SUPERANDO LA PRUEBA DEL ÁCIDO.
RESTAURACIÓN ECOLÓGICA DE UN PAISAJE LUNAR
Por: Sergio A. Cabrera-Cruz, Oscar Muñoz-Jiménez, José Luis Aguilar-López, Rafael Villegas-Patraca
Unidad de Servicios Profesionales Altamente Especializados (USPAE), Instituto de Ecología A.C.
En metalurgia, la prueba del ácido o prueba ácida es aquella que utiliza dicha sustancia para distinguir al oro de otros metales. Así, de manera figurativa, la expresión “prueba del ácido” se utiliza para aquellas situaciones en las que algo o alguien debe demostrar su valor; es la demostración definitiva de un atributo. En 1984 Tony Bradshaw, un científico inglés, dijo “La restauración [ecológica] es la prueba del ácido de nuestro entendimiento de la ecología”, implicando que realizar una restauración exitosa demostraría que contamos con conocimiento profundo de los procesos implicados en la sucesión ecológica.
Puesto de manera simple, la sucesión ecológica es el proceso de cambios naturales que ocurren en el ambiente. Tal como esta definición indica, la sucesión ocurre de manera natural, y de hecho la podemos observar alrededor nuestro. Por ejemplo, después de que un huracán impacta una costa tirando árboles a su paso, la vegetación se recupera por sí sola con el paso del tiempo. De manera similar podemos observar la sucesión ecológica en acción reparando el daño causado por acciones humanas. Por ejemplo, un tiempo después de que removemos la vegetación de un terreno (como un lote baldío, nuestro patio, o un parque) vemos que empiezan a crecer nuevamente algunas plantas. Primero son algunas hierbas y, dado el suficiente tiempo, pueden llegar a crecer arbustos y después árboles. Eso es la sucesión: el cambio de la vegetación a través del tiempo.
Por otro lado, la restauración ecológica se trata de la intervención humana para permitir o acelerar el proceso de sucesión. Existen dos tipos de restauración: activa y pasiva. La restauración pasiva consiste en proteger un lugar para que la sucesión ecológica pueda actuar, por ejemplo eliminando o prohibiendo la actividad que causó el daño original (como la tala de árboles o el pastoreo). La restauración activa, además de la eliminación de las actividades dañinas, consiste en la intervención humana por medio de diversas acciones como la siembra de semillas o plántulas para iniciar, promover o acelerar el proceso de sucesión. Por tanto, para poder realizar una restauración activa de manera exitosa, es necesario contar con conocimiento de cómo ocurre la sucesión.
¿Por qué intervenir, si la naturaleza hace el trabajo? Hay muchas razones, una de ellas es que algunas actividades humanas dañan el ambiente tan severamente que la sucesión natural tardaría décadas en ocurrir. Por ello, con la restauración activa se busca asistir a la naturaleza para reparar el daño de manera más rápida, permitiendo después que aquella siga su curso.
Gracias al registro fotográfico recabado por astronautas que han visitado la Luna, sabemos que los paisajes lunares se caracterizan por paisajes desiertos carentes de vida. En la Tierra conocemos como paisajes lunares a aquellas áreas que de igual manera muestran una ausencia aparente de vida, o bien que son de apariencia tan extraordinaria que hacen pensar que son de otro mundo. Los paisajes lunares terrestres ocurren de manera natural, como en La Reserva de la Biósfera de El Pinacate y el Gran Desierto de Altar en el noreste de México, o de manera artificial después de un uso y explotación intensiva de los recursos naturales de un lugar.
Las minas a cielo abierto son aquellas donde se extraen materiales en la superficie del terreno, de manera contraria a las minas subterráneas donde la extracción se realiza debajo de la superficie y a donde se llega por ejemplo a través de túneles. Son muchos los pasos necesarios para la extracción de las materias primas de interés de una mina, pero parte de ellas en una mina a cielo abierto implican la remoción de la vegetación y el suelo (o descapote). Esto, aunado a la operación de maquinaria pesada, altera profundamente las áreas minadas, convirtiéndolas en zonas infértiles evocativas de un paisaje lunar donde muy difícilmente ocurre la sucesión natural cuando cesan las actividades de extracción. De hecho, este tipo de operaciones son tan dañinas al ambiente que hace unos años se decretó un Día Mundial contra la minería a cielo abierto. En estos casos es deseable y necesario aplicar técnicas de restauración ecológica activa para promover el inicio de la sucesión ecológica, ayudando así que la vegetación colonice y cubra estos espacios tan modificados.
La mina a cielo abierto que se encuentra en el municipio de Jáltipan, al sur de Veracruz, es una de las principales zonas productoras de sílice del país. Desde los años 50 del siglo pasado la extracción de la arena sílica ha sido una las principales actividades económicas de la región. En el 2007 se comenzaron a explotar 110 hectáreas de un predio llamado El Alazán, dejando como consecuencia extensiones de terreno completamente desnudo y con suelo notablemente compactado que podemos considerar como un paisaje lunar (Figura 1). En el año 2014, la Unidad de Servicios Profesionales Altamente Especializados (USPAE) del Instituto de Ecología A.C. (INECOL) fue invitada por la compañía responsable de la explotación de la mina para elaborar e implementar un programa de restauración ecológica en secciones ya cerradas a extracción.
En respuesta a esta solicitud, se está implementando un programa de restauración activa de 104 hectáreas divididas en ocho etapas en un lapso de diez años. El primer paso consistió en realizar visitas a la mina para estudiar sus características y la vegetación natural circundante, así como una revisión exhaustiva de literatura científica y la participación de personal interdisciplinario como botánicos, ecólogos y gestores ambientales (Figura 2). Así se diseñaron las acciones que se incluyeron en el programa de restauración, el cual busca generar condiciones que favorezcan una sucesión ecológica exitosa en un periodo menor al que tomaría a la naturaleza por sí sola volver a colonizar terrenos tan modificados. Este proyecto puso a prueba la capacidad de ejecutar una restauración ecológica activa, fue nuestra prueba del ácido.
Diversas investigaciones en Chiapas, Yucatán, Veracruz, y en general en las zonas tropicales, han demostrado que la sucesión natural de las selvas requiere de más de una década para que un terreno perturbado empiece a presentar atributos similares a los de la vegetación original. Sin embargo, ese tiempo es necesario para terrenos donde la perturbación fue ligera o moderada, es decir, donde todavía hay suelo fértil y algo de vegetación, como en campos de cultivo o potreros. Entonces ¿Cuántas décadas serían necesarias para que la vegetación regresara de manera natural a un sitio tan perturbado como la mina a cielo abierto de Jáltipan? Esto no lo sabemos, pero a casi ocho años de iniciado el programa de restauración en el Alazán, la vegetación nativa (un encinar tropical) está empezando a colonizar lo que antes era terreno desnudo, y ya es posible notar una diferencia drástica en la cobertura del suelo (Figura 3).
Si bien el paisaje que se está restaurando en la mina aún dista de volver al estado en que se encontraba antes de que iniciara la explotación de arena sílica, consideramos que los resultados actuales son evidencia de que el programa de restauración va por buen camino. Este caso demuestra al menos tres cosas. En primer lugar, que la restauración es posible aún en áreas tan modificadas que parecen de otro mundo. En segundo, que la ciencia ayuda a reparar impactos ambientales cuando se conjuga con buenas políticas públicas y responsabilidad ambiental empresarial. Por esto último, esperamos que esta experiencia sea replicada en otras zonas con la misma problemática ambiental. En tercer lugar, este caso evidencia que nuestro conocimiento sobre la sucesión ecológica ha logrado superar la prueba ácida.
Para mayor información de este programa de restauración, contactar al Dr. Rafael Villegas, coordinador general del proyecto y de la USPAE, o al Mtro. Oscar Muñoz, coordinador técnico del proyecto.