• Al síndrome de sueño insuficiente se le relaciona con padecimientos como obesidad, diabetes mellitus, hipertensión y cerebrovasculares 

 

El investigador de la UNAM, Ulises Jiménez Correa, considera que los TDS deben ser considerados entre las enfermedades no transmisibles

El investigador de la UNAM, Ulises Jiménez Correa, considera que los TDS deben ser considerados entre las enfermedades no transmisibles

 

José Luis Couttolenc Soto 

Xalapa, Ver.- Por estar relacionado con padecimientos como obesidad, diabetes mellitus, hipertensión y cerebrovasculares, los trastornos del sueño (TDS), como el síndrome de sueño insuficiente (SSI), deben ser considerados entre las enfermedades no transmisibles, consideró Ulises Jiménez Correa, responsable de la Clínica de Trastornos del Sueño de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). 

El investigador participó en el Simposio Latinoamericano “Avances recientes sobre la neurobiología del ciclo vigilia-sueño” organizado por la Universidad Veracruzana (UV), donde el viernes de noviembre ofreció la conferencia virtual “La falta de sueño como causa de enfermedad y sus implicaciones sociales y de salud pública”. 

Señaló que en la actualidad se pone mucha atención a las enfermedades no transmisibles derivadas por factores de estilo de vida, entre éstos se debe pone cuidado en la privación voluntaria del sueño, que se relaciona de manera directa con estos padecimientos. 

Jiménez Correa se refirió de manera general a las implicaciones del sueño patológico, las consecuencias de los TDS y su impacto en la salud física y mental, así como sus repercusiones sociales y en la salud pública. 

Expresó que quienes se dedicaal desarrollo de la teoría del sueño han dado diferentes modelos que permiten comprender de manera teórica cómo suceden procesos como dormir, por qué estamos despiertos, por qué el sueño se sincroniza con la noche y la vigilia con el día. 

Precisó que el modelo más representativo de todo esto es el propuesto por Alexander Borbély y su equipo de trabajo en 1982, que dice que hay dos procesos complementarios que en su conjunto representan el horario de sueño, periodo que va a estar sincronizado con la noche debido a un factor circadiano, aunque también existe el homeostático. 

Comentó que la investigación básica ha hecho posible obtener conocimientos que han permitido establecer qué sucede en el sistema nervioso central durante el proceso biológico de dormir, “pero al salir del escenario del laboratorio para entrar al clínico, en ocasiones las cosas se complican un poquito, lo cual hace tener que observarlas con diferentes aristas”. 

Precisó que la calidad del sueño está en función de su duración, temporalidad y continuidad, incluyendo algunos síntomas diurnos como cansancio y somnolencia; el proceso de dormir del ser humano va a estar matizado, para bien o para mal, por la presencia o ausencia de condiciones psiquiátricas de algunas enfermedades, TDS o estilos de vida. 

Al indicar que los TDS tienen una amplia prevalencia, dijo que en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) se agregaron algunas preguntas relacionadas con los TDS y arrojó una prevalencia con síndrome de apnea obstructiva del sueño en un 27.8 por ciento; de este total, el 28.4 por ciento dormían menos de siete horas, el 26.5 por ciento lo hacía más de nueve horas, mientras que el 18.8 por ciento padecía insomnio de más de tres noches por semana. 

De acuerdo a la clasificación internacional de los TDS, existen varias enfermedades por esta causa: insomnio, trastornos respiratorios durante el sueño, hipersomnias de origen central (somnolencia excesiva), trastornos del ritmo circadiano, parasomnias (trastornos de conducta durante el sueño), trastornos psiquiátricos o conductuales, y otras que se encuentran en estudio. 

En conclusión, Ulises Jiménez consideró que “no es fácil dormir bien”, que el sueño es un proceso biológico modulado por factores psicológico-sociales, por ello la alta prevalencia de TDS con consecuencias de enfermedades metabólicas y mentales, baja calidad de vida y accidentabilidad. 

Recomendó que durante el confinamiento por la pandemia de Covid-19 se “consienta” el cronotipo (variación del ritmo circadiano) permaneciendo más tiempo en cama para combatir el SSI, y aprovechar el tiempo que se destinaba al transporte para incorporar hábitos saludables a la vida diaria.