¡La hojarasca no es basura!
Adriana Sandoval-Comte1 y Beatriz Eugenia Marín-Castro2
1Red de Biología y Conservación de Vertebrados, INECOL, A.C.
2Laboratorio de Análisis Químicos de Suelo, Agua y Plantas, INECOL, A.C.
Resumen: La importancia de los bosques es indiscutible, no por nada se les conoce como “los pulmones de la Tierra” en estos importantes ecosistemas no solo se purifica el aire, se frenan los vientos, se regula el agua, también gracias a la caída de sus hojas sobre el suelo son fuente de nutrientes, brindan alimento y escondite de muchos animales. Conozcamos un poco más a fondo sobre ello.
Palabras clave: suelo, mantillo, nutrientes, microhábitat, fauna.
Este artículo, surgió de una conversación de sobremesa entre dos biólogas con gustos y enfoques distintos, una apasionada de los anfibios y la otra amante del suelo. Hablamos de cómo hemos escuchado a varias personas llamar a la hojarasca “basura” o de lo frecuente que es ver como la hojarasca es “barrida” de los camellones, de jardines e incluso en campañas de limpieza dentro de áreas conservadas, dejando al suelo totalmente expuesto al sol, al viento y a la lluvia, y dejando sin hogar a muchos animales. Instintivamente, cuando nos dicen la palabra basura se nos viene a nuestra mente algo desagradable, sucio o inservible. Pero en lo referente a los elementos naturales, nada es basura, ya que desde una escala micro hasta la macro, la hojarasca son parte fundamental de un bosque vivo y aquí te contamos de manera muy breve por qué.
Se acerca el otoño, las horas de sol se van haciendo más cortas, siendo la señal para que las plantas inicien una etapa de reserva de energía, comenzando con una súbita caída de hojas de todos los tamaños y formas, para formar hermosos tapetes acolchonados marrones, amarillos y rojizos que cubren el suelo, entremezclándose principalmente con ramitas, semillas, raíces y algunos troncos de árboles y donde se pueden identificar las distintas etapas de descomposición de las hojas junto con restos de otros organismos y hongos, esta transformación gradual de las hojas y muchas otras cosas, conforman lo que llamamos mantillo.
En el mantillo, habitan un inmensurable mundo de seres vivos, basta con echarnos pecho tierra y contemplar. Ahí podremos ver escurridizas lombrices y una vasta variedad de animalitos de seis o más patas (insectos y artrópodos). Si tenemos suerte, quizás nos toque presenciar el paso apresurado de mamíferos pequeños como ratones o musarañas, algunas especies de ranas, sapos y salamandras terrestres, huidizos reptiles como serpientes y lagartijas e incluso algunas aves que prefieren cazar o anidar en el suelo. Y aunque nuestros ojos no los vean, también hay un batallón microscópico conformado por bacterias, hongos, líquenes y poco sabido también virus, todos ellos participan activamente en la transformación de las hojas, de hecho, de todo lo orgánico que caiga en el suelo (Fig. 1).
La hojarasca es una fuente importante de nutrientes, siendo así el principal aporte orgánico para la formación y fertilidad del suelo. Así como se dice, que el suelo es la piel de la tierra, el mantillo vendría siendo algo así como, el vello que cubre la piel. Está cubierta proporciona protección contra la erosión, acondiciona un microclima, amortiguando la temperatura y la humedad del suelo y entramando capa por capa bajo nuestros pies el hogar y supermercado de una gran cantidad de organismos. La formación de la hojarasca a mantillo puede ser muy variada, por ejemplo, en bosques de alta montaña, donde puede haber mucha humedad, pero con frío, la transformación de las hojas será más lenta (de 10 a 15 cm de espesor) a comparación de los bosques mesófilos de montaña, que rodean la ciudad de Xalapa, donde también hay mucha humedad, pero más calorcito, la degradación del material orgánico será más rápida (de 10 hasta ≥30 cm de espesor). Dado que son nuestros animales favoritos, no podríamos dejar de mencionar a los anfibios terrestres habitantes de la hojarasca de nuestros bosques de niebla.
En el mundo hay cerca de 8,700 especies de anfibios, distribuidos ampliamente en casi todos los ecosistemas. Aunque los anfibios son usualmente considerados de “doble vida”, habitando tanto en agua como tierra, existen un gran número de especies que viven, y se reproducen, fuera de ella, entre la hojarasca, rocas o bajo troncos y a esos anfibios se les conoce como terrestres. Para poder sobrevivir en ambientes no acuáticos, los anfibios terrestres requieren de un microclima ideal, que les provea de una alta humedad y una temperatura templada o fresca lo más constante posible (incluso en temporadas de sequía y calor). Específicamente, en los fragmentados bosques de niebla de Xalapa y alrededores, decenas de especies de salamandras sin pulmones o también conocidos como tlaconetes (Familia Plethodontidae), varias ranitas de hojarasca (Familia Craugastoridae), ranitas chirriadoras (Familia Eleutherodactylidae) y algunos sapos (Familia Bufonidae), encuentran además de un agradable lugar para vivir, entre el mantillo tienen a disposición un vasto y nutrido almacén de alimento, encontrando como parte del menú: colémbolos, hormigas, termitas, pulgones, ácaros, arañas, entre otros.
El papel de los anfibios terrestres en este microhábitat es crucial, por varias razones: 1) suelen ser especialistas, muy sensibles a los cambios ambientales, sobre todo requieren de una cama de hojarasca y buena cobertura en el dosel para sobrevivir, lo que los hace excelentes indicadores la salud del bosque; 2) son fuente de alimento de animales más grandes como serpientes, aves y mamíferos; y 3) por su dieta rica en bichos, controlan sus poblaciones, reduciendo la velocidad en la que degradan la hojarasca y promoviendo que se fije el carbono en el suelo (Fig. 2).
Así que podrás darte cuenta que las necesidades que tienen los anfibios terrestres para su sobrevivencia, se las otorga la hojarasca que esta sobre el suelo, esperamos que después de esta nota te preguntes dos veces antes de mover o barrer por completo las hojas que caen.
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