¿Por qué estudié biología?
Jorge Gabriel Sánchez-Ken
Red de Diversidad Biológica del Occidente Mexicano, Instituto de Ecología A.C.
Desde que recuerdo, en mi niñez en los años sesenta, siempre me sentí atraído hacia los animales y en todas las clases de la escuela primaria donde se hablaba de paleontología (sí, por los dinosaurios), geografía y biología eran de mis favoritas. Esa inclinación y gusto por estos temas, supongo se me fueron formando por los libros de vida marina de la biblioteca de mis tíos y las excursiones en los bosques y playas donde me llevaban ya sea amigos o familiares, un poco más independiente con los boy scouts. En todas las salidas que hice siempre regresaba a mi casa con una roca, una hoja de algún helecho, una inflorescencia de algún pasto, una flor prensada, algún molusco o insecto que posteriormente ponía en un frasco con alcohol etílico del 70%. Desde entonces adquirí la manía de coleccionar todo lo que me encontrase en mi camino, desde rocas chicas y bonitas hasta pedazos de rocones de 6-10 kg, clavos, tornillos o pedazos de fierro, boletos del transporte público, programas de música o teatro, etc. Sin saberlo, seguía los pasos de esos grandes científicos como Carlos Lineo o Charles Darwin o nuestro Dr. Jerzy Rzedowski, que sin conocerlos ni saber de su existencia muy probablemente tuvieron esa inquietud y necesidad de coleccionar la naturaleza.
Siendo un poco despierto, sentí que esa era mi vocación, estudiar ciencias. ¿Cuál ciencia, exactamente? No lo supe en ese momento. Recuerdo que estaba en la primaria, y como cualquier niño de esa edad, fui poco travieso, más bien tendiendo a ser estudioso. Entre las obligaciones que tuve no sé en qué clase, fue la de leer un libro. ¿Cuál libro? Nada más y nada menos que “Los cazadores de microbios” de Paul de Kruif de 1926. El primer capítulo del libro narra la contribución a la ciencia y el momento de la vida de Leevanhoek (1670s), quien inventó el microscopio, ¡fue el primer cazador de microbios! Su curiosidad, interés y su invención lo llevaron a tener una vida maravillosa y excitante, apreciado de la actualidad, pero probablemente considerado como un loco en su época. Así capítulo a capítulo, me maravillé y me imaginé a mí mismo haciendo lo mismo que Leevanhoek. Hacia el capítulo III, o, mejor dicho, 180 años después de Leevanhoek, apareció Louis Pasteur (1850s). ¡Fue algo tan fascinante y emocionante pensar cómo un científico para lograr respuestas pudo experimentar con su propio cuerpo! Yo también quería experimentar algo así, sentir que yo también podía ser un héroe.
Este libro terminó por marcar y definir lo que quería ser en mi vida de adulto, quería estudiar medicina o biología. Continué mis estudios de nivel secundaria, bachillerato y licenciatura con el único objetivo de estudiar para ese momento, biología marina. Me fascinaba la idea de tener un laboratorio justo en la orilla de una playa y estudiar animales marinos. Quizás era demasiado cliché, pero era lo que realmente soñaba hacer. En todos los niveles educativos que cursé, siempre salí con buenas calificaciones en todas las materias, pero especialmente en ciencias naturales y todas aquellas relacionadas como geografía, geología, etc. Yo era feliz haciendo proyectos escolares como un ambiente marino, o del periodo del Cretácico (hace muchos millones de años) cuando los dinosaurios eran los reyes de la tierra. Nadie en mi familia o amigos de la familia opinaron de mi decisión de estudiar biología. Ya que estaba por terminar el nivel bachillerato, averigüé donde podía estudiar biología marina, que era lo que finalmente me había flechado.
El único lugar donde había un programa de biología marina era en Ensenada, Baja California, sin embargo, por varias razones no pude registrarme allí. La única solución era estudiar biología y después especializarme en biología marina. Así, con esta idea continué estudiando en la universidad.
Desde chico siempre me gustó hacer ejercicio, y probé desde jogging, ciclismo, básquet bol, gimnasia olímpica y natación. Me gustaba practicar varios deportes al mismo tiempo, y mientras estaba en gimnasia olímpica, el entrenador me sugirió tomar unas clases de ballet, para tener una mejor coordinación de mi cuerpo, ya que en cuanto a fuerza y elasticidad no tenía ningún problema. Siguiendo las indicaciones del director y yendo en contra de las buenas costumbres de ese entonces, entré a tomar mi primera clase de ballet. Siempre me atrajo la danza, pero hasta este momento no había experimentado nada. Parecía ser que en mi búsqueda de ese algo, finalmente se me aparecía en frente de mí. Sin saberlo el conjuntar el trabajo físico con las emociones terminó siendo lo mejor que pude haber hecho en mi vida. Afortunadamente, gracias a que siempre hice ejercicio, tenía lo principal fuerza, elasticidad y oído musical, me permitió aprender rápido y a los tres meses ya estaba bailando en un escenario. Esta experiencia me gustó mucho que comencé a tomar varias clases de danza. Todo mi tiempo estaba ocupado, tomaba clases en la universidad en el turno matutino, comía algo y me iba a tomar clases de danza hasta las 9 o 10 de la noche. Cuando llegaba a mi casa en la noche, me dedicaba a estudiar y hacer las tareas que tenía en ese momento. ¿Como sobreviví ese ritmo de vida? No sé, yo lo disfrutaba tanto que no me daba tiempo de pensar en lo cansado y demandante que era.
En la universidad, cada clase que tomaba me emocionaba mucho, tanto que me imaginé especializarme en embriología, parasitología, paleontología, zoología, biomédicas, aún químico, físico químico o cálculo, que por cierto ésta última fue la primera vez que tomaba una clase de cálculo. Todo mi interés giraba en torno a animales, las plantas en ese entonces se me hacían aburridas, porque pensaba que no se movían y que eran estáticas. Así continué por varios años, hasta que llegó el momento en que había decidido dedicarme a la danza y convertirme en bailarín profesional. Esta decisión fue muy difícil de tomar, pero mi parte artística había ganado. Sin embargo, también pensé que después de haber estudiado todos esos años, tenía la obligación de terminar la licenciatura y titularme. De todas las opciones que me interesaban, relacionados con animales o medicina, ninguna se empataba con mi carrera de bailarín. No podía estar en un laboratorio de biomédicas, estudiando la hormona de crecimiento humana, esperando las horas hasta que las cromatografías estuvieran listas y salir corriendo a danzar. No pude y abandoné ese laboratorio. Intenté entrar a parasitología, y de hecho en un proyecto de una clase de zoología, descubrimos la etapa larvaria de un parásito. Pero sucedió lo mismo, tenía que corretear a los animales y sentarme horas en el laboratorio. Por el mismo periodo, cursaba la materia de botánica y con el consejo de la profesora, finalmente decidí que podía titularme trabajando con un proyecto con plantas.
No lo sabía, o más bien había pretendido no saber lo interesante que son las plantas. Desde un inicio me especialicé en los pastos o gramíneas, tanto que ignoré a todos los demás grupos de plantas. Descubrí el mundo alucinante de las plantas, que la inmovilidad física de las plantas era un mito, las plantas se mueven a través de la dispersión de su genoma. La taxonomía, evolución, morfología, dispersión, el ADN, la promiscuidad y exclusividad de las plantas, etc. es tan complicada y rica que me enamoré y especialicé en las gramíneas. La decisión de sólo titularme ya no fue suficiente, quería saber más y pues en ese momento decidí que continuaría con mi deseo de ser científico. Las oportunidades se me presentaron en bandeja de plata, tanto en la danza como en la ciencia, y finalmente tomé la decisión de seguir estudiando botánica. Traté de continuar bailando, pero cada vez se hacia más difícil tener tiempo para la maestría y la danza. No me arrepiento, sigo maravillándome con la evolución de las plantas. Continué hasta que me fui al doctorado a Estados Unidos, donde se enteraron de que era bailarín y la última vez que bailé, me invitaron a participar en El Cascanueces de Tchaikovsky. No tengo ningún sentimiento de arrepentimiento, durante los 13 que bailé, viví el mundo artístico en mi plenitud como bailarín, y ahora estoy viviendo mi plenitud como científico especializado en gramíneas.
“La opinión es responsabilidad de los autores y no representa una postura institucional”
Referencias:
Coulter, J.W. 1956. The importance of grass. Journal of Geography 55 (2): 85-87.
de Kruif, P. 1926. Microbe hunters. Blue Ribbon Books, New York.
Vandana, K. 2023. The incredible powers of Grasses: Their role in the ecosystems. https://www.urbanmali.com/blogs/wisdom/the-incredible-powers-of-grasses-their-role-in-the-ecosystem