todas las mariposas su ciclo de vida consiste en 4 fases: huevo, oruga, pupa y adulto. Los huevos son pequeños de 0.3mm de ancho por 1.2 de largo y son depositados en grupos que varían entre 20 y 50 huevos en su planta hospedera (tienen un menú muy variado); posteriormente emergen las pequeñas orugas, que se estarán alimentando de la planta hospedera. Cuando han comido lo suficiente, las orugas utilizan la seda que producen para formar un capullo, dentro del cual pasarán a la siguiente fase, la pupa. Finalmente, después de varios días, de cada capullo emergerá una mariposa.
Al igual que muchos otros insectos, como las hormigas o las abejas, estas orugas tienen la capacidad de picar debido a algunas cerdas espinosas ocultas entre su “pelaje”. La oruga ha desarrollado excepcionales métodos de defensa contra sus predadores, como el mimetismo y las toxinas proteolíticas, neurotóxicas y alergénicas, que la oruga obtiene al alimentarse de plantas como las ortigas, el chichicaxtle y demás plantas de la familia Urticácea o de árboles como el mango y la guayaba. Las moléculas venenosas se acumulan en esos pelos urticantes y al contacto con la piel humana producen una fuerte irritación muy dolorosa, mucho ardor, enrojecimiento e hinchazón de la zona afectada y fiebre de corta duración en algunos casos. A pesar de lo aparatoso, a menos que la persona tenga una alergia severa a esta toxina, la picadura de la borreguilla no representa peligro ni es mortal. Por el contrario, en un futuro esta toxina puede resultar benéfica para el desarrollo de fármacos, tal como ha ocurrido con varios otros venenos de origen animal.
En favor de las borreguillas debemos decir que su capacidad de picar de ninguna manera es un perverso mecanismo para atacar a las personas que se atreven a acercarse a ellas. Los encuentros con estas orugas son meramente accidentales, pues no buscan hacernos daño. Puede ser que las encontremos en árboles que están presentes en aceras o jardines de la ciudad. Sin embargo, su presencia tiene altas y bajas, dependiendo del clima, la disponibilidad de alimento y la presencia o ausencia de depredadores como los parasitoides y la abundancia de aves. Es muy probable, además, que al haber muy pocos árboles en ciertas zonas de las ciudades, una gran cantidad de estas orugas “invadan” un solo árbol, como fue pomposamente anunciado en Xalapa.
Todas las criaturas, grandes y pequeñas, bonitas o no tanto, venenosas o inofensivas, son parte de la diversidad biológica y tienen, además, una función. Los humanos necesitamos aprender a coexistir con todas ellas de mejor manera y sobre todo a conocer y observar nuestro entorno y las relaciones entre los seres vivos. Como líneas finales, y parafraseando una vez más a H.G. Wells, diremos que fue la madre naturaleza, en su infinita sabiduría, quien colocó a esos seres en la Tierra, y su presencia súbita y posterior ocultamiento son parte del continuo ciclo de nacimiento, crecimiento, reproducción, interacciones y muerte, al cual todos estamos sujetos.
Te invitamos a indagar más sobre el mundo de esta y otras mariposas en el Mariposario Siwiní del Jardín Botánico Clavijero, del INECOL, en Xalapa, Veracruz.
“La opinión es responsabilidad de los autores y no representa una postura institucional”
Créditos de las fotos: Orlik Gómez García (1 y 2). Internet (3 y 4)