LA VIDA DE LOS ESCARABAJOS ENTRE LUZ Y OSCURIDAD
Margarita M. López-García y Cuauhtémoc Deloya
Red de Interacciones Multitróficas, Instituto de Ecología, A.C.
En estos momentos de aislamiento (por la pandemia del COVID-19) en los que pasamos las noches en nuestros hogares, ya inició la época del año en la cual una gran cantidad de insectos, incluidos los escarabajos aparecerán revoloteando en las noches alrededor de los focos o contra nuestras paredes y ventanas (Figuras 1, 3-4). Más adelante comentaremos en particular sobre los miembros de las subfamilias Dynastinae, Rutelinae y Melolonthinae que son escarabajos fitófagos de la familia Scarabaeidae. Seguramente tendrás la fortuna de verlos y es posible que te preguntes dónde han pasado el resto del año estos ruidosos insectos. ¿En los árboles? ¿En los techos? ¿O quizás migran desde muy lejos? Lo cierto es que han estado más cerca de lo piensas, justo bajo el suelo. Aunque es muy probable que siempre los hayas visto volando, son más dependientes del suelo de lo que parece, porque es abajo donde muchas especies pasan la mayor parte de su vida y no solo como adultos sino como larvas o pupas en diferentes fases de la metamorfosis.
Metamorfosis
Las mariposas no son las únicas que tienen metamorfosis, de hecho, un 83% de los insectos tienen metamorfosis completa (holometábolos). En los insectos holometábolos podemos encontrar tres grupos principales: mariposas (Lepidoptera), hormigas, abejas y avispas (Hymenoptera), moscas (Diptera) y escarabajos (Coleoptera). En estos grupos cada individuo pasa por marcados cambios en su morfología para llegar a adulto. En el caso de los escarabajos nocturnos, después que las hembras ponen sus huevos en el suelo o en troncos en descomposición, de cada huevo emerge una larva, que muda tres veces hasta volverse pupa y finalmente se transforma en adulto (Figura 2). La larva (conocida como “gallina ciega”, “gusano blanco” o “nixticuil”) que tiene forma de “C”, se alimenta activamente de materia orgánica en descomposición y con sus mandíbulas fuertes y filosas, mientras que la pupa que generalmente se aloja en una cámara, no se alimenta, pareciera una “momia”, pero viva y con movimiento, aunque muy limitado. Finalmente, el adulto que es reproductivamente maduro y con sus alas desarrolladas vuela en ciertos momentos del año en las noches oscuras en busca de pareja o alimento.
De larva a adulto
En general se “cree” que todos los insectos tienen ciclos de vida cortos y que por tanto el riesgo de extinción es bajo porque sus poblaciones pueden, en teoría, recuperarse rápidamente en caso de que un gran número de individuos muriera. Este podría ser el caso de la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster) o el mosquito transmisor del dengue (Aedes aegypti) que requieren de 10 a 15 días para completar su ciclo. Sin embargo, los escarabajos son un claro ejemplo de que esto no sucede en todos los grupos porque generalmente requieren un año para completar su ciclo de vida e incluso algunas otras especies como el escarabajo joya (Chrysina costata, Figura 3) o el escarabajo elefante (Megasoma elephas) requieren de dos a tres años (Figura 2). Este último es uno de los escarabajos más grandes que habitan en México, pudiendo alcanzar hasta 180 mm en su estado de larva y 90-150 mm de longitud en su estado adulto. Los adultos son coleccionados por sus llamativos “cuernos” o el extraordinario desarrollo de sus patas traseras (Chrysina macropus: Figura 4) pero casi nadie conoce sus larvas o pupas.
Causas de la pérdida de especies
Del ciclo de vida de los escarabajos y de su historia natural muy poco se sabe, y solo se conoce de unas pocas especies. Para la mayoría sus estados inmaduros son desconocidos o su cría en laboratorio no ha sido posible, porque para que cada etapa culmine con éxito se requiere alimento suficiente y condiciones de humedad y temperatura específicas. Pensemos entonces, si el ciclo de vida de un escarabajo requiere un tiempo considerable y condiciones óptimas de hábitat, deberíamos ser más conscientes del impacto poblacional que implica colectar especímenes indiscriminadamente, ya sea para fines de investigación o coleccionismo. Por otro lado, ya que sabemos dónde pasan la mayor parte de su vida los escarabajos nocturnos, podemos entender por qué la contaminación de los suelos, el uso de agroquímicos, la conversión del suelo natural por cultivos o incluso por asfalto se convierten en factores que ponen en riesgo la supervivencia no solo de muchas especies de escarabajos, sino de muchos otros invertebrados dependientes del suelo, sin que se estudien o cuantifiquen sus poblaciones, ni el número de especies que se están perdiendo y/o extinguiendo localmente.