LOS HONGOS COMO BIOINDICADORES ECOLÓGICOS
Por: Florencia Ramírez-Guillén
Red de Biodiversidad y Sistemática, Instituto de Ecología, A.C., (INECOL)
Correo electrónico: florencia.ramirez@inecol.mx
Resumen
Se discute la importancia del estudio del uso de los hongos como bioindicadores del estado de conservación o disturbio de los ecosistemas y se presentan algunos datos del papel que juegan los hongos en este tópico.
Palabras clave
bioindicadores, contaminación, líquenes
Los humanos somos los principales causantes de la fragmentación de los hábitats (ej. agricultura, urbanización, etc.), la contaminación del planeta (ej. uso de plaguicidas, verter químicos a ríos y mares, etc.) y la sobreexplotación de los recursos (ej. minas de carbono, extracción de petróleo, etc.); esto, junto con el cambio climático (ej. aumento de la temperatura), han alterado drásticamente los ecosistemas, provocando que muchas especies se extingan. El uso de bioindicadores es un método que puede alertarnos de estos cambios ambientales (González-Zuarth y Vallarino, 2014).
De manera general, los bioindicadores se pueden definir como organismos que se usan para la identificación y determinación de factores medioambientales provocados por seres humanos (Conti y Cecchetti, 2001). Los hongos se pueden usar para monitorear el estado de conservación del ambiente, indicar el grado de disturbio o detectar la presencia de contaminantes ambientales. Así, medir la diversidad de especies de hongos es un método muy usado, pero para esto los hongos deben cumplir con ciertas características, como que puedan ser fáciles de localizar y que su determinación taxonómica sea sencilla aun para los no especialistas (Guzmán-Dávalos y Álvarez-Barajas, 2014).
Con respecto a la diversidad de especies, Fellner (1989) propone que el decremento en la presencia y abundancia de hongos ectomicorrizógenos es un patrón que se puede usar para evaluar el disturbio en un bosque sensible a la contaminación del aire. Esto lo observó en bosques de abetos de montaña y submontaña, donde Russula mustelina fue designada como bioindicador de contaminación del aire y su presencia y abundancia estuvieron correlacionadas con las fases progresivas de empobrecimiento de micorrizas que albergan esos bosques. Fellner (1989) concluye que la disminución de la frecuencia de esos hongos es un signo del grado de perturbación de esos bosques. Guzmán-Dávalos y Álvarez-Barajas (2014) citan que la abundancia de hongos lignícolas (que se alimentan de madera) puede mostrar el grado de deterioro de un bosque; a mayor porcentaje de especies lignícolas más grave es la situación del bosque. Sin embargo, Egli (2011) concluyó que no hay conocimiento suficiente sobre los hongos del bosque para poder utilizarlos como bioindicadores de la salud de los árboles y que se necesita más investigación, especialmente sobre la importancia funcional de los hongos ectomicorrizógenos a nivel de especie.
Corneanu et al. (2010) encontraron, en vertederos de desechos estériles y de cenizas de dos ciudades de Rumania, que Agaricus campestris, Auricularia mesentérica, Coprinus comatus, Macrolepiota procera y Polyporus alveolaris presentan la capacidad de absorber y acumular muchos metales pesados y radionúclidos -radioisótopos- del suelo y, por esta razón, pueden utilizarse como especies indicadoras de la presencia de metales pesados y radionúclidos en el medio ambiente.
Según Zervakis y Venturella (2007) los hongos tienen la habilidad de acumular metales pesados, presentes en el suelo, en cantidades más altas que las plantas por que las hifas tienen contacto directo y extenso con el sustrato donde crecen.
Por otra parte, los líquenes (organismos formados por la simbiosis de un hongo y un organismo fotosintético, ya sea un alga verde o una cianobacteria) son excelentes bioindicadores de la calidad del aire y, según Hawksworth et al. (2005), las razones por las que están siendo utilizados con éxito en este campo se basan principalmente en: 1) se encuentran en todos lados, 2) no poseen una cutícula protectora por lo que absorben nutrientes y contaminantes a través de su superficie, 3) son longevos, lo que hace que permanezcan expuestos a los contaminantes por largos períodos, proporcionando una imagen de estados crónicos y no de variaciones del medio ambiente y 4) son organismos perennes que pueden ser muestreados durante todo el año.
Hay muchas especies de líquenes que son usadas como bioindicadoras, aquí algunos ejemplos: Cladina portentosa, Evernia prunastri, Hypogymnia physodes, Parmotrema tinctorium y Letrouitia vulpina (esta última indica ambientes no perturbados).
Se puede concluir que el uso de los hongos y líquenes como bioindicadores puede representar un método útil. Aunque es importante comprender que estos organismos nunca podrán reemplazar a los equipos técnicos que miden contaminación ambiental. Por las características de los líquenes, su utilización como bioindicadores puede ser considerada en los países tropicales debido a la rapidez y bajo costo de los análisis, lo que los hacen especialmente atractivos cuando los recursos son escasos, como lo hacen ver Hawksworth et al. (2005).
Literatura citada:
Conti, M.E. y G. Cecchetti. 2001. Biological monitoring: lichens as bioindicators of air pollution assessment – a review. Enviromental Pollution 114: 471–492.
Corneanu, C.G., M. Corneanu, A. Lăcătușu, D. Răduțoiu, L. Cojocaru e I. Ciortan. 2010. The fungi species as indicators for heavy metals and/or radionuclids. Annals of the University of Craiova-Agriculture, Montanology, Cadastre Series, 40(2): 106–112.
Egli, S. 2011. Mycorrhizal mushroom diversity and productivity—an indicator of forest health? Annals of Forest Science 68: 81–88.
Fellner, R. 1989. Mycorrhiza-forming fungi as bioindicators of air pollution. Agri- culture, Ecosystems & Environment 28: 115–120.
González-Zuarth, C. y A. Vallarino, 2014. Los bioindicadores ¿una alternativa real para la protección del medio ambiente? In: González- Zuarth et al. (eds.). Bioindicadores: guardianes de nuestro futuro ambiental. El Colegio de la Frontera Sur, Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, México, 21–37.
Guzmán-Dávalos, L. y I. Álvarez-Barajas, 2014. Hongos y líquenes como bioindicadores y micorremediación. In: González- Zuarth et al. (eds.). Bioindicadores: guardianes de nuestro futuro ambiental. El Colegio de la Frontera Sur, Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, México, 579–603.
Hawksworth, D.L., T. Iturriaga y A. Crespo. 2005. Líquenes como bioindicadores inmediatos de contaminación y cambios medio-ambientales en los trópicos. Revista Iberoamericana de Micología 22: 71–82.
Zervakis, G.I. y G. Venturella, 2017. Adverse effects of human activities on the diversity of macrofungi in forest ecosystems. Bocconea 21: 77–84.
Pies de figuras:
Foto 1. Polyporus alveolaris, especie que absorbe metales pesados. Crédito: https://species.wikimedia.org/wiki/Polyporus_alveolaris
Foto 2: Agaricus campestris: especie silvestre comestible que absorbe metales pesados. Crédito: https://findelmundo.tur.ar/es/guia-campo/909
Foto 3: Hypogymnia physodes, liquen bioindicador de contaminación del aire. Crédito: https://www.kananaskis.org/hypogymnia-physodes-lichen/
Foto 4: Evernia prunastri, liquen bioindicador de contaminación del aire. Crédito: https://www.naturalista.mx/taxa/123175-Evernia-prunastri