CECILIAS: ¿LOMBRIZ, SERPIENTE O DESLIZ…DE LA NATURALEZA?

Por: Adriana Sandoval-Comte1 y Marco Antonio López-Luna2

1 Red de biología y conservación de Vertebrados, INECOL A. C.

2 Instituto de Neuroetología, Universidad Veracruzana

 

Figura 1 (Portada). El extraño visitante ¿Lombriz, serpiente o qué es? Foto: Marco A. López-Luna.

 

Tras una semana de lluvia intensa, muy cerca de un remanente de selva al sur de Veracruz, un tímido y extraño animal sale de entre la tierra, huyendo de la inundación y buscando un sitio lejos del agua. Su cuerpo pálido y anillado, de medio metro de largo, sin patas, con una apariencia húmeda y resbalosa, pudiera hacernos pensar que se trata de una lombriz, ¡una realmente grande! (Fig. 1). Al acercarnos un poco, notaremos que en uno de sus extremos hay un par de ojos diminutos, casi imperceptibles, y una boca llena de delgados pero numerosos y afilados dientes, que parecen estar insertos en un cráneo angosto y puntiagudo, lo que hace evidente que se trata de ¡un vertebrado! (Fig. 2), quedando descartada la posibilidad de que el extraño visitante sea una lombriz, ya que además de carecer de huesos, poseen clitelo (un anillo engrosado de tipo glandular en uno de sus extremos, muy característico en las lombrices), que evidentemente este serpenteante vertebrado no tiene, pero ahora que lo digo… ¿Acaso se tratará de una rara serpiente?

 

Figura 2. Acercamiento a la cabeza del visitante. Foto: Marco A. López-Luna.

 

A ver, vamos dándole coherencia a este culebrón: las serpientes son reptiles, al igual que esta “cuasilombriz dentada”, son alargadas, poseen huesos, carecen de patas y tienen el cuerpo recubierto de evidentes escamas; pero echando de nueva cuenta un vistazo a nuestro visitante (Fig. 3), podemos observar su piel lisa y húmeda, sin escamas, repleta de glándulas algunas especializadas para producir toxinas y sustancias que impiden la proliferación de hongos o bacterias y que al mismo tiempo nos confirman que lombriz no es, ni serpiente tampoco ¿entonces qué es?.

Figura 3. Parecidos, pero no parientes. (A) Cecilia mexicana, (B) Lombriz de tierra europea y (C) Culebra chirriadora. Fotos: Arístides Vinalay, Marina Gorbunova (Naturalista) y Pedro Nahuat

 

Y como ya sabemos todo lo que no es, ahora hablemos de lo que sí es: los vertebrados con este tipo de piel se conocen cómo anfibios, y a este se le conoce como cecilia. Las cecílias, pertenecen a uno de los tres grupos en los que se dividen los anfibios modernos, llamado Gymnophiona; palabra de origen griego que significa “serpiente desnuda”. Los Gymnophiona son, de los anfibios, el grupo que tiene menos especies diferentes con 214, representa menos del 3% de las 8,208 especies hasta ahora conocidas. Las cecílias, viven restringidas principalmente a ambientes tropicales, entre la franja del Trópico de Cáncer y de Capricornio, en el sureste de Asia, en India, África, México y Sudamérica (Fig. 4). En México, se conocen sólo 3 especies; la cecilia mexicana (Dermophis mexicana), la cecilia del pacífico (Dermophis oaxacae) y, por último, la cecilia de montaña (Gymnophis syntrema), todas habitando principalmente en selvas altas y bosques al sur del país.

Figura 4. Mapa de distribución las cecílias (Gymnophiona). Elaboración Adriana Sandoval-Comte.

 

Actualmente, hay muy pocos estudios sobre cecilias; lo que ha llevado a que más de la mitad de las especies no tengan información suficiente sobre su biología, amenazas, requerimientos o como se encuentran sus poblaciones. Lo que conocemos hasta ahora, es que la mayoría de las cecilias son activas durante la noche y que muchas de ellas viven enterradas bajo la tierra, aunque también se conocen algunas especies acuáticas y semi-acuáticas. Muchas de ellas respiran por pulmones, aunque también son capaces de absorber el oxígeno usando la boca y la piel, tienen ojos y oídos poco desarrollados, son prácticamente ciegas y sordas, sin embargo, han desarrollado un notable sentido del olfato y un tacto altamente perceptible a las vibraciones; esto gracias a un montón de células sensibles ubicadas en todo su cuerpo y un tentáculo químico-sensible (entre cada ojo y cada orificio nasal); ambos vitales para comunicarse, detectar amenazas, encontrar pareja y sobre todo para alimentarse. En este sentido, se sabe que las cecílias son carnívoras y excelentes cazadoras, consumiendo una gran variedad de bichos como lombrices de tierra, termitas, chapulines, hormigas, etcétera.

Las cecílias tienen un alto valor en los ecosistemas, contribuyendo en ciclos de nutrientes en medios terrestres y acuáticos, en la aeración del suelo y en la cadena alimenticia, como depredadoras y presas; controlando la sobrepoblación de invertebrados y retardando la descomposición de materia orgánica. Desafortunadamente, su rareza, los mitos y el poco conocimiento que se tiene sobre ellas, ha llevado la mayoría de las veces a aniquilarlas, lo cual es un absurdo, ya que no existe evidencia que estos animales nos causen ningún daño, sino todo lo contrario.

Recordemos que conocer (y respetar) nuestra fauna es una de las herramientas más poderosas y el primer paso para conservar la naturaleza y los servicios ecosistémicos que mejoran nuestra vida. Esperamos que poco a poco los encuentros entre la fauna y los humanos sean menos desafortunados y que podamos sorprendernos y reconocer la importancia de todos los seres vivos con los que compartimos el planeta.

 

Pies de Figuras

Figura 1 (Portada). El extraño visitante ¿Lombriz, serpiente o qué es? Foto: Marco A. López-Luna.

Figura 2. Acercamiento a la cabeza del visitante. Foto: Marco A. López-Luna.

Figura 3. Parecidos, pero no parientes. (A) Cecilia mexicana, (B) Lombriz de tierra europea y (C) Culebra chirriadora. Fotos: Arístides Vinalay, Marina Gorbunova (Naturalista) y Pedro Nahuat.

Figura 4. Mapa de distribución las cecílias (Gymnophiona). Elaboración Adriana Sandoval-Comte.