Observaciones que se convierten en monitoreo, que se convierten en calendarios de manejo
Luciana Porter Bolland, Claudia Gallardo, Emma Villaseñor
Instituto de Ecología A.C.
Los calendarios o almanaques temáticos, como el agrícola o el apícola, presentan información de primera mano sobre los tiempos específicos para realizar labores y actividades relacionadas con los cultivos o el manejo de abejas. Estos tiempos están determinados por la estacionalidad que marca la relación entre el clima y los procesos fisiológicos de las diferentes especies. En plantas, por ejemplo, esta relación puede ser la influencia de la humedad y temperatura en la disponibilidad de agua para germinar o la cantidad de horas sol que dispara la floración. Así, la estacionalidad marca los tiempos de las especies y sus interacciones, determinando las labores que corresponden a cada momento: si es tiempo de sembrar, de cosechar, u otros trabajos. De esta manera, los calendarios incluyen las prácticas culturales específicas que tienen que ver con cultivos o especies particulares, así como con otros valores de la naturaleza. Reflejan las relaciones de los grupos sociales con estas prácticas y sus valores. Muchas veces incluyen también festividades asociadas: pedir permisos antes de sembrar, o agradecimientos al cosechar, por ejemplo. Estos calendarios, por tanto, resumen una gran cantidad de conocimiento basado en la observación y la transmisión oral, así como la importancia de significados que las sociedades han dado a los ciclos de la naturaleza. Existen otros calendarios que se generan a partir de datos existentes, como las estadísticas nacionales. Por ejemplo, el Calendario Agrícola Mexicano oficial presenta los tiempos para la siembra de los principales cultivos del país.
Es de notar que, ya sea con datos oficiales o mediante el conocimiento local y tradicional, la información es generada a partir de la observación constante de los fenómenos de la naturaleza y las actividades productivas. Esto es, mediante el monitoreo, que implica el registro sistemático de un fenómeno en particular y que permite retroalimentación sobre su continuidad y cambio. El monitoreo generalmente forma parte del quehacer del campo, el cual lleva implícito una ardua labor empírica de observación – validación – adecuación y, por ende, experimentación. Aunque esta información no siempre se plasma en un calendario escrito, sí rige el quehacer local pues se va sumando a un conocimiento sobre las actividades de manejo. En un espíritu agroecológico, estas son capacidades o habilidades importantes que fortalecen la autogestión y por lo mismo es importante reconocerlas y fortalecerlas.
En la actividad apícola, resulta de gran utilidad generar y utilizar calendarios guías para las diferentes labores. El trabajo del apicultor implica conocer en qué momentos se deben preparar los panales, estar listos para las actividades asociadas a la entrada de recursos como néctar y polen que incluye subir alzas o poner trampas de polen, entre otras muchas actividades que tienen que realizar los apicultores. Como todas estas actividades van de la mano con las floraciones de las plantas néctar-poliníferas, los calendarios para el manejo de abejas se basan en su fenología reproductiva. Esto es, en el conocimiento de los momentos en los que las plantas florecen y ofrecen sus atractivos recursos a las abejas a lo largo del año. La observación de los patrones fenológicos, es decir, el monitoreo de los eventos de floración de las plantas, es clave para ir planificando las diferentes actividades que se deben llevar a cabo para cosechar miel y otros productos de la colmena. El traducir la sistematización de estas observaciones en un calendario de floración y del quehacer apícola, implica interpretar aspectos de los diferentes eventos que brinda la naturaleza con respecto a las floraciones de las especies néctar-poliníferas disponibles y el comportamiento mismo de las abejas, en actividades de manejo que se deben llevar a cabo para lograr los objetivos deseados con respecto al aprovechamiento del recurso. La aplicación de estos calendarios implica su verificación y constatación, lo que permite ir evaluando qué tan atinados son y qué tanta variación interanual existe. Esta información y su constatación periódica a través del monitoreo, está siendo cada vez más importante en el contexto del cambio climático ya que permite ir ajustando las tareas productivas ante las dinámicas cambiantes del ambiente y su influencia en las especies.
Tomando en consideración todo lo anterior, el trabajo conjunto entre productores e investigadores para registrar el monitoreo sistemático de la fenología de floración y su relación con la actividad apícola puede llevar a generar información que se traduzca en calendarios útiles para el manejo. En ese sentido es muy deseable que estos calendarios puedan servir como predictores sobre la realización de actividades productivas pero, que además, y considerando los procesos de cambio de estos tiempos, aporten con la reflexión de las variaciones en el clima y los cambios en el paisaje, generando aprendizaje para el manejo.
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