¿Cuántos son muchos? O ¿qué tanto es tantito?

Carolina Álvarez Peredo1, Armando Contreras Hernández1 y Rosa María González Amaro1

1 Red de Ambiente y Sustentabilidad. Instituto de Ecología A. C.

 

Resumen: Las interacciones fauna-humano en sistemas agrícolas generalmente surgen de la sobreabundancia de fauna silvestre resultado de las intervenciones humanas. La identificación de estas especies es clave para un mejor manejo y su control.

 

Palabras clave: fauna silvestre, sobreabundancia, sistemas agrícolas

 

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Fig. 1 Algunos vertebrados silvestres que pueden hacer uso de sistemas agrícolas.

Desde la aparición del ser humano en la Tierra, la fauna silvestre ha sido un elemento inherente a éste. Más aún, con el desarrollo de la agricultura y el asentamiento de los primeros grupos humanos, pues algunas especies de fauna silvestre encontraron en los cultivos una fuente de alimento “fácil”. Aún hoy en día, y a pesar de múltiples esfuerzos y campañas de erradicación de las –comúnmente llamadas- “plagas”, muchas especies de fauna silvestre y doméstica, encuentran en los campos de cultivo, una fuente de alimento segura y de fácil acceso, cuya obtención, generalmente no implica un riesgo para su supervivencia.

Sin embargo, esta interacción fauna-humano ha desencadenado históricamente un conflicto socioambiental caracterizado principalmente por pérdidas en las cosechas esperadas. En algunos casos, estas pérdidas significan una merma en los productos de autoconsumo para agricultores locales y sus familias, y en algunos otros, implican pérdidas económicas significativas en los mercados comerciales. Y es precisamente a raíz de estas cuantiosas pérdidas económicas, que, en México, a partir de la década de 1970 se implementaron campañas intensivas -y poco planificadas- de erradicación de plagas en plantaciones agrícolas y forestales. ¿La principal falla? La falta de conocimiento respecto a la biología de las especies denominadas “plaga” y su papel en los ecosistemas, así como la falta de una estrategia técnica de manejo y control de dichas especies con bases científicas.

Pero en un mundo prácticamente dominado por las intervenciones humanas, cabe preguntar ¿Cómo hemos incidido en el desarrollo de estas especies “plaga”? ¿Qué papel hemos jugado los seres humanos en esas “alteraciones” del “equilibrio” biológico? ¿Las especies “plaga” realmente son plagas? ¿O se trata sólo de unos cuantos individuos aprovechando la oportunidad?

La respuesta no es simple, pero si intuitiva. En la mayoría de los casos, lo que comúnmente conocemos como plaga, es en realidad una sobreabundancia en las poblaciones de determinadas especies de fauna silvestre. La sobreabundancia aparece cuando la densidad poblacional es lo suficientemente alta sobrepasando la capacidad del ecosistema para soportarlas y, por lo tanto, genera conflictos y/o problemas para los seres humanos y para la conservación de los ecosistemas. Para controlarla, el primer paso es identificar el escenario en el que se presenta, así como sus causas. Y si… ¡bingo! Una de las principales causas de la sobreabundancia de especies de fauna silvestre… ¡son nuestras actividades!

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Fig. 2 Coyote atrapado en trampa de captura viva. El control de depredadores naturales que regulan las poblaciones de las especies consideradas como “plaga” es una de las principales causas de la sobreabundancia de estas especies.

La ausencia de depredadores -los cuales han desaparecido de los ecosistemas por cacería ilegal o sobreexplotación-, así como la introducción de especies exóticas -especies que no se encuentran de forma natural en los ecosistemas- son algunas de las principales causas. En áreas cinegéticas o forestales, las situaciones de sobreabundancia se deben a la alimentación suplementaria, al manejo intensivo de las poblaciones y a las malas prácticas silvícolas. Mientras que, en el contexto agrícola y ganadero, la sobreabundancia de estas especies silvestres se asocia a cambios en los usos del suelo y al incremento de ciertos cultivos que resultan especialmente atractivos. Así, en muchos casos, incluso, no se trata de una sobreabundancia, sino de unos cuantos individuos atraídos constantemente hacia los campos de cultivo como si se tratase de un cebo o un señuelo. Asimismo, el uso de venenos por parte de los agricultores, merma o extermina poblaciones de especies clave en los ecosistemas, como, por ejemplo, depredadores naturales que regulan las poblaciones de las especies consideradas como “plaga”. Por otra parte, en las ciudades, la disponibilidad de alimento -contenedores de basura, alimento para mascotas, etc.- es uno de los factores que han provocado un aumento de la abundancia de algunas especies silvestres, favoreciendo en algunos casos un proceso de semi-domesticación, mismo que, afecta directamente la salud del sistema causando daños económicos, ambientales y epidemiológicos.

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Fig. 3 Ratón alimentándose de granos de maíz en un almacén. La sobreabundancia de algunas especies afecta directamente la salud del sistema causando daños económicos, ambientales y epidemiológicos.

-Y como dicen por ahí-, para muestra… ¡basta un botón! Pues actualmente vivimos un claro ejemplo global de las pérdidas económicas y alimentarias y la crisis zoonótica que la sobreabundancia de fauna silvestre puede ocasionar. El crecimiento de las poblaciones de roedores en algunas partes del mundo ha sido gran problema causando mermas en la producción y contaminación de alimentos, principalmente granos. Una de las razones de este crecimiento desmedido de roedores ha sido el exterminio de depredadores naturales como zorros, lechuzas y serpientes, por las falsas creencias de que son transmisores de enfermedades, del mal agüero o venenosos, además de ser desplazados de los ecosistemas por perros y gatos ferales.  En este, como en muchos otros casos, para diseñar estrategias de control, primero es indispensable identificar las especies involucradas y las causas de las interacciones no deseadas y si, quizá… voltear a vernos a nosotros mismos y las acciones que en nuestras manos pudieran modificar estos panoramas.

 

Para más información:

König HJ, Kiffner C, Kramer-Schadt S, Fürst C, Keuling O, Ford AT. 2020. Human–wildlife coexistence in a changing world. Conservation Biology 34: 786–794.                                                    https:// doi.org/10.1111/cobi.13513

Salmon, T. P. y R. A. Baldwin. 2009. Pest Notes: Pocket Gophers. UC ANR Publication 7433. ISBN-13: 978-1-60107-114-9. http://anrcatalog.ucanr.edu/Details.aspx?itemNo=7433